Barriga llena, ¿corazón contento? 


Quizá la felicidad dependa más de tu ciudad que de tu plato 


¿Tienes esa barriga fastidiosa que no para de crecer? ¿O andas con esa “llantita del amor” instalada en la cintura, de la que no puedes liberarte? ¡No estás solo!

Aunque el flamante secretario de Salud Pública de Estados Unidos, RFK Junior, haya sorprendido al mundo invitándonos a comer más grasa saturada (sic), la evidencia científica dice otra cosa: a mayor cantidad de grasa corporal, o mayor Índice de Masa Corporal (IMC), mayores son los riesgos de sufrir enfermedades cardiovasculares, diabetes e incluso cáncer.

El Atlas Mundial de la Obesidad 2025 muestra que el sobrepeso sigue en ascenso y se perfila como una epidemia silenciosa con altos costos sanitarios. En las Américas, tres de cada cuatro adultos tendrán exceso de peso en 2030. En el Perú, la situación no es alentadora: el 30 % de la población ya es obesa en 2025, y el 73 % tiene un IMC superior al saludable. La epidemia también afecta a los más pequeños: el 8,6 % de los menores de 5 años tienen sobrepeso, y entre niños y adolescentes de 6 a 13 años, ¡la cifra llega a 38,4 %!

¿Cómo cambiamos esta tendencia? No se trata solo de lo que comemos, sino también de dónde vivimos. El entorno urbano condiciona nuestros hábitos: cuánto caminamos, si hay parques, si podemos movernos con seguridad o si todo nos invita a quedarnos quietos. Al final, la obesidad y el sobrepeso surgen de un desbalance entre la energía que ingerimos y la que gastamos con el movimiento.

Muchas ciudades modernas, con su oferta concentrada de comida chatarra, el difícil acceso a alimentos frescos y la falta de espacios para moverse, se están volviendo “obesogénicas, es decir, entornos que favorecen la obesidad. En América Latina y el Caribe, los barrios urbanos están saturados de alimentos ultraprocesados: fáciles de comprar, baratos y omnipresentes. En cambio, los alimentos frescos y nutritivos son más caros o difíciles de conseguir.

Un informe reciente de UNICEF alerta que los lugares donde los niños viven, estudian y juegan están dominados por productos no saludables. Y un estudio de la Universidad de Lima señala que las bodegas de barrio, con sus estantes repletos de snacks y bebidas azucaradas, también están moldeando entornos obesogénicos.

Entonces, ¿cómo es tu barrio? ¿Te resulta más fácil encontrar un vendedor de comida chatarra en cada esquina que un parque seguro para hacer ejercicio?

Esta semana se celebra el Día Mundial de las Ciudades, una buena ocasión para pensar en cómo transformar nuestros espacios urbanos en entornos más saludables. UNICEF propone que los gobiernos vayan más allá de las medidas regulatorias, como los impuestos a bebidas azucaradas o el etiquetado nutricional, y apuesten por rediseñar el espacio público para fomentar la actividad física. Entre sus ideas están ensanchar veredascrear zonas peatonales alrededor de escuelasinstalar mobiliario urbano atractivoaumentar la vegetación y conectar rutas peatonales y ciclistas. Todo esto ayuda a que calles y plazas vuelvan a ser centros vivos de comunidad. También sugiere llevar mercados móviles y ferias de alimentos frescos a los parques de barrios periféricos para convertir los espacios públicos en lugares de acceso a una vida más saludable.

En Bogotá, por ejemplo, un proyecto urbano mejoró el entorno de una escuela con paraderos, veredas, mobiliario urbano, jardines verticales y murales educativos. El resultado fue notable: aumentó la caminata, se percibió más seguridad y la presencia femenina creció. En total, el desplazamiento a pie en la zona subió 81 %.

En el Perú, tenemos una gran deuda con los espacios públicos: en la mayoría de ciudades, necesitamos hacerlos más cercanos, accesibles, verdes y seguros, con una programación que invite a quedarse, moverse y convivir.

Aun así, hay señales alentadoras. En los cerros de Independencia, en Lima, los vecinos organizan el EcoFest, una jornada de caminatas, arborización y convivencia comunitaria. En Mangomarca, San Juan de Lurigancho, se diseña una ruta entre parques urbanos y ecoparques de lomas que podría transformar la experiencia de los espacios públicos. Y en otros distritos, grupos vecinales se arman de lampas y compost para crear sus propios pulmoncitos verdes: pequeños bosques urbanos que invitan al encuentro y al movimiento.Barriga llena, ¿corazón contento? Ya no. Hoy el bienestar no se sirve solo en el plato, sino se construye en la plaza, la vereda, el parque y en toda la ciudad.


¡No desenchufes la licuadora! Suscríbete y ayúdanos a seguir haciendo Jugo.pe


Comentarios

Aún no hay comentarios. ¿Por qué no comienzas el debate?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

ocho − uno =

Volver arriba