Elogio a la lectura


Dos casualidades del destino que marcaron mi vida


«Vamos y elegimos lo que queramos», y así nos subíamos al Volkswagen blanco, o tiempo después al Nissan rojo, y nos íbamos a la librería Época en el óvalo Gutierrez, o a El Virrey en su antiguo local de la calle Miguel Dasso. Allí mi madre buscaba libros «de grandes», en tanto yo revisaba la sección para niños. 

Todavía recuerdo con una sonrisa las colecciones de Todos mis monstruos, Elige tu propia aventura,Escalofríos y Asterix, que iban acumulándose en mi primer librero. Mi madre nunca le puso reparo alguno a los libros que elegía, ni trató de imponerme uno, porque sabía que el objetivo era otro. Luego íbamos a la casa –previa parada por un helado, claro– y cada uno se ponía a leer su nueva adquisición. Y así, poco a poco, como quien no quiere la cosa, mi mamá consiguió darme uno de los mejores regalos posibles: el hábito de lectura.

Hace un tiempo leí en una entrevista que nuestro nobel de Literatura declaró que lo más importante que le había pasado en la vida había sido aprender a leer. Yo diría que de las cosas más importantes para mí, más que aprender a leer, fue disfrutar haciéndolo. Sin los libros que he leído sería una versión más aburrida, frágil y torpe de mí mismo. 

Los libros no solo estuvieron ahí en mi infancia, sino que me acompañaron con fidelidad durante la adolescencia. Vargas Llosa, Ribeyro y Bryce –por mencionar solo a tres de mis favoritos de entonces– me permitieron escapar del salón de clases mientras se balanceaban anhídridos carbónicos, o superar esas tardes complicadas donde uno se queda pensando en su lugar en el mundo. Me ayudaron también a imaginar decenas de vidas distintas, y con ello desarrollé mejor una de las características más importantes del ser humano: la empatía. Es más fácil ponerse en los zapatos de otra persona cuando durante años lo has venido haciendo cada vez que abrías un libro.

Luego de la adolescencia, y pese a las obligaciones que fueron consumiendo más mi tiempo, los libros no me abandonaron. Por el contrario, me han permitido construir refugios en tiempos de incertidumbre o ansiedad. Además, leer ha ayudado a que me exprese mejor, tanto al escribir como al hablar, lo que ha sido clave en mi desarrollo profesional.

Cuando era niño no lo sabía, pero vaya que fui muy afortunado. Mi madre era una voraz lectora y mi familia podía comprar libros: esas dos casualidades del destino marcaron mi relación con la lectura. 

Pero algo tan importante para enriquecer nuestras vidas no debería depender así del azar. Las escuelas y las bibliotecas públicas cumplen, o mejor dicho, deberían cumplir en esto un rol clave. 

Lamentablemente, la lectura muchas veces es vista como una obligación tediosa dentro de un sistema educativo paporretero, y la oferta de libros en el aula responde a una mirada anacrónica y pomposa de lo que esta actividad debería ser. Las bibliotecas públicas son escasas, y en muchos casos son edificios desangelados, que gradualmente son carcomidos por oficinas burocráticas, y cuyos catálogos se actualizan solo cuando por milagro aparece una donación.

Afortunadamente existen las excepciones que nos muestran que las cosas pueden ser distintas. Colegios que se esfuerzan por ofrecer libros y planes lectores que cautiven a los alumnos, y bibliotecas hermosas, con bibliotecarios comprometidos que enfrentan la precariedad con creatividad e ilusión. Ojalá pronto las excepciones sean la regla. Y que la lectura como placer y como oportunidad estén al centro de nuestro desarrollo como personas y como sociedad. Todo ser humano lo merece, sin que importen tanto las casualidades del destino.

2 comentarios

  1. Milagros Echecopar

    Tan cierto! Para mí fueron unos tíos que me acogieron en su casa por un tiempo y después me invitaban a pasar vacaciones de invierno y verano con ellos. Cuántas horas pasé en su biblioteca, escogiendo libros y leyéndolos sin apuro, disfrutando el conocer tantas vidas, lugares y culturas diferentes.

  2. Ada Paca Palao

    Grandioso, yo trato de generar ese hábito con mi hijo, espero lograrlo, hoy en día los adolescentes tienen otros medios también para leer on line o los libros digitales. Saludos.

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