Haitianos de paso y lecciones de peso


La ironía de estar varados en un puente llamado “Integración”


Todas las personas hemos migrado en algún momento de forma literal o figurada. Migramos de un distrito a otro o “migramos” de un servidor de telefonía celular a otro. Mi abuela migró del campo a la ciudad. Así, podemos experimentar la migración incluso indirectamente, como parte de nuestras historias familiares. Nos haría bien recordar la experiencia compartida en momentos como estos, cuando una caravana de más de 300 ciudadanos haitianos en Madre de Dios pide ayuda para volver a su país o migrar hacia otro.

            El domingo 14 de febrero un grupo de personas originarias principalmente de Haití, iniciaron una acción de protesta en el puente “Integración” que une el municipio de Iñapari en Perú, con el de Assis en Brasil. La policía reaccionó con un cordón humano para evitar el paso de los caminantes hacia territorio peruano. Como resultado, la caravana decidió permanecer en el área hasta recibir noticias del gobierno peruano. Según algunos medios, el grupo buscaba salir de Brasil debido a la reciente crisis sanitaria y a la crisis económica que afecta al país desde hace años. 

            El lunes por la noche llovió en Madre de Dios y el refugio improvisado por las y los migrantes colapsó. Varados a la intemperie, sin carpas ni alimentos, niñas, niños y mujeres embarazadas no podían seguir esperando. El martes por la tarde circuló un video de la caravana traspasando las barreras de las fuerzas del orden, caminando hacia territorio peruano. 

            Madre de Dios, según el gobernador Luis Hidalgo, ya tiene problemas propios. La región ha sido afectada por las inundaciones, crecida de ríos y las lluvias torrenciales. Como en el resto del Perú, el sistema de salud en esta región está en peligro de colapsar. Las oportunidades laborales, según comentarios en redes sociales, también son escasas. Madre de Dios no está preparada para recibir un flujo de migrantes. Al mismo tiempo, todos estos son problemas que no tienen que ver con las personas que llegan. Han afectado a la población peruana por años y, aunque la tensión por la migración puede empeorarlos, solucionar estos problemas beneficiaría sobre todo a los locales.  

            Las personas haitianas que cruzaron el borde Brasil-Perú, según reportan, no planean quedarse en el país. Están aquí de paso hacia algún país del norte, como Ecuador, México o incluso Haití. Una de las razones detrás de su protesta es el crecimiento de las mafias alrededor del cierre de las fronteras por la pandemia. Los coyotes cobran entre 40 y 200 dólares para atravesar la frontera de forma ilícita. Por esto no sorprende que los migrantes estén dispuestos a pagar por un transporte seguro y legal hacia Ecuador si el gobierno peruano lo provee. 

            “Me parece muy estúpido que nuestros militares tengan armas y no hagan uso efectivo de ellas”, decía una usuaria de Instagram respecto a las y los haitianos pasando el cerco. Ojalá fuera un comentario aislado. “Metan bala” o “deberían construir un muro”, eran otras ideas que surgían como una solución. Entender la migración como una guerra que se gana con violencia, distorsiona nuestro sentido de la realidad. 

            Las crisis migratorias son duras. No solo la población local se siente “incómoda” con la presencia de extranjeros. Aquellos que migran probablemente no lo harían si tuvieran otra opción. Las motivaciones detrás del desplazamiento de un país a otro pueden ser la búsqueda de mejores oportunidades o el escape de la pobreza y la violencia. La criminalización de la migración aplana el crisol de motivos que existen para dejar nuestras familias y nuestro arraigo en el país de origen.

            Mientras veo el video de los ciudadanos haitianos cruzando la frontera, pienso en lo que les espera de este lado. Sus cuerpos, racializados como negros, son percibidos como una amenaza. Me pregunto si experimentarán el racismo con el que ya convivimos los nacionales. Me pregunto si los peruanos y peruanas sentirían tanto rechazo hacia “invasores” de tez blanca, cabello rubio y ojos claros. Es ilógico pensarlo, porque la población que luce estos rasgos no necesita atrincherarse para lograr derechos. La pregunta, de todas maneras, me ayuda a entender que la migración tiene un componente racial y eso explica nuestros bajos niveles de empatía hacia las personas que tenemos en frente. 

            Haití fue el primer país latinoamericano en lograr su independencia. Abolió la esclavitud en su territorio y ayudó financieramente a otros países sudamericanos para alcanzar su independencia. La migración desde ese país hacia el resto de la región se inició siglos atrás. En épocas contemporáneas, con más fuerza a partir del terrible terremoto del 2010, haitianos y haitianas dejan su país de origen y pasan por el Perú para después asentarse en Brasil o Chile. Este breve paso por nuestro país, si dejamos el miedo de lado, es una oportunidad para aprender de las estrategias históricas construidas por la diáspora haitiana para hacer de los lugares a los que llegan espacios de encuentro y apoyo[1]. Apoyo colectivo es, precisamente, lo que puede a mantenernos a flote en medio de la desesperanza que hoy sentimos. 


[1] Carolina Stefoni en el prólogo del libro Migración Haitiana hacia el Sur Andino. Disponible aquí

5 comentarios

  1. Pedro Morillas

    Un sesudo, sentido y bien escrito artículo que debe ser más difundido. Felicitaciones!
    En mi libro “AHORA QUÉ? Después de la pandemia y del capitalismo salvaje” hay más información sobre migraciones.

    • Sharun Gonzales

      Así es Pedro, aún es preciso hablar sobre migración y derechos.

  2. Cecilia Garavito

    Excelente análisis. Los miedos de la población del lugar, los sesgos racistas, las razones de los que migran. Este es un problema de tantas dimensiones que se necesita un análisis claro como el suyo.

    • Sharun Gonzales

      Gracias por tu lectura, Cecilia. Vamos desentrañando de a pocos el problema para solucionarlo 🙂

  3. Jorge Cabrera Gómez

    Poco se sabe de Haiti, se le conoce con como estereotipo de pobreza, sin saber de la riqueza de su historia y su cultura. Petion presidente de Haití le dio barcos y hombres a Bolivar para la independencia de América. Haití posee un conjunto de riquezas que escapan a las frías mediciones estadísticas, riquezas que lo colocan en posición importante en el contexto de países americanos y que tienen en la cultura su máxima expresión. La literatura, la pintura, la música, la arquitectura, la artesanía, el cine, la gastronomía, son entre otras, parte de una muy rica cultura de este bello y querido país, sometido permanentemente a la violencia de la naturaleza.
    El terremoto del 2010 sorprendió en Puerto Príncipe a medio centenar de autores de distintas nacionalidades, participantes en la segunda edición del “Festival des Etonnants Voyageurs” (Festival de los Asombrosos Viajeros), encuentro literario organizado por escritores galos y haitianos que debía comenzar el 14 de enero y que, evidentemente, no pudo celebrarse. El certamen pretendía «abrir los ojos del mundo entero a la realidad haitiana, con sus dificultades, pero también a sus sueños y su vitalidad», («ouvrir les yeux du monde sur le réel haïtien en ses difficultés, sur le rêve haïtien et sa vitalité»), decía el escritor haitiano Lyonel Trouillot, copresidente del Festival. Desgraciadamente, el terremoto consiguió que el mundo acabe centrándose en las miserias de este pueblo. Señalaba también que el Festival celebraría el éxito de los escritores haitianos que en el 2009, habían ganado ¡once premios internacionales de literatura!

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