A mí me cuidan mis amigas, no la policía


La institución encargada de nuestra seguridad, más allá de la represión de las protestas.


Mi madrina de bautizo era policía. Una vez la entrevisté para uno de mis trabajos de la universidad. Para el curso de Periodismo de investigación, mi mejor amiga y yo trabajábamos en un caso de corrupción en un prostíbulo activo de mi distrito. Llegué preocupada a la conversación con mi madrina, temía que fuera tensa: yo tenía un caso que contar porque la policía —pensaba— no estaba haciendo su trabajo. Mi madrina, con ternura, me explicó que ese establecimiento seguía funcionando porque la labor de su institución tenía límites. La Policía no podía actuar si nadie ponía una denuncia, o si la Fiscalía no hacía su trabajo. Un vacío institucional que beneficiaba a aquellos que rompían la Ley. 

            O tal vez era, simplemente, otro caso de corrupción. Mi compañera y yo no conseguimos ‘la pepa’ de la noticia por falta de tiempo y recursos. Comparto esta historia ahora porque seguro muchos de ustedes, como yo, conocen a un o una policía. Familiares, amigos o amigas muy queridos forman parte de esa institución, y no se nos ocurriría pensar que participan de todo eso de lo que se acusa hoy a la organización encargada de nuestra seguridad. 

            Tras el asesinato de George Floyd por un policía estadounidense el 25 de mayo de este año, el movimiento Black Lives Matter se convirtió en un fenómeno global. Incluso en Lima, el creador del Negro Mama compartió un recuadro negro en su cuenta de Instagram en señal de solidaridad con la consigna “Las vidas negras importan”. Meses después, Nigeria también tuvo protestas por la brutalidad policial del SARS sobre los ciudadanos. La semana pasada un hombre negro llamado João Alberto Silveira Freitas fue asesinado por oficiales de seguridad en vísperas del Día de la Conciencia Negra en Brasil. Estos últimos dos sucesos pasaron inadvertidos para los peruanos y peruanas, concentrados en las elecciones de Estados Unidos a inicios de noviembre, y en nuestra propia crisis después. 

            Hoy estamos aún indignados e indignadas por los asesinatos de Inti Sotelo y Bryan Pintado, también por parte de las fuerzas del orden. ¿Podemos ver las relaciones? La Policía es una institución caracterizada por un accionar que afecta a las poblaciones racializadas. Históricamente ha servido a los fines de control y monopolio de la violencia. De hecho, la crítica a la Policía como institución no se refiere únicamente a la PNP, sino a un mecanismo de control extendido en el mundo que afecta precisamente a las poblaciones tradicionalmente marginalizadas. 

            Quienes me han leído antes probablemente conozcan mi perspectiva sobre responsabilidades individuales e institucionales/estructurales. Esta vez no quisiera llevar la discusión hacia ese plano. Los argumentos en defensa de la Policía optan por distinguir entre los policías buenos y los policías malos. Algunos elementos defienden a la ciudadanía de la delincuencia de modo que cumplen una labor heroica poniendo en riesgo sus vidas. Hay otros que matan a gente inocente como Inti y Bryan (concretamente a estos no los conocemos aún, no se han identificado responsables directos). Ambos tipos de policías están insertados en un sistema indiferente a la vulnerabilidad. 

            Comparto aquí datos que revelan esa relación de la Policía con las poblaciones vulnerables. Muchos de los casos de feminicidio en el país cuentan con víctimas que ya habían acudido a buscar protección estatal (es decir, a la Policía) y no la obtuvieron adecuadamente (Defensoría del Pueblo, 2018). Cuando fue declarado el estado de emergencia por la pandemia se registraron casos de agresiones transfóbicas por parte de la PNP (Defensoría del Pueblo, 2020). Las comisarías, además, raramente cuentan con atención en lenguas originarias. Esto me lleva a preguntarme a quiénes cuida realmente la Policía. Las muertes durante la protesta nos han tocado tanto, también, porque somos conscientes de que podríamos haber sido nosotros. Para otros grupos en la sociedad, ese tipo de trato no es novedad.

            Yo no diría que mi madrina era corrupta, machista, misógina, racista o transfóbica. Para nada. Es diferente lo que su institución representa en nuestra sociedad. No se pueden entender las fallas de la Policía solo desde el punto de vista individual, sino como problemas institucionales y estructurales. Si las falencias de la Policía fueran individuales, idealmente bastaría con sancionar a aquellos individuos que hacen las cosas mal, como los oficiales pasados a retiro esta semana. Pero dudo que eso baste. Una canción de Yanna estrenada en marzo, antes de la crisis, decía sobre el Perú: “En la tombería/ No se confía/ A mí me cuidan mis amigas/ No la policía”. A menos que nuestras amigas tengan armas y chalecos antibalas, difícilmente podrán competir por mantener la ciudad segura. Los cambios no pueden esperar. 

2 comentarios

  1. Dina Neumann Puppi

    Los cambios pasan por revalorizar la carrera policial. Que no sea una opción de quién no tiene otras alternativas , como la universidad o un buen trabajo.

  2. Antonio Gainza

    Que pena Sharun, o sea que por Willax y Butters el periodismo no te informa, te informan tus amigas y el trabajo periodíistico de tu compañero Dante Trujillo vale una m*****. Recuerda, lo has vivido, que todos los discrimimados son una minoría como pueden serlo los policías honestos y estas minorías logran grandes cambios. Si la ciudadanía honesta los abandona, que cambio van a poder lograr? Es vital separar lo importante de lo urgente (e importante también!), los discapcitados orales y visuales tambien viven esta urgencia. Estoy suscrito a Jugo de Caigua porque estoy hastiado de la polarización. Hugo, Gustavo espero todos los días mi jugo sustancioso y no porque sea de caigua debe ser light o políticamente correcto.
    Buen día,
    Antonio

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

uno × 3 =

Volver arriba