Una periodista se hace una pregunta clave sobre el rol de los medios
Leah Sacín Gavancho es una periodista peruana con diecisiete años de trabajo en medios de comunicación masiva. Ha sido reportera, productora, directora y conductora en distintos espacios. En 2020 fundó Voceras, una organización sin fines de lucro que lucha para cerrar la brecha de voces de mujeres en el debate público. Colabora como editora en el medio de periodismo independiente y feminista La Antígona. Es bachiller en Comunicación y Periodismo y realizó un diplomado en Comunicación Política, pero el título que más le agrada es el de mamá de una niña y un niño increíbles.
Un equipo del diario estadounidense New York Times realizó hace un mes una impresionante crónica en Ayacucho y registró en fotografías el dolor de todo un pueblo que lloraba a sus muertos. La jefa de corresponsalía de los Andes, Julie Turkewitz, y el fotógrafo Federico Ríos viajaron por el Perú para reportar con material de primera mano. Su trabajó salió en portada el 19 de diciembre de 2022.
Mientras tanto, los medios en Lima sostenían sus coberturas con corresponsales, nombre que les damos a los colegas periodistas que nos dan información desde el terreno. La definición de un corresponsal suele estar asociada a un territorio extranjero, pero en el Perú se aplica para todos aquellos que reportan fuera de la capital. Generalmente, los corresponsales son periodistas independientes y muchas veces trabajan para dar información a más de un medio de comunicación limeño.
Alguna vez, un colega me dejó pensativa con una pregunta: ¿Por qué les decimos corresponsales a los periodistas que reportan desde nuestro mismo territorio? Quizás se trate de la distancia hecha palabra. Pero en tiempos de este estallido social, principalmente afincado en el sur de nuestro país, una siguiente pregunta se impone: ¿Por qué esta vez no se han destacado reporteros de Lima para viajar a las distintas ciudades y reportar de primera mano los hechos? En la respuesta se pueden mezclar cuestiones logísticas, económicas y , sobre todo, de seguridad.
Sin embaego, las agresiones a colegas se han registrado tanto en Lima como en distintas regiones: con la misma rabia con que protestan contra autoridades de todo nivel, vemos que muchos peruanos se enfocan también en reporteros y camarógrafos. Repudiar la violencia está por descontado, pero me gustaría utilizar este espacio para abrir una pregunta que debería responderse desde la más sincera humildad: ¿por qué? ¿Por qué los ciudadanos de distintas regiones y en Lima repelen a los periodistas de su propio país, pero reciben con hospitalidad a los que vienen del extranjero?
Más allá de narrativas, mensajes de desprestigio y cuestionamientos desde la trinchera política, toca hacer una profunda reflexión sobre el rol de los medios, sobre su naturaleza de llevar información a los ciudadanos y ciudadanas de este país, sobre la importancia de tener credibilidad y, más aún, de recibir el cariño y la acogida en distintas partes del territorio. Toca mirarnos desde abajo y entender que hay mucho por mejorar. Toda crítica es una posibilidad de crecer.
Podríamos, por ejemplo, preguntarnos si sería factible tener reporteros en algunas regiones. Reporteros que pertenezcan a tiempo completo a los medios de comunicación nacionales, que participen de las reuniones editoriales, que traigan diversidad y enfoques a nuestras coberturas. Antes de informar quizás sea necesario escuchar. Pero para escuchar también es necesario abrir el espectro de voces. Algunos medios ya lo han ido haciendo: sociólogos, politólogos y analistas desde las regiones nos ayudan a mirar con profundidad los problemas de ese país que a veces parece ser muchos países a los que no logramos entender. En línea de propuesta pueden surgir muchas ideas, pero todas deberían nacer de una profunda humildad que permita al periodismo reconciliarse con esos ciudadanos y ciudadanas a los que desea llegar con información.
¿Por qué estamos tan lejos?, era mi pregunta inicial. Me atrevo a decir que muchas veces ni siquiera estamos. Miramos cámaras de seguridad o tratamos de verificar videos de redes sociales, pero no estamos del todo en la cancha. No hablamos con las familias de los fallecidos, no asistimos a sus velorios, no hablamos con sus amigos, ni hacemos una crónica de cómo eran esas vidas que se apagaron. No entendemos la protesta porque no estamos transmitiendo desde su corazón. La versión oficial de los hechos, el lado de las autoridades y la información que nos brindan, es solo una fracción de una realidad mucho más compleja, y tenemos que estar mucho más cerca si queremos verla. Es verdad que se hace un enorme esfuerzo en tiempos de crisis, que los periodistas trabajan sin descanso, pero aun así seguimos muy lejos.
Sirvan estas líneas también para reconocer el trabajo de los periodistas en las regiones, de aquellos que muchas veces, con sus propios recursos, de manera independiente y sin tener los mejores equipos o implementos de seguridad, se fajan para tener información en el terreno. Muchos de ellos han sido heridos, agredidos o han visto limitado su derecho a informar. La Asociación Nacional de Periodistas ha hecho un esfuerzo enorme para registrar estos casos. La libertad de expresión se defiende en la cancha.
Me permito cerrar este espacio con una frase de la periodista palestina Shireen Abu Akleh, quien fue asesinada cruelmente el 11 de mayo de 2022: «Elegí el periodismo para estar cerca del ser humano, de los más débiles. No es fácil cambiar la realidad, pero al menos puedo llevar sus voces al mundo». Para no olvidarlo.
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Has puesto en blanco y negro la brecha abierta y cada vez más grande entre los ciudadanos con la «prensa». Una prensa que obedece a grupos de poder y que insulta la inteligencia del que la recibe y que además de atizar la división entre peruanos, pasea por sus sets a lo peor de la política nacional. Excelente jugo Leah, gracias por tu claridad y sobre todo por la coherencia y consecuencia de siempre.