Nuestra primera heroína


Un relato emocionado de cómo se construyó el recuerdo de María Parado Jayo de Bellido


Hoy, primero de mayo, se conmemora el fusilamiento de María Parado de Bellido y me encuentro en Huamanga para recordarlo en un evento organizado por la municipalidad provincial. Para cuando ustedes lean estas líneas lo más probable es que ya haya participado de la acción litúrgica en la plaza, que se llevará a cabo a las 7 am. Habré visto el izamiento del pabellón nacional, entonado el himno nacional y guardado un minuto de silencio en su memoria. Quizás me encuentre viendo el desfile cívico militar, o la sesión solemne, la escenificación de su muerte o, quizás, la acción escénica transeúnte “Todas Somos María Parado Jayo”.

Esta semana me han preguntado varias veces por qué me interesa este tipo de conmemoración y, aunque por un lado me involucro como una historiadora que tiene particular afición por cómo se construyen y se celebran a las personas que nos resultan heroicas, en esta caso confieso que también tengo motivos personales. Resulta que soy descendiente directa de una de las primeras mujeres que ingresaron en el panteón de los héroes de las guerras de Independencia.

María Parado Jayo de Bellido fue la bisabuela de mi bisabuela. Seis generaciones atrás. Cuenta la leyenda familiar que la abuela de mi padre, doña Olimpia Pacheco de Sobrevilla, fue invitada a las fiestas de la celebración del Centenario como su descendiente, y que mi abuelo dejó registrado en su testamento toda la genealogía que dejó Andrea Bellido, la hija mayor de María Parado Jayo. De esto me enteré cuando a los ocho años me interesé por escribir la historia de mi familia gracias a un proyecto escolar.   

Pero no fue hasta hace relativamente poco que me empecé a interesar realmente por su figura histórica, e investigué cómo emergió desde la memoria local en Ayacucho en el siglo XIX para convertirse durante el siglo XX en la héroe femenina más importante de las guerras de Independencia.

Retrocedamos a mayo de 1822, cuando una mujer analfabeta, de mediana edad, fue mandada a ejecutar en la ciudad de Huamanga por José Carratalá. El general español decidió ajusticiar públicamente, de manera injuriante, a la comerciante de Paras afincada en la ciudad por no revelar el paradero de su esposo e hijo que luchaban en contra de la Corona.

La primera mención que se hace de esta ejecución en un texto con ambiciones históricas apareció 25 años después del evento en el texto del abogado ayacuchano Gervasio Álvarez. En la escueta descripción ya están presentes los hechos más emblemáticos: “Carratalá fusiló a doña María Bellido solo porque le tomó una carta que esta señora escribió a su hijo que se hallaba en las filas del ejército independiente”

Ricardo Palma publicó en 1853 unos esbozos sobre los héroes de la Independencia donde presenta una vez más la historia fundacional, es decir, el fusilamiento debido a su negativa de revelar el autor u autores de una carta firmada por ella donde “se daban noticias importantes para que se salvara una fuerza patriota que iba a ser sorprendida en Quiccamachai, seis leguas distante de Ayacucho”.

Palma nos presenta a una mujer indígena y analfabeta, mientras que los historiadores que escribieron sobre ella un par de décadas más tarde, Mariano Felipe Paz Soldán en 1868 y Manuel de Mendiburu en 1874, no mencionan estas características. Ambos resaltan, en cambio, sus acciones heroicas y su situación de madre antes que su procedencia étnica. 

En 1873, Carolina Freire de Jaimes vuelve al tópico de su origen indígena en su Andrea Bellido. Episodio de la Guerra de Independencia, aparecido en La América Ilustrada, donde la escritora tacneña presenta una mirada de la heroína desde la ficción. En su narración le atribuye el descubrimiento de una conspiración española tramada por un soldado que se venga por el amor no correspondido de una patriota. Cinco años más tarde, en 1878, Freire retoma la historia en la obra teatral María de Vellido, un drama en cuatro actos donde se destaca su heroísmo.

Para el Centenario, María Parado de Bellido ya es parte de la lista de los héroes reconocidos, mientras que en el Sesquicentenario, que fue cuando se destacó la participación indígena en el proceso de la Independencia, fue vista como una de las mejores representantes de la mujer indígena peruana. Virgilio Roel Pinedo la describe como “una india sencilla y valerosa, que únicamente hablaba quechua” y concluye que se negó a darle la información a Carratalá porque se trataba de una “soberbia india”.

Vemos, entonces, que la visión que se ha tenido de ella ha variado con los tiempos, respondiendo a las necesidades e intereses de cada momento. Por ejemplo, hoy se deja de usar su apellido de casada, Bellido, y mas bien se rescata su apellido materno, Jayo, porque es indígena y es el ángulo que se quiere rescatar hoy.

Esto no debería de sorprendernos porque, como escribió Margaret Atwood en 1997: “El pasado le pertenece a quien lo reclama y esta dispuesto a explorarlo y llenarlo de significado para quienes están vivos hoy. El pasado nos pertenece porque somos nosotros quienes lo necesitamos”.

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