A favor del chisme 


El chisme está teniendo su momento y se está empezando a ver su lado positivo


En las últimas semanas una serie de eventos me ha llevado a la siguiente conclusión: el chisme está teniendo su momento. Me refiero al chisme en general, no a uno concreto, sino al acto de compartir información de forma secreta, a espaldas de las personas involucradas, o como excusa para hablar de temas más importantes. Chismosear siempre ha tenido su momento, pero pienso que se está tejiendo un esfuerzo colectivo para despojarlo de su tinte negativo o moralista y verlo como algo fundamental para las relaciones humanas. 

Todos conocemos el lado negativo del chisme por su potencial de destruir relaciones, generar ideas erróneas de las personas y hasta de uno mismo. Todos hemos sido víctimas de un chisme o hemos sido nosotros los chismosos, aunque no queramos admitirlo. En toda mi vida, solo he conocido a una persona que aceptaba con orgullo su interés por la vida de otras personas. Ella nunca aceptaba el adjetivo de chismosa:  siempre decía “no soy chismosa, soy curiosa”. Una frase que se quedó para siempre en mi mente y sobre la que he reflexionado en estas semanas.

Con el regreso a los ambientes compartidos, como las oficinas y los colegios, ha vuelto también el chisme. No es que la pandemia haya sido un obstáculo para compartir información sobre otras personas, pero sabemos que hay chismes que no se deben dejar por escrito. Curiosamente, uno de los argumentos a favor del trabajo presencial es el intercambio de información cara a cara, el cual tiene un valor para el desarrollo de la empresa, puesto que promueve la innovación y facilita la solución de problemas. 

Pero, obviamente, gran parte de la convivencia laboral también depende del chisme. Tanto negativa como positiva, esta información impacta en nuestro desempeño laboral cuando, por ejemplo, evitamos hablar con nuestro jefe porque alguien en el comedor nos alertó de que este estaba de mal humor, o cuando evitamos tocar temas sensibles influidos por información que hemos recibido de terceras fuentes, o cuando nos enteramos de que a alguien le subieron el sueldo. 

Lo mismo ocurre en la academia. En una charla, una vez escuché a un profesor sugerir alejarse de los chismes de pasillo y enfocarse únicamente en ir a trabajar. Ese consejo era todo lo contrario a lo que veía a mi alrededor: no era que estuviera rodeada de una panda de chismosos, pero sí debo reconocer que era en el intercambio de pasillo donde aparecían conversaciones que nunca se darían por correo electrónico, como esos consejos sobre con qué profesor trabajar o cómo solucionar algún conflicto académico. 

Además, en ambientes con jerarquía, como oficinas y universidades, siempre han existido “chismes” de casos de abusos o acoso. Algunas personas intentan desacreditar esta información como chismes sin probar, lo cual puede ser posible, pero también debemos reconocer la falta de procesos y soporte para denunciar estos casos cuando la víctima está en una posición de desventaja. Muchas veces los secretos a voces son la única herramienta para surcar ambientes donde se prefiere ignorar la realidad antes de enfrentarla.

Es el lado bueno del chisme como herramienta para compartir información sin dejar rastro para no tener consecuencias —o como respuesta ante sistemas injustos— el que se está empezando a valorar de forma positiva. El ser tan común en nuestras vidas es la razón por la que diferentes disciplinas investigan por qué los seres humanos son chismosos. La Asociación Americana de Psicologíapublicó un resumen de los estudios más importantes sobre el chisme y en él describen su objetivo como parte de nuestra inteligencia y vida social, de nuestro aprendizaje cultural, e incluso como una forma de tener impacto en campañas de salud pública. Respecto a cuál es el beneficio del chisme, algunos investigadores se inclinan por verlo únicamente positivo para la persona que lo comparte, mientras otros creen que el motivo es el beneficio del grupo, puesto que permite compartir información que beneficiará a todos, por ejemplo, ante una amenaza o ante una persona externa al grupo.

Otros investigadores piensan que los chismes ayudan a ponernos en escenarios hipotéticos para uno, pero reales en la vida de otras personas, que nos ayudan a imaginar cómo resolveríamos esa situación en un futuro. Los chismes nos enseñan a cómo pensar, comunicar y qué acciones juzgar dentro de un grupo pequeño, según el investigador Eric Foster, de la Universidad de Pensilvania. Conocer o no un chisme también afecta en cómo vemos a las otras personas. Un estudio publicado en Science identificó que las personas fijaban más la mirada sobre imágenes de personas sobre las cuáles habían escuchado información negativa, como una forma de protegerse o para reaccionar si esta persona hacía algo negativo. 

Al pensar sobre los beneficios y riesgos del chisme me empecé a dar cuenta de una categoría de chisme que realmente disfruto: el anónimo. A diferencia del chisme de farándula, este es sobre personas reales a las cuales les ocurren situaciones reales, y que no tienen implicancia para mi vida, ni va a afectar mi relación con estas personas porque no las conozco. Indagando sobre este placer culposo, encontré un pódcast que se llama Normal gossip, donde se narran y comentan chismes de anónimos. Como dicen los jóvenes, con este pódcast me reí fuerte, lo cual me llevó a pensar que, más que chismes, son historias inverosímiles y complicadas, lo cual las hace graciosas, que funcionan como señal de alerta sobre hasta dónde pueden llegar algunas personas motivadas por los celos, la manipulación y, cómo no, los chismes. 

Al descubrir y aceptar mi interés por la vida de otras personas, creo que me quedo con la hipótesis de los científicos sobre el fin evolutivo de los chismes, enfocándome solo en aquellos que aparentan tener un impacto positivo, que ofrecen un beneficio para la sobrevivencia del mensajero y del oyente. Pero también con aquellos chismes que nos permiten tener conversaciones necesarias en nuestros grupos sociales, esos con los que podemos medir sobre qué valores estamos juzgando las acciones de las otras personas. Como nos confirma la ciencia, no solo somos curiosos, todos somos también chismosos.

1 comentario

  1. Rosario Elizabeth Atuncar Chong

    Quisiera informarte sobre lo que está sucediendo en Piura donde se encuentra la Cuna del Terrorismo en la periferia de la ciudad y en la parte de la sierra.

    Nadie registra ninguna denuncia por acoso sexual ni por robo ni por violacion.

    Hay algo que debo de contar de como funciona la delincuencia nivel nacional y de como colaboran los Protestantes Adventistas en todos los problemas de la sociedad.

    Este no es mi celular el celular es 947388200. Mi nombre es Rosario Elizabeth Atuncar Chong.

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