Recordemos cómo América Latina decidió no ser un territorio con armas nucleares
El interés por las armas nucleares no ha sido exclusivo de la Guerra Fría, ni tampoco la preocupación por las mismas. La sensación global de paz y tranquilidad que hemos vivido en las ultimas décadas siempre ha estado amenazada por aquellos países que nunca se alinearon con los movimientos internacionales por la desnuclearización. Ya que las noticias sobre el conflicto entre Rusia y Ucrania han vuelto a traer las armas nucleares a la conversación es interesante recordar cómo nuestra región fue pionera en el mundo para evitar sus terribles alcances.
Mientras que en Europa muchas personas han empezado a comprar yodo para protegerse de un posible ataque atómico, en Latinoamérica nos sentimos medianamente protegidos puesto que no contamos con este tipo de armas. Sin embargo, la desnuclearización de América Latina no es un hecho fortuito, más bien es el resultado de un esfuerzo sin precedentes.
En 1967, América Latina y el Caribe se convirtió en la primera región en prohibir las armas nucleares. Los representantes de nuestros países se reunieron entonces en Ciudad de México para firmar el Tratado de Tlatelolco, en donde se acordó no producir, ni adquirir, ni probar armas nucleares. La iniciativa fue promovida por México, particularmente uno de los pocos países de la región con capacidad nuclear, pero que vio la necesidad de la desnuclearización después de la crisis de los misiles en Cuba. El promotor del tratado fue el diplomático Alfonso García Robles, quien recibiría el Premio Nobel de la Paz en 1982.
Siendo escépticos, podemos pensar que nuestra región no tenía las herramientas ni los recursos para desarrollar armas nucleares. ¿Por qué firmar un tratado, entonces? Sin embargo, hay que trasladarse al contexto de la Guerra Fría, en el cual el desarrollo nuclear era sinónimo de ciencia, tecnología y desarrollo. Mediante este tratado, los países de la región podían ser partícipes del desarrollo nuclear sin el riesgo de convertirse en territorio de conflicto. La energía nuclear era lo que ahora es la inteligencia artificial, una tecnología con potencial que todos buscaban empezar a desarrollar.
Gran parte de la historia de la nuclearización y desnuclearización ha sido cubierta por las historiadoras de la ciencia Gisela Mateos y Edna Suárez Díaz, quienes argumentan que tener armas nucleares, así como no tenerlas, era parte del desarrollo nuclear. Los países de América Latina se alinearon en no tener armas nucleares pero no lo promovieron de manera derrotista. Se intentaron alejar de la imagen de países del tercer mundo sin recursos o intereses por la ciencia y tecnología y, de forma contraria, promovieron la desnuclearización como una solución moderna para aquellos países que querían participar en la nuclearización sin aumentar la tensión mundial.
De esta forma, América Latina se convirtió en la primera región del mundo poblada en rechazar las armas nucleares. Antes de América Latina, la Antártida era la única región en la que se había acordado por medio de un tratado internacional que no se harían pruebas ni se almacenarían este tipo de armas. Sin embargo, a diferencia de la Antártida, América Latina era una región mucho más extensa y mucho más poblada, por lo que la desnuclearización cobró otro significado.
Podemos pensar que firmar este acuerdo realmente no significaba nada, considerando la falta de recursos de la región, sin embargo, como afirman las historiadoras, significó un gol de media cancha para nuestros países. En especial para aquellos que sí tenían la capacidad de desarrollar su industria nuclear, como México, Argentina y Brasil, que se pudieron enfocar en sus usos civiles, como en las aplicaciones en agricultura, medicina y tecnología, además de recibir financiamiento de instituciones internacionales que promovían la desnuclearización.
En la promoción de la desnuclearización, los países latinoamericanos fueron el ejemplo para otros del considerado tercer mundo. Países que no se encontraban en primera fila en las batallas de la Guerra Fría, pero que se veían afectados por la misma. El tratado de Tlatelolco no fue simbólico, fue más bien un esfuerzo pionero por construir un mundo en el que las naciones podían dirigir sus esfuerzos al desarrollo de tecnología nuclear, mas no al de las armas nucleares y significó una hoja de ruta para nuevas zonas sin la presencia de este tipo de armamento. Como resultado de ello, hemos visto a más países alinearse con la desnuclearización, promoviendo esta realidad paralela que, ojalá, algún día sea establecida en otras latitudes.