Una estrategia para mejorar la comunicación sobre las enfermedades
Si hay algo que temer de las redes sociales es la sección de los comentarios. En nuestras cuentas personales es común recibir halagos, saludos, o tal vez algún chiste de mal gusto, y, si hubieran comentarios negativos, no suelen alcanzar la toxicidad que vemos en cuentas públicas, medios de comunicación y organismos públicos. Estas son un campo de batalla que muchos evitamos porque nos supera leer tanta violencia gratuita, malentendidos por no leer bien o, simplemente, tanta información incoherente.
Sin embargo, aunque estas secciones de la mayoría de cuentas me produzcan desesperanza en la humanidad, creo que podemos aprender algo de ellas. A inicios de la pandemia, mi tiempo libre se iba en publicar contenido gratuito sobre el coronavirus y fuentes para contrastarlos. Por entonces, la sección de comentarios de mis redes sociales servían como termómetro para mejorar mis publicaciones, pero también para medir futuros temas a tratar. Lo mismo sucedía con los mensajes internos que recibía que, en muchos casos, incluían información aún más personal y preguntas más específicas.
Los comentarios que recibía —en su mayoría positivos— me ayudaban a conocer cómo se iba transmitiendo la información científica sobre la pandemia. Aunque no hablaba mucho de este tema en redes, este era uno de los aspectos que me movían a publicar con frecuencia, ya que me daba un acceso privilegiado para entender cómo hablamos de ciencia y sobre qué temas. Es así que escuchaba preguntas particulares antes que se hicieran masivas, o las personas me enviaban capturas de pantalla de información inverosímil semanas antes de que la viera replicada en cadenas de WhatsApp y medios de comunicación. El tiempo que ocurría entre esos primeros indicios de nueva información falsa y la corrección por parte de las autoridades era de una semana. A veces, hasta un mes, en el cual la información ya se había compartido miles de veces y, en algunos casos, asumido como verdad.
Es imposible no empezar a trazar similitudes entre lo que aprendimos en la pandemia del coronavirus y lo que pensamos que pueda suceder con el avance de la viruela del mono. Por más diferentes que sean los virus y la poca conexión entre ellos, podemos imaginar que se repetirán errores similares, y con algo de suerte, que podemos hacer mejor las cosas.
Como mencioné en mi último artículo, decenas de pacientes diagnosticados con la viruela del mono han decidido contar su experiencia en redes sociales. Hasta hace unos días, los testimonios provenían únicamente de hombres gais y bisexuales, sin embargo, ahora ya tenemos más información sobre mujeres y niños. Los pacientes comparten sus experiencias con el fin de proveer información a sus comunidades para evitar la estigmatización e intentar responder la mayor cantidad de preguntas sinceras que puedan ayudar a identificar los brotes causados por esta enfermedad. Como se puede prever, el lado negativo de ello son los comentarios homofóbicos, ofensivos e ignorantes que reciben estas personas cuando deciden comunicarle al mundo que han dado positivo al virus de la viruela del mono.
Si tratamos de ignorar los comentarios ofensivos veremos que las personas empiezan a hacer preguntas que aún no han sido respondidas por las autoridades y que deberían incluirse en las campañas de comunicación. Es ahí cuando pienso en el valor que puede tener la sección de comentarios de este tipo de publicaciones para empezar a diseñar información dirigida a responder las dudas de la sociedad. Si, por ejemplo, en el mundo de la moda muchas marcas buscan las nuevas tendencias en las calles y ahora en las redes sociales, las agencias de salud también podrían hacer lo mismo para lograr lo contrario, es decir, buscar los comentarios para evitar tendencias de desinformación.
Por ejemplo, ayer revisé el Instagram de una paciente con viruela del mono en Atlanta, que compartía su experiencia. Por el formato del video solo se veía la cara, por lo que muchas personas le preguntaban si ese era el único lugar donde le habían salidos los brotes y si era porque esa era la zona de contacto. Aunque la pregunta era en doble sentido, se daba a entender que el público general no conoce que los brotes pueden extenderse a otras áreas del cuerpo y que no solo se dan en el primer lugar de contacto. En los comentarios también se leían preguntas, sobre si había recibido la vacuna del coronavirus y cuándo, dando a entender que ya circula información que trata de unir a la vacuna con la varicela del mono, aunque la última se haya identificado décadas antes de la producción de la vacuna del coronavirus. Por último, también le preguntaban si había viajado a África, si tenía contactos con monos, o si su pareja era un hombre gay. Todas presunciones basadas en estigma, desinformación e información falsa compartida en medios y redes.
Nuevamente, en las emergencias de salud no solo aprendemos de los patógenos que las causan, sino también de cómo nuestra sociedad responde a ellos. Del covid aprendimos que un gran componente de cómo manejamos la información se juega en las redes sociales, por lo que la difusión de la información médica no debe ser como un periódico que se distribuye al día siguiente, sino como un cazador de tendencias que busca en la esquina de la sección de comentarios.