Las cifras de julio


De cómo un necesario entusiasmo se convirtió en una decepción


El título de este artículo me tienta a relacionar su contenido con Julio Velarde —que no a Julio Iglesias—, pues ha sido precisamente el presidente del Banco Central de Reserva quien presentó el último 15 de setiembre los resultados económicos del Perú durante el mes que lleva su nombre.

Pero, en verdad, más me tienta a pensar en julio como el mes que perdimos la ingenuidad.

Este año las proyecciones económicas han variado, lo que es normal, porque cuanto más nos acercamos al presente existe más información y se pueden corregir las cifras proyectadas, sea al alza o a la baja. Si la variación que nos convoca hubiera sido al alza y a indicadores más optimistas a futuro, tendríamos otro tipo de comentario en este momento, pero lo cierto es que este año las correcciones en las cifras proyectadas han virado hacia perspectivas pesimistas respecto de la actividad económica.

De acuerdo a lo compartido en la citada conferencia de prensa, los peruanos vivimos los resultados de varios eventos que han debilitado a la economía luego de afectar las decisiones de inversión. ¿Cuáles son esos dos grandes eventos? El primero es lo que la mayoría llama conflictos sociales, aunque yo prefiero llamarlos problemas de legitimidad política. Desde el golpe de estado de Pedro Castillo en diciembre de 2022, muchos peruanos han salido a protestar por diversos motivos. Algunas de estas manifestaciones de descontento han sido violentas en su origen, pero otras han terminado en violencia, no necesariamente por la voluntad de las personas participantes, sino por una innecesaria represión. En ambos casos, la actividad económica ha sufrido por tiendas cerradas, paquetes de turismo receptivo cancelados, transportes que no llegaron a realizarse, etc. 

Llamarlos “conflictos sociales” evoca una protesta sin razón y sin canal de solución. De ahí que prefiera llamarlos problemas de legitimidad política, pues expresan discrepancias sobre el ejercicio del poder que no sabemos canalizar o gestionar. El hecho de que como comunidad, colectividad o sociedad no sepamos resolver una diferencia, y que esto provoque que los ciudadanos tengan que manifestarse y que el poder Ejecutivo entienda que la mejor manera de gestionar estas manifestaciones sea a través de una represión, está reflejando esa falta de legitimidad política que hoy se muestra en números de altísima desaprobación tanto del Ejecutivo como del Legislativo según las encuestadoras más reconocidas del medio. 

En segundo lugar, el otro gran evento que nos está afectando proviene de los cambios en el clima que estamos sufriendo desde hace tiempo, pero que este año parecen no terminar. Nos ha visitado ese Niño costero que hizo de julio un mes que ha extendido la temporada de verano. Este evento, prolongado en el tiempo, vino acompañado de otro que confieso que jamás había escuchado en mis casi siete décadas de vida: un ciclón en el norte del Perú, al que bautizaron como Yaku, y que nos dejó agua por doquier y una gran afectación a la actividad agrícola. Mientras tanto, en el sur del Perú sufrimos una sequía muy fuerte que ya arrastramos por segundo año consecutivo. La combinación de lluvias en el norte y de sequía en el sur nos recuerda los problemas típicos de un fenómeno de El Niño, pero esto no se acaba acá en setiembre, sino que además tenemos altas probabilidades de sufrir un evento moderado y quizás fuerte de un Niño global. Algunos de ustedes tal vez esté pensando que qué le vamos a hacer, si se trata de desastres naturales casi impredecibles. No obstante, lamento decepcionarlos: son riesgos para los cuales tenemos que prepararnos. En realidad, podríamos afrontarlos con una óptima gestión pública a todos los niveles, no solo a nivel del gobierno nacional, sino de los gobiernos regionales y los gobiernos locales. ¿De qué manera? Pues preparándonos, mientras activamos la actividad económica a través del gasto público que se necesita para mitigar los efectos. 

Visto julio de esta manera, en este momento es muy difícil ser optimista con respecto a las cifras de diciembre.


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