Me enfermé, y no de COVID


¿Puede la discriminación afectar nuestra salud? 


Me enfermé casi tres semanas después de la segunda vuelta electoral. Por algunos días me sentí bastante mal y luego tuve que disculparme por mi ausencia con la gente con la que trabajo. Los dos hechos (mi enfermedad y la segunda vuelta), aparentemente desvinculados, tomaron otra forma cuando una compañera de trabajo brasileña me dijo: “Descansa, por favor. Además de todo, Perú ha vivido la tensión de las elecciones”. ¡Y qué tensión! El proceso electoral se ha hecho eterno y 25 días después de emitir nuestros votos seguimos en vilo. Me enfermé cuando pensé que me había rendido. Cuando pensé que ya no me importaba nada cuándo se hicieran oficiales los resultados. 

            ¿Es posible que el proceso electoral, la segunda vuelta, los alegatos de fraude, la polarización, las mentiras, la prensa y otros espantos enfermen a alguien? Creo que el grueso de peruanas y peruanos respondería hoy afirmativamente a esa pregunta (o guardo la sospecha de que sea así). Sin embargo, hay algo que no está en esa lista aunque es lo que me ha tenido más al borde del colapso toda esta campaña y es el mismo motivo que me tenía nerviosa al momento del boca de urna del 6 de junio: una posible victoria del racismo flagrante. 

            En medio de la desgracia del desborde racista, ha sido reconfortante que diversos líderes de opinión fueran contundentes al reconocer su manifestación. Llegamos al punto en que no solo las poblaciones históricamente racializadas como “negras” e “indias” alzaran la voz sobre el racismo rampante. Me parece eso un buen avance. Al mismo tiempo, la violencia ha sido tan escandalosa y despiadada que las reacciones aún son proporcionalmente insuficientes. El racismo peruano necesitaría más que un presidente indígena para deshacer sus siglos de arrastre.

            Mientras hacía oídos sordos al consejo de mi compañera sobre el descanso necesario, imaginé la posibilidad de que el racismo electoral me haya enfermado. Podría ser que mis náuseas no fueran más que mi cuerpo tratando de expulsar la violencia pasiva de la que he sido sujeto durante estos meses.  Sé muy bien que esta vez las expresiones de odio eran depositadas en un grupo al cual no “pertenezco” o en el cual no estoy clasificada. Intuyo, también, que aquellas personas que rápidamente elaboran opiniones sobre alguien con base en criterios raciales, no pensarían dos veces antes de hacer lo mismo con otros “grupos raciales”. 

            Entonces, cambió mi pregunta: ¿es posible que el racismo nos enferme? Resulta que sí y hay evidencia al respecto. 

            Aseverar que el racismo tiene un impacto en la salud de las personas discriminadas racialmente es complicado. El reto más grande es llevar al racismo de un fenómeno abstracto a una variable medible. Por ello, el Dr. David R. Williams[1] desarrolló escalas que le permitieran “medir el racismo” y su relación con la salud en Estados Unidos. Según su relato, “si podemos medir la autoestima, no hay razón para que no podamos medir el racismo si nos lo proponemos”. 

            La violencia policial es una de las causas más importantes de muerte para las personas afroamericanas. Es imposible hacer una afirmación parecida en Perú por cuestiones tan básicas como la ausencia de información desagregada por categorías étnicas y raciales. Interesantemente, las escalas propuestas por Williams pueden dialogar con nuestro contexto. La primera engloba las experiencias más graves de discriminación, como perder el empleo o una detención policial arbitraria. La segunda escala captura las experiencias cotidianas de discriminación: circunstancias en las que la dignidad y el respeto de las personas, a quienes la sociedad no valora, son socavados en el día a día. Recibir un trato menos o nada amable, o un peor servicio en tiendas y restaurantes, son algunos ejemplos.

            Creo que lo que hemos vivido los últimos meses encaja en la segunda escala. Día a día hemos visto, oído y sentido a unas personas menospreciar a otras bajo criterios raciales. Las personas discriminadas racialmente no encontramos nada nuevo en ello. Personalmente, lo aterrador es que esta vez el discurso era absolutamente abierto y formaba parte de una postura política. Una postura política que tenía 50% de posibilidades de ser gobierno. 

            La investigación del Dr. Williams encontró un correlato entre el estrés producido por la discriminación y un riesgo elevado de enfermedades como la presión sanguínea, obesidad abdominal, cáncer de mama, enfermedades cardiacas y hasta muerte prematura. También halló patrones entre lo que él llama discriminación institucional y el acceso a la atención médica. El tema es abundante para explorar y discutir. 

            No digo que haya vomitado un par de días por estar sobreexpuesta al racismo cotidiano. Si funcionara así, ya estaría deshidratada. Esta vez, coincidieron mi enfermedad y el contexto enfermante para hilvanar una realidad sobre la cual hablamos aún menos: el impacto del racismo en la salud de las personas discriminadas. El racismo enferma, literalmente.


[1] Un agradecimiento especial a quien me compartió la presentación del Dr. Williams. 

4 comentarios

  1. Ivan Izquierdo

    Totalmente de acuerdo. También es enfermante descubrir que las personas que nos rodean, supuestamente educadas, cultas y llenas de oportunidades, son capaces de discriminar y demostrar odio. Ha sido un descubrimiento delirante, casi surrealista, un mal sueño que no termina y del que, probablemente, no despertemos en un largo tiempo.

  2. Samuel Adrianzen Merino

    ¡¡¡¡¡¡CU*IDATE!!!!!! y pronta mejoría querida Charun. Las elecciones son verdaderamente enfermizas…. Ver a diario a los mismos protagonistas que hablan las mismas estupideces como por ejemplo la sra. Lourde Flores, que se pasea tarde y mañana por todos los canales, todos naturalmente, favor de la sra. Fujimori. es un descalabro para la salud mental y emocional…. Esperemos que todo esto acabe pronto.

  3. Cecilia Grados Guerrero

    A cuidarse mucho Sharún. Y gracias por este excelente artículo. Todos estos ISMOS, enferman. Hay que denunciarlos, crear espacios para hablar de ellos y combatirlos con mucha inteligencia Emocional, está generación y las venideras, estarán mejor preparadas para identificarlas y rechazarlas, sólo así construiremos una sociedad con igualdad de oportunidades y logrando el bien común para todos. Ya empezamos, nunca creímos vivir lo que estamos pasando, pero es la realidad y hay que enfrentarla con mucha Salud mental. Por un pronto Comienzo!

  4. Daisy Esther Juan de Dios Ortiz

    Los que pensamos y sentimos diferente quizá podamos enviar un poco de salud a lo ocurrido, recibe las buenas energías.

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