Unas líneas para respondernos quién es el mejor futbolista de la historia
A pesar de los días transcurridos, no termino de asimilar la muerte de Pelé.
Se tendría que haber sido un niño que pateó una pelota en los 60 o los 70 para entender hasta qué extremo el tesoro nacional del Brasil fue para mi generación el símbolo del fútbol. A mí, específicamente, no me tocó verlo jugar en la época del mítico Scracht de México 70, aunque sí en el Cosmos, junto a una pléyade de estrellas en el final de sus fulgores, cuando era el principal embajador del fútbol en el gigante territorio estadounidense. Sin embargo, por entonces, de vez en cuando los programas deportivos transmitían extractos de sus mejores jugadas del pasado. En una era sin la repetición de las redes sociales, aquellos atisbos dominicales a su genialidad se grabaron a fuego en mis retinas y le aportaron legitimidad a su ubicuidad mediática como figura de las marcas más influyentes, de cada Copa del Mundo que se inauguraba y hasta de películas producidas en Hollywood: cómo olvidar su participación bajo la dirección de otra leyenda, John Huston, en Escape a la victoria.
En efecto, Pelé era omnipresente y le añadía un influjo mítico a lo que entraba en su contacto; lo que antes carecía de significado, se impregnaba de grandeza: quizá no esté de más recordar que mucho antes de que Maradona fuera ovacionado como el genio que fue en las canchas, el número 10 de su espalda ya había sido llenado de simbolismo por el brasileño.
Cada estrella de fútbol tiene una narrativa que la coloca en los estantes mentales de los pueblos. La que colocó a Edson Arantes en el trono de rey que nadie le discutió no solo tiene que ver con sus logros como goleador y alzador de tres Copas del Mundo, sino también con dos condiciones fundamentales que lo separaban del resto. En primer lugar, era un atleta por consenso de los dioses: saltaba más alto que nadie cuando de cabecear se trataba, corría con una velocidad digna de campeonatos de atletismo; si bien era de pierna diestra, marcó más de un tercio de sus goles con la izquierda, y, encima, era un buen arquero. De hecho, tapó de manera oficial en cuatro oportunidades. En segundo lugar —y para entender bien este aspecto habría que viajar en el tiempo—, era negro, nacido en un país desigual y en desarrollo, cuando la segregación racial oficial todavía era común en el mundo: que un niño lustrabotas de sus características llegara a ser proclamado el atleta del siglo; que en un país que había sido esclavista como Brasil fuera declarado tesoro nacional e intransferible al extranjero, y que su presencia con el Santos para jugar un partido de exhibición llegara a provocar una tregua en la guerra civil de Nigeria son muestras de un hito que no se ha vuelto a repetir, al menos no en el fútbol: esta falta de rotundidad siempre será necesaria cada vez que recordemos que alguien del tamaño de Muhammad Ali vivió en el mismo siglo que el rey brasileño.
Quién sabe si la muerte de Pelé, no muy alejada del campeonato de Lionel Messi con Argentina en Catar, no haya sido un guiño del destino para que coloquemos las emociones deportivas dentro de una perspectiva histórica: últimamente han recorrido las redes distintos tributos a las jugadas mágicas de Pelé en las que las nuevas generaciones pueden constatar que las proezas que esta época audiovisual le atribuye a futbolistas contemporáneos ya habían sido facturadas por el brasileño en su momento. Constituyen un compendio admirable de rabonas, túneles, chalacas y gambetas que, al ser observadas en blanco y negro, a su manera nos recuerdan que no existiría la grandeza de Einstein si antes no hubiera existido la genialidad de Newton. Es una lástima que la falta de tecnología nos haya privado en esos recuentos del mítico gol de los cuatro sombreros que anotó con el Santos; sin embargo, como amante de los relatos que nos recuerdan la belleza de la imperfección, siempre preferiré como legado en mis pupilas su gol frustrado ante Mazurkiewicz en México 70, una prueba irrefutable de su rapidez mental y de su cerebro privilegiado para procesar geometría sobre el rectángulo de césped.
Como cualquier lector avispado habrá adivinado, es posible que esté escribiendo esto para refutar a quienes, demasiado alegremente, opinan que cualquiera de los grandes futbolistas aparecidos en los últimas décadas es el mejor de la historia, y también para llamarle la atención a quienes usan las estadísticas gremiales de la actualidad1 para comparar épocas en las que ellas no eran tomadas en cuenta.
Los trofeos, galardones y las marcas quebradas son indicadores imprescindibles para establecer la pertenencia a una élite deportiva, pero dentro de ese rebaño reducido existen muy pocos que, siendo deportistas, también le han aportado al mundo una belleza que se asemeja al arte. Pelé no solo quebró todos los récords posibles y no solo movilizó a multitudes que acudían a verlo en todo el planeta: su plasticidad y elegancia física no ha vuelto a ser repetida en un césped.
Sé que estas líneas caerán en saco roto entre quienes no lo admiraron en su época, porque la gratitud al campeón se forja en el microsegundo en que la hazaña es conseguida: quien haya gritado en directo un gol de Maradona o de Messi2 jamás pondrá a nadie más a ocupar ese pecho. Que estas palabras ayuden, al menos, a equilibrar el exceso de entusiasmo que hoy se percibe hacia las estrellas de la era del TikTok y a acercar a Edson Arantes al lugar que se merece. Percibo, por fortuna, que no estoy solo en el duelo y que la memoria colectiva se está haciendo sentir: en la misma semana en que murió Pelé, murió un papa.
Y mucho más que a un papa, se lloró al rey.
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1 Si usted ha visto estadísticas que refutan a Pelé como el más grande futbolista de todos los tiempos,
quizá le convenga hacerle clic a estas cifras de Visual Game.
2 César Luis Menotti, sin embargo, gritó los goles de Maradona y Messi y, aun así, declara en esta entrevista que Pelé era de otro planeta en comparación con cualquiera.
Fantastica descripción de un personaje idolatrado por la mitad de Brasil, más el personaje que jamás se identifico contra las dictaduras latinoamericanas,un análisis sentimental del triunfo individual….y futbolistas como si eso significará un cambio social determinante.
Claro.
Sin embargo, me parece que pedirle a Pelé que, encima de todo lo reseñado, fuera un jugador político, ya es buscar un dios como imagen de nuestros deseos
PELÉ
«Para lo personal» (¡cuando no!) considero el siguiente el mejor gol, la mejor jugada, de todos los tiempos… Era una final, ¡Y no había cumplido aún los 18!
https://youtu.be/CXMHV1rOxDk
Saludos
Feliz Anio Gustavo y familia>> estoy re convencido y de acuerdo del 100% de tu bellos articulo sobre Oi Rei Pele…lo maximo siempre y por siempre! gracias por ponerlo en blanco y negro, faltaron estadisticas como la de 1 000 y + goles que nadie supera y las famosas 3 copas ’58, ’62 y ’70
Mi querido Benny, gracias por tu comentario.
¡Te envío un gran abrazo!
En efecto, es impresionante.
Ni me imagino el impacto de verlo por prinera vez.
Un abrazo.