La segunda venida


Desde el Perú debemos ver la segunda ola de casos de coronavirus en Europa como noticias que llegasen del futuro. Es decir, como una oportunidad para prepararnos.


“Vamos a esperar a ver qué dice Vizcarra más tarde”, me escribió mi mamá el domingo 15 de marzo. Yo ya tenía las maletas listas para viajar a Lima y terminar las investigaciones para mi tesis. Más tarde Vizcarra lo que anunció fue el cierre de las fronteras y una cuarentena a nivel nacional. El viaje nunca se dio y mi tesis sigue a la mitad. Han pasado siete meses y medio. Hoy el Perú es uno de los países más afectados por la pandemia, con más de 34.000 fallecidos oficiales. Las cifras extraoficiales los calculan por encima de los 80.000. 

            La segunda ola de contagios en Europa ha llegado en una situación completamente diferente, afectando tanto a los países que fueron muy golpeados en la primera mitad del año, como a los que lograron contener la pandemia. En Italia, España y Bélgica la primera andanada no ha conferido ningún tipo de inmunidad; más bien estamos viendo nuevos repuntes en zonas y sectores de la población que no fueron afectados antes. Mientras tanto, países considerados ejemplos de control del coronavirus como Alemania, Francia y República Checa han extremado sus medidas tras registrar hasta 30.000 nuevos casos por día.

            Por otro lado, los países asiáticos, con mayor densidad poblacional que los europeos, han logrado limitar los rebrotes con estrategias de testeo y rastreo más incisivas. China, el país más poblado del mundo y donde se registraron los primeros casos de COVID-19, apenas presenta nuevos contagios. Esto gracias a sus grandísimas campañas de testeo y seguimiento de pacientes infectados con el virus. Por su parte, Taiwán celebra más de 200 días sin nuevos casos reportados, asociando su éxito a la cuarentena estricta determinada solo para pacientes y sus contactos cercanos. Otros países como Camboya o Vietnam también han logrado mantener los números de muertos en decenas, poniendo énfasis en el uso de mascarillas, rastreo masivo y acceso a pruebas. 

            De los países asiáticos debemos replicar el rastreo de casos positivos, el acceso universal a las pruebas moleculares y el uso obligatorio de mascarillas. Mientras que, de los europeos, sería conveniente tomar nota de las consecuencias de una “vuelta a la normalidad” demasiado entusiasta, casi pretendiendo negar la existencia del virus durante el verano. Esto les está trayendo dolorosas consecuencias en el invierno septentrional, una temporada de por sí más retadora para los sistemas de salud por otras afecciones como la gripe estacional. 

            Las experiencias positivas y negativas nos demuestran que nuestra relación con el virus no es solo de coexistencia. Las medidas que tomemos —o dejemos de tomar— tienen una repercusión en el avance de la pandemia. Para el virus del SARS-Cov-2 nuestras acciones cotidianas son una oportunidad para producir nuevos contagios. En el Perú estamos a punto de pasar el millón de casos negativos, pero si “lo dejamos ser”, el virus producirá nuevos picos de contagios y muertes. 

            Algunos expertos esperan que la respuesta a esta segunda ola sea mejor que la primera, en parte por el avance de la ciencia, la mejora de los tratamientos, un menor número de hospitalizaciones (porque el grueso de los casos se está produciendo en personas jóvenes), y una mayor distancia entre la cantidad de casos positivos y los hospitalizados. Sin embargo, la ciencia no se aplica en un ambiente diseñado. La situación peruana actual está muy lejos de ser ideal. Una nueva ola se toparía con nuestro personal médico agotado, una capacidad de pruebas aún insuficiente y la población con fatiga pandémica. Por no hablar del evidente revés económico que entrañaría. 

            El descenso de casos que vemos en el Perú debe ser tomado con cautela. Más que una oportunidad para olvidarnos del coronavirus debería servirnos para reforzar nuestros puntos débiles. Como ciudadanos nos encontramos en una encrucijada: debemos confiar en las estrategias del gobierno, pero al mismo tiempo rechazar aquellas medidas que se tomen sin evidencia científica. Tenemos que ir más allá, eludir lugares abarrotados así se encuentren abiertos, evitar reunirnos con nuestros familiares, tratar de no viajar en avión aunque se permitan los vuelos, anteponernos a la fatiga pandémica aunque estemos cansados y, por último, reprimir nuestras ganas de vivir como anteriormente la Navidad, las fiestas de año nuevo, incluso el verano playero.

            Solo así, con un extra de esfuerzo, podremos en el futuro recuperar las mejores celebraciones de nuestras vidas y, quizá, el próximo año académico. Pero lo más importante, evitaríamos segarle la vida a miles de peruanos que podrían dejarnos si se produce una nueva ola, que podría resultar devastadora como el peor de los tsunamis.

4 comentarios

  1. Ramón González Gullón

    Alejandra, haces un buen análisis de la situación actual de la pandemia del Covid-19 a nivel mundial.
    Podríamos aplicar la fábula del pastor mentiroso de Esopo, para explicar lo que está ocurriendo actual mente con la segunda ola del virus en Europa.
    Buen jugo el de esta mañana.
    Gracias.

    • alejandraruizleon

      «nadie cree a un mentiroso, ni cuando dice la verdad»…será el motivo que la evidencia en boca de algún politicos llega a nuestros oídos sordos! Gracias por el comentario! ARL

  2. Victor Huertas

    Alejandra, me identifico contigo por lo de la tesis suspendida. Fui asintomático y me enfermó más cuando supe que estuvo en mi cuerpo. Siendo noviembre, ya tengo temor de reunirme en las próximas fiestas navideñas y de mi cumple, pero extraño a mi gente, más aún, continuaré en mi estado de hibernación.

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