Cuando la ciencia se da cuenta de la importancia de la comunicación
La mayoría de los países tienen un Centro de Control y Prevención de Enfermedades, conocidos como CDC, que se encargan de monitorear la salud pública en cada uno de ellos. Pero al mismo tiempo existe “el CDC”, que alude al CDC de Estados Unidos, una institución que hemos nombrado en diversas ocasiones durante la pandemia del coronavirus. La importancia del CDC se debe a que históricamente la agencia estadounidense muchas veces ha marcado la pauta en salud pública más allá de su territorio.
Al inicio de la pandemia esperábamos que las directrices del CDC ayudaran a dirigir la pandemia, pero ahora, después de dos años, podemos decir que fue la pandemia la que dirigió al CDC. Tanto el público general como el especializado han cambiado su opinión sobre esta institución y se aprecian cambios en la confianza que se le tenía luego de una serie de errores, como anunciar el fin de las mascarillas para vacunados de un día para otro, luego retractarse a una posición más conservadora, y una serie de medidas confusas durante el pico causado por la variante ómicron, como la disminución de las cuarentenas para pacientes contagiados.
Uno de los cambios más esperados al inicio del mandato de Joe Biden fue el nombramiento de un nuevo director del CDC, que finalmente recayó en Rochelle Walensky en enero de 2021. Desde que asumió el cargo, Walensky ha repetido en diversas entrevistas que ella era consciente de cómo se había afectado la confianza en el CDC, de lo agotados que estaban los científicos que trabajan en la institución y de los errores en las políticas públicas y la pobre comunicación. Esta semana el reconocimiento de los errores del CDC ha sido más tangible luego de una serie de entrevistas que ha dado la directora tras conocerse los resultados de una auditoría independiente hecha a la institución.
El mea culpa de Walensky empieza por reconocer que el puesto de director de comunicación del CDC estuvo vacío por 4 años, incluyendo los dos de pandemia. Es un error que antecede a Walensky, pero que ella ve como un síntoma de cómo funciona el CDC, que tradicionalmente se veía a sí mismo como una agencia que conversaba únicamente con la comunidad científica. Fue durante la pandemia que dentro del CDC “se dieron cuenta” de que ahora su principal audiencia era el público estadounidense, que revisa la web del CDC para actualizarse sobre información científica y tomar decisiones sobre su día a día. Todos podemos dar fe de eso, pues en más de una ocasión nos ha tocado revisar la web del CDC para saber cuántos días de cuarentena nos tocaba hacer, o si necesitábamos prueba de descarte si pensábamos viajar a Estados Unidos, o qué efectos secundarios podíamos esperar de las vacunas.
Aun siendo conscientes de sus errores de comunicación, el CDC no era capaz de mejorarlos y, como indica Walensky, los problemas son de estructura y no solo en las acciones. Entre líneas, Walensky deja ver que dentro del CDC no solo se aferraban a seguir conversando solo con científicos, sino que abrirse al público no especializado también requería recursos con los que no contaban. Tradicionalmente, los reportes del CDC siempre han sido públicos, pero no siempre el público los ha leído. Este cambio tan fundamental los cogió desprevenidos, pero sobre todo poco preparados, pues ahora necesitaban a más profesionales en comunicación científica que revisaran los reportes que los científicos del CDC publicaban, así como aceptar los cambios necesarios para que estos reportes fueran fuente de evidencia científica y no de desinformación o confusión.
Otro gran cambio que esperan dar dentro del CDC es ser una institución que llame a la acción. Desean que esto se refleje en su comunicación, es decir que cuando leamos algunos de sus reporte sepamos cómo adaptar la evidencia científica a nuestra vida, y no solo ver un documento con muchos estudios pero sin indicaciones claras. Como concluye la directora, este cambio se da porque la ciencia también ha cambiado. Anteriormente, el CDC recogía la evidencia principalmente de estudios publicados en revistas científicas que pasaban la revisión por pares. Sin embargo, el ritmo de la pandemia era mucho más rápido que esto, por lo que tuvieron que dar paso a información más rápida proveniente de prepublicaciones con las cuales podían adelantarse a futuros cambios, en lugar de esperar que los revisores enviaran sus comunicaciones y que los editores de las revistas publicaran los estudios. En el futuro el CDC espera dar lugar a la mejor evidencia en cada momento, en lugar de esperar a la evidencia que el futuro promete, pero que es tarde para la realidad.
No podemos negar que el CDC ha cambiado, tal vez para mal, tal vez para bien. Los errores que actualmente aceptan eran ya males conocidos, pero al mismo tiempo valen como reflexión. La crítica constante de diversos sectores de la sociedad, incluyendo al científico, los ha obligado a autoanalizarse y a cuestionarse cómo una de la agencias de salud más importante del mundo pudo funcionar de forma tan ajena a la sociedad. El reconocimiento público de sus fallas abre el paso a pensar cómo funcionará el CDC en una futura pandemia y a cuestionarse si siguen siendo “el CDC” con mayúsculas, esto es, un centro de control y prevención de enfermedades, o si seguirán siendo un cdc de acción tardía controlado por las enfermedades.
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