Los no negociables de una democracia


O el sentido común que la polarización política parece haberse llevado 


En el imaginario popular, la democracia a menudo se reduce a la elección periódica de autoridades políticas. Sin embargo, esta visión es tremendamente limitada. La democracia es un sistema complejo que abarca mucho más que el simple acto de votar. Es un tejido compuesto por diversas prácticas, instituciones y valores que, en conjunto, crean un entorno donde la libertad, la igualdad y la justicia no son principios abstractos sino garantías en la vida cotidiana de las personas.

Uno de los pilares de una democracia saludable es la existencia de instituciones fuertes y estables. Esto incluye no solo un gobierno electo democráticamente, sino también una judicatura independiente, un parlamento efectivo y respetuoso de las demás instituciones, y organismos de control autónomos. La separación de poderes es fundamental para evitar la concentración de autoridad y para garantizar un equilibrio que proteja a la ciudadanía de posibles abusos.

El estado de derecho es otro componente crítico. En una verdadera democracia, las leyes se aplican de manera justa y uniforme, independientemente de la posición social o política de los individuos. Los derechos humanos, incluyendo la libertad de expresión, de prensa, de reunión y de religión, deben ser respetados y protegidos. Estos derechos son esenciales para que los ciudadanos puedan participar activamente en la vida política y social de su país.

La democracia también implica una cultura cívica fuerte. Esto significa que, más allá de votar, los ciudadanos estén activamente comprometidos con los asuntos públicos. La participación puede tomar muchas formas: involucrarse en organizaciones de sociedad civil, salir a protestar contra decisiones de gobierno, involucrarse en el municipio, debatir en redes sociales. Una ciudadanía informada y comprometida es vital para vigilar el adecuado funcionamiento del Estado. 

La transparencia en la gestión gubernamental y la rendición de cuentas son igualmente cruciales. Los ciudadanos deben tener acceso a información sobre las acciones y decisiones de sus representantes y el gobierno. La corrupción y el abuso de poder deben ser combatidos con rigor, y los funcionarios deben ser responsables ante el pueblo por sus acciones.

Esta idea integral de democracia no debería ser variada o matizada dependiendo de quién esté en el gobierno, de si nos cae bien o mal, de si piensa igual que nosotros o no, o de si está más tirado a la izquierda o a la derecha del espectro político. 

No debería estar en discusión, por ejemplo, que en democracia el Congreso de la República no puede anular a un organismo constitucional autónomo como la Junta Nacional de Justicia por intereses políticos. O ignorar que nombramientos tan importantes como el del defensor del Pueblo o el Tribunal Constitucional deben ser guiados por criterios meritocráticos y de respeto institucional. Debería dar igual si es un congreso conservador, caviar, naranja, rojo o morado.

Tampoco debería discutirse que, en democracia, todo ciudadano tiene derecho a ejercer su derecho fundamental a la protesta sin que ello le cueste la vida, así las ideas por las que protesta nos parezcan absurdas y sus reclamos infundados. Y si esa protesta no es pacífica, la democracia cuenta con las herramientas para juzgarlo y condenarlo, sin vulnerar sus derechos fundamentales.

No debería ponerse en duda que la más alta autoridad del Ministerio Público no puede beneficiar a su hermana investigada por favorecer narcotráficantes, negarse a transparentar su hoja de vida o intercambiar favores políticos indebidos con congresistas para consolidar su poder. Nuevamente, da igual el color político de esa fiscal de la Nación, o a quién persiguió o persigue penalmente.

Mientras no consolidemos esos no negociables de nuestra democracia, no podremos abandonar el agotador espiral de crisis en que nos encontramos, donde los únicos que se benefician de la crisis constantes son las mafias que quieren que nada funcione bien y todos estemos distraídos,  de escándalo en escándalo. Río revuelto y ganancia de pescadores, que, adaptado a nuestra realidad, podría traducirse a: política revuelta, ganancia de las economías ilegales.


¡Suscríbete a Jugo y espía EN VIVO cómo se tramó este artículo! Nuestros suscriptores pueden entrar por Zoom a nuestras nutritivas —y divertidas— reuniones editoriales. Suscríbete haciendo clic en el botón de abajo.


2 comentarios

  1. Hortensia Ferrand

    Alberto, cuando vas enumerando las características de lo no negociable en una democracia yo pienso -con tristeza- que nuestro querido Perú ha sido sumido y convertido en la antítesis de lo que vas diciendo.

  2. Hortensia Ferrand

    Alberto, cuando enumeras las características de lo no negociable en una democracia yo pienso -con tristeza- que nuestro querido Perú ha sido sumido y convertido en la antítesis de lo que vas diciendo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Volver arriba