Homo farsantum 


Una película argentina y una reflexión sobre la “guerra cultural”, la decepción y la envidia


Daniel Sacro es un narrador, músico y comunicador argentino radicado en Perú. Autor del libro “Cuarenta cuentos de cuarentena” (Premio Luces 2021). Como músico, ha editado 2 discos de estudio, y suele hacer shows en vivo donde mezcla canciones con relatos. También lidera su propia agencia, ASÍ Comunicación.

Sacro acaba de lanzar “Querida Parca”, con un videoclip protagonizado por la actriz Mónica Sánchez.


Es extraña la sensación de ver desbarrancarse a alguien que admiras. Prima la decepción, pero intuyo que en el fondo hay algo más. Como siempre, escribiré, a ver si al final lo descubro.

              Mariano Cohn y Gastón Duprat son, desde hace tiempo, mis directores favoritos. Escuché sus nombres por primera vez a fines del siglo pasado. Había un canal de cable, Much Music, que también daba espacio a contenidos random y uno de ellos era una idea tan simple como genial: darle voz a quien quisiera decir algo. Cualquier persona podía llamar a este Rappi de cámara y micrófono y alguien iba a tu casa a registrar lo que que quisieras decir. El espacio se llamaba Televisión Abierta, y hoy es considerado el eslabón perdido de YouTube. En Televisión Abierta entraba todo: desde un gasfitero ofreciendo sus servicios, hasta una criadora de canarios, y Fita, una jubilada muy divertida que se convirtió en emblema del programa. Hasta el mismísimo Charly García solicitó los servicios del programa para humillar públicamente a Calamaro cuando estaban peleados a muerte. 

        No fue el único producto, y diría que todos tuvieron algo de profético. Estaba Cupido,precuela de Tinder. Estaba Cuentos de terror, donde un excéntrico escritor narraba historias —precuela del pódcast—, y otro separador llamado Mi cuarto, que exhibía dormitorios reales, mostrando detalles íntimos, precuela de toda red social. 

           Después les perdí el rastro, hasta que en 2009 estrenaron su primera película, El artista. Contaba la historia de un enfermero que cuidaba a un viejo bastante atrofiado, pero que hacía unos dibujos buenísimos. El viejo muere y al enfermero se le ocurre presentarlos en una galería. El mundo del arte cae rendido a los pies del farsante, proclamándolo como elnuevo Picasso. Una sátira fabulosa, con algo que sería una constante en sus ficciones: la crítica al esnobismo y a la hipocresía. A partir de ahí, no pararon: El hombre de al lado, Querida, voy a comprar cigarrillos y vuelvoTodo sobre el asadoYo presidenteEl ciudadano ilustreMi obra maestra y Competencia Oficial, con Antonio Banderas y Penélope Cruz. Después incursionaron en las series con Nada y la sorprendente aparición en ella de Robert de Niro. Aquí tuve, quizá, mi primera decepción: Nada parecía más un largo spotsobre la gastronomía argentina que otra cosa. Pero, a fin de cuentas, Nada era sobre nada, su nombre cumplía su promesa. Volvieron a demostrarme su genialidad con El encargado, con Francella interpretando a un portero de edificio psicópata que utiliza la información confidencial de los vecinos en beneficio propio. Una comedia negra que también es thrillerpolítico: si House of cards nos contó cómo se rosquea en la política gringa, El encargadorefleja la corrupción tercermundista de forma magistral.

              Por esa época empezaron los pequeños teasers de su siguiente película, que nos contaban que Francella interpretaría a… ¡16 personajes! Mi expectativa era grande.

       Homo argentum se estrenó hace poco en Argentina. La cosa empezó rara: el presidente Milei la elogió con enorme entusiasmo e incluso organizó una proyección en la Casa Rosada para su gabinete. No dudo que la película le haya gustado, pero también la utilizó políticamente, afirmando que “muestra a la progresía woke tal como son, les duele el éxito de una película sin financiamiento del Estado, mostrando a muchos como fracasados absolutos”. Pequeño paréntesis: el financiamiento público al cine derivó en batalla cultural, ensanchando una grieta que ya es abismo. Para ponerlo en blanco y negro: si estás en contra de los entes públicos que ayudan a financiar películas —como el INCAA— sos libertario, de derecha, gorila, macrista, o todas juntas. Aquí te dirían facho. Pero si estás a favor de ese financiamiento, se te considerará progre, woke, planero, kirchnerista, peroncho, kuka, zurdo y sus derivados (lo que aquí sería un caviar).

                   Volviendo a la peli: la polémica a nivel país, tan lejos de lo cinematográfico, me activó la desconfianza. Pero el encendido debate fue una eficaz campaña de mercadotecnia:Homo argentum es la película más taquillera del año. Ahí recuperé el entusiasmo: si tanta gente la vio, debe ser buena, pensé cándidamente. 

             Finalmente, después de tanto jueguito previo, Homo argentum llegó a los cines peruanos. 

              ¿Y qué vi?

               Vi 16 historias, que, más que guiones, parecen ocurrencias de cafetería, la mayoría pobres, redundantes y simplistas.

                Vi 16 relatos llenos de lugares comunes, chistes sin gracia y críticas sin sutileza, atacando casi siempre los mismos tópicos: la hipocresía porteña, la viveza criolla, la envidia, la pendejez, la cobardía, la mezquindad y las patéticas contradicciones.

             Vi 16 publicidades mal encubiertas que causaban siempre el efecto contrario: sacarme del ensueño —o del sueño en este caso—, recordándome que todo es puesta y apuesta: vendernos una galletita cuando solo queremos una historia. “Triunfo del mercado”, diría Milei. 

             Vi 16 Francellas con distintos looks y los gestos de siempre, esos que todos conocemos de memoria, efectivos pero insuficientes para sostener escenas que ni siquiera se caen, porque nunca suben.

           Vi, en definitiva, 16 pequeñas cagaditas que forman un gran mojón de dos horas de largo.

           Un fiasco total.

           Homo farsantum.

            Debí suponerlo: a fin de cuentas, es una película elogiada por un presidente que nos recomendó invertir en una criptoestafa millonaria.

             Ahora bien, el objetivo inicial de este texto era descubrir si había algo detrás de esta gran decepción. Y creo que lo encontré. En el fondo, muy en el fondo, me alegra un poquito el fiasco. Me encargué de contarles lo fanático que era —soy— de esta dupla. Pero siempre es necesario correrse del fanatismo, más en estos tiempos. Duprat y Cohn han hecho cosas brillantes, me hicieron feliz infinidad de veces, pero hoy son dos tipos que hicieron algo pedorro. A cualquiera le puede pasar, la vida también es eso. Son dos genios, pero también seres humanos.  

            ¿O será que esta sensación de fiasco es también un pequeño gozo, el aplacamiento de cierta envidia, el oscuro placer de escribir este artículo para hacer mierda al exitoso? 

          ¿Será?

          Puede ser.

          A fin de cuentas, soy un Homo argentum.


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