En el Día Mundial del Retrete, reconozcamos el valor de una tecnología subestimada
La humanidad ha llegado al lado oculto de la Luna, ha clonado ovejas, manipulado el genoma para combatir enfermedades, imprimido prótesis biónicas personalizadas controladas con la mente, y mapeado el conectoma —es decir, todas las neuronas y sus conexiones— de la Drosophila melanogaster para entender cómo siente y piensa nuestro pequeño héroe de laboratorio, la mosca de la fruta. Muy pronto viajaremos a Marte, usaremos el internet cuántico, produciremos vacunas con ADN y mapearemos el conectoma del cerebro humano… Sin embargo, aún no habremos resuelto uno de los desafíos más básicos y esenciales para la dignidad humana: garantizar un inodoro —sí, un retrete, váter, letrina, toilet, excusado o WC, según tu preferencia lingüística—seguro para todos.
A pesar de su importancia para nuestra vida diaria y para la salud de la humanidad, parece que no dedicamos suficientes esfuerzos ni recursos para abordar este problema. Según un estudio británico, cada persona pasa, en promedio, 813 días de su vida en el baño, lo que equivale a más de dos años de nuestra existencia. De estos, los hombres pasan aproximadamente 309 días sentados en el inodoro —15 minutos diarios—, mientras que las mujeres dedican 259 días, o unos 12,1 minutos al día. ¡Siempre pensé que éramos más eficientes en estas tareas vitales! Si en esos momentos tan íntimos disfrutas de un buen libro o, para mayor inspiración, del periódico con las últimas noticias, es posible que tu tiempo sentado sobre la famosa taza ovalada se extienda a casi un año completo de tu vida.
Tener un mecanismo seguro para la eliminación de excretas tiene repercusiones inmensas en la higiene personal y colectiva. Las estadísticas y estudios sobre la importancia de un váter para nuestro bienestar cotidiano son contundentes. Sin embargo, según el Programa de Monitoreo Conjunto de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y UNICEF, en 2022, 3.5 mil millones de personas carecían de servicios de saneamiento seguro y 419 millones aún practicaban la defecación al aire libre, con consecuencias devastadoras. Por ejemplo, a nivel mundial, al menos 2.000 millones de personas utilizan fuentes de agua potable contaminadas con heces humanas, y más de 800 niños menores de cinco años mueren cada día —alrededor de 297.000 cada año— a causa de enfermedades diarreicas asociadas a un saneamiento inadecuado. Es también perturbador saber que una de cada tres escuelas del mundo no cuenta con baños limpios y seguros, lo cual pone a 620 millones de niños en riesgo. Las más afectadas son las niñas, muchas de las cuales se ven obligadas a abandonar la escuela cuando estas instalaciones esenciales no están disponibles.
A pesar de la abrumadora evidencia epidemiológica, y de los beneficios económicos de la inversión en saneamiento[1], nuestros gobiernos no otorgan la prioridad necesaria a este tema. Es que para quienes tenemos la suerte de contar con uno, el inodoro es como un viejo marido: we take it for granted, es decir — y valga aquí la redundancia—, lo damos por sentado. No siempre somos conscientes de su valor hasta que nos falta. Cómodos y aseados, olvidamos su rol fundamental —quizás más importante que el de una cafetera, un carro, o incluso un celular— en nuestras vidas. ¿Qué sería de nuestra salud física y mental sin un buen váter? En el Perú, según cifras de 2020, el 20 % de la población —aproximadamente 6.5 millones de personas— carece de servicios de saneamiento adecuados, y muchos peruanos no cuentan con un buen inodoro. El INEI estima que el 10 % de la población peruana todavía practica la defecación al aire libre.
¿Cómo podemos alcanzar la visión de un inodoro seguro para cada persona en el mundo? Jack Sim, un emprendedor social de Singapur conocido como Mr. Toilet, tiene estrategias geniales para abordar este desafío global. Hace unos 20 años, fundó la World Toilet Organization (WTO), la simpática hermana, según sus siglas, de la tristemente más conocida World Trade Organization. En 2013, Sim logró que las Naciones Unidas declararan el 19 de noviembre como el Día Mundial del Retrete.
Sus ingeniosas campañas promocionales a favor de un acceso universal a un váter seguro para todos los hombres, mujeres, niños y niñas del planeta han llegado a los oídos de importantes líderes políticos. Por ejemplo, bajo el liderazgo del primer ministro de la India, Narendra Modi, ya se han construido 110 millones de inodoros residenciales. En China, Jack Sim logró que el presidente Xi Jinping liderara una campaña nacional para mejorar la limpieza de todos los retretes públicos, especialmente en escuelas y áreas rurales. En Brasil, su influencia contribuyó a la aprobación de una ley que movilizó 12 mil millones de dólares en inversiones para proyectos de saneamiento, con el ambicioso objetivo de recaudar 150 mil millones de dólares para 2035. Además, a través del World Toilet College, fundado en 2005, Jack Sim promueve cursos, talleres y currículos diseñados para cerrar la brecha en educación y formación sobre saneamiento, expandiendo el conocimiento necesario para garantizar la construcción y el uso efectivos de los inodoros en todo el mundo.
¿Quizás podamos adoptar algunas ideas de Mr. Inodoro? Ante la falta de iniciativas políticas más constructivas, nuestra presidenta Dina Boluarte podría inspirarse de la experiencia de Singapur y liderar una revolución del retrete. ¡Mejoraría la salud pública e impulsaría la productividad económica del país!
Anoche soñé que Elon Musk publicaba una foto suya cargando un inodoro en la entrada de la Casa Blanca, anunciando al mundo que, finalmente, había resuelto este eterno problema en beneficio de 3 mil millones de personas. Llevaba un polo con las siglas DOGE, el Departamento Gubernamental de Gestión de Excretas. ¡Qué genio!, pensé. Al despertar, sentí una leve decepción. Aunque no fuera así, mañana es el Día Mundial del Inodoro, y eso es motivo suficiente para celebrar.
[1] Según datos recientes, por cada $1 invertido en saneamiento básico urbano, el retorno es de $2.5, mientras que en las zonas rurales, el retorno es aún mayor, alcanzando $5 por cada $1 invertido.
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Buena reflexión, tal y como dice es algo que damos por sentado y sin ir muy lejos, lo mismo pasa con los servicios de agua potable y alcantarillado. Francamente, me gusta que al principio haya hecho referencia a la dignidad, porque es algo con lo que he luchado en los expedientes de este tipo de proyectos, donde estos servicios no se enfocan como un servicio básico ni como una necesidad para una vida digna sino como un remedio para mitigar las enfermedades gastrointestinales y contagios de la zona. Que si es verdad pero en mi modo de ver no es lo fundamental.
Lindo artículo. Dudo que a DB le interese liderar una revolución del WC (a juzgar por su afición a usarlo sin puntería).