Que la antorcha olímpica ilumine lo que se oculta en la penumbra
En estos días se vienen desarrollando los Juegos Olímpicos de Invierno en Beijing. Este evento es muy importante para China pues el régimen lo ve como una oportunidad para mejorar su imagen internacional, tan golpeada luego del manejo poco transparente que tuvo de la pandemia en sus inicios.
Más allá de los esfuerzos de propaganda del régimen, organizaciones de derechos humanos alrededor del mundo han criticado al Comité Olímpico Internacional por realizar el evento deportivo en un país con serios cuestionamientos de vulneración de derechos fundamentales. Amnistía Internacional ha señalado que no se debe permitir que los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing pasen como una oportunidad para el “lavado de cara” (sportswashing) para las autoridades chinas, y la comunidad internacional no debe convertirse en cómplice de un ejercicio de propaganda.
Para evitar que ese ejercicio de propaganda sea exitoso, hay que aprovechar la oportunidad para recordar y comunicar esas graves condiciones para los derechos humanos que se viven en China.
En esa línea, se acaba de publicar un informe realizado por OutRight Action International recordando la situación de los derechos de las personas lesbianas, gay, bisexuales, transgénero y queer (LGBTQ+) en China. En él se señala que los integrantes de la comunidad son considerados ciudadanos de segunda clase ante la ley. El gigante asiático cuenta con políticas públicas que discriminan abiertamente a las personas LGBTQ+, como la censura de cualquier representación pública de “homosexualidad”, la exclusión del matrimonio o adopción para parejas del mismo sexo y la imposibilidad de que organizaciones de activistas puedan obtener un registro legal.
Además, pese al amplio consenso científico que señala que la homosexualidad no es una patología, es común que en dicho país profesionales de la salud mental lleven a cabo las mal llamadas “terapias de conversión”, que buscan infructuosamente cambiar la orientación sexual o identidad de género de una persona, y que generan graves problemas de salud a sus víctimas. Estas prácticas –denominadas por un experto de las Naciones Unidas como “crueles, inhumanas y degradantes”– se realizan incluso en hospitales públicos.
El informe de OutRight señala que, pese a estas condiciones adversas, en los últimos años las nuevas generaciones de personas LGBTQ+ han encontrado la manera de formar comunidades, expresarse e intentar vivir su vida con algo de libertad, lo que ha aumentado su visibilidad en la sociedad. Lamentablemente, la reacción del régimen en China ha sido una creciente hostilidad que amenaza con destruir lo poco avanzado.
Este no es el único problema serio de vulneración de derechos humanos llevado a cabo en el gigante asiático. Además de la conocida censura en Internet a cualquier posición divergente, la nula libertad de prensa en el país, la imposibilidad absoluta de participar libremente en política, existen otros grupos sociales víctimas de gran represión.
Uno de los casos más dramáticos es el de la población Uigur, minoría étnica al interior de China que practica el islam como religión. Se ha denunciado la existencia de 347 centros de detención arbitrarias con cientos de miles de detenidos, donde son víctimas de torturas y tratos inhumanos. También podemos señalar, como ejemplo, la histórica represión contra el pueblo tibetano, cuyo principal lider, el Dalai Lama, lleva ya 63 años en el exilio.
Esperemos que estos y otros casos sean amplificados en estos días de competencia. Así, la antorcha olímpica iluminará también los abusos que con tanta diligencia el regimen chino quiere ocultar en la penumbra.