El cine animado nacional luce todo su vigor y diversidad en el Festival de Annecy
Manuel-Antonio Monteagudo es un productor y realizador francoperuano. Entre sus últimas producciones están el corto animado «El Motor y La Melodía» (dirigido por Juan Limo Giribaldi, más de 30 selecciones internacionales y 5 premios al mejor corto) y el webdocumental ODDAFIP, financiado por la Unión Europea. Además, está dedicado a la promoción de la Educación Mediática junto con su asociación «A Mí No Me La Hacen», premiada por la UNESCO en 2021.
Guirnaldas arcoíris cubren el ventanal del teatro de Bonlieu, mientras que otras adornan las paredes medievales del Café des Arts. A la entrada del puesto de acreditaciones, el inmenso dibujo de una Katrina guitarrista, acompañada por demonios sonrientes y luchadores de cachascán, recibe a los aficionados de animación que han venido hasta los Alpes franceses para el más grande encuentro de su industria.
En la calurosa semana de junio, no hay rincón de la ciudad de Annecy que no celebre a su festival internacional de cine de animación y a su país invitado, México.
En el parque Du Pâquier, una pantalla espera a las multitudes que ocuparán el pasto para las proyecciones nocturnas. El paseo junto al lago es invadido por hordas de caminantes, bicicletas y mototaxis que van y regresan del Impérial Palace, un imponente hotel estilo Belle Époque a las afueras de la ciudad. Cada sala de ese edificio de siete pisos alberga conferencias, presentaciones de películas por venir y encuentros entre cineastas de todos los continentes. Entre los visitantes ya corren los rumores sobre los estrenos más esperados, las Master Class de leyendas como Jorge Gutiérrez, Rintarō o Guillermo del Toro, o algunas de las fiestas exclusivas de Netflix, Pixar y la delegación mexicana.
Aunque no ha llegado el verano, la energía cálida que cubre a Annecy durante los ocho días del festival nos invade a todos. No hay habitante de esta apacible ciudad de banqueros que no piense dedicarle al menos una noche a algún avant-première o a la proyección de un clásico de la animación. Puede parecer peculiar que esta villa medieval, escondida entre el lago y la montaña en la frontera con Suiza, se haya convertido en el corazón batiente del cine de animación. Y, sin embargo, no hay animador en Tokio, Cracovia, Yaundé o Puno que no haya oído de Annecy —en el Perú no nos decidimos si pronunciarlo “Áneci” o “Anecí”—, una tierra prometida del cine animado con aires de pueblito de película de Miyazaki.
En algo deben contribuir los ya míticos tráilers promocionales que en los meses de abril anuncian la llegada del evento. Cada uno de esos cortos, verdaderas fábricas de nostalgia, presenta una ciudad habitada por personajes animados que disfrutan de los placeres del festival: desde los cafés de la ciudad antigua hasta las inmensas salas de cine Bonlieu, pasando por un chapuzón en las aguas del lago. Desde hace ya 63 años Annecy acoge al festival, y sus habitantes tienen claro que este evento ha ayudado a poner su ciudad en el mapa.
Este verano, el festival recibió una nada desdeñable delegación de peruanos. Organizada por PromPerú a inicios de 2023, la delegación reunió en un mismo stand a una docena de directores y productores de múltiples estudios, sumergidos juntos en el corazón del MIFA.
¿Qué es el MIFA? Estas siglas pueden serle indiferentes a quien recién descubre el festival, pero para los adictos a la animación, el MIFA es la meca. El Mercado Internacional del Festival de Animación es donde las grandes productoras negocian el nacimiento de nuevas series y películas, y donde reclutan a jóvenes animadores deseosos de probar su valía en la industria.
Su reino es un laberinto de toldos blancos que se extiende a los pies del Imperial Palace, donde se exhiben stands de todos los países y todos los estudios de animación imaginables.
Recorrer el MIFA como productor es un desafío al autocontrol: son tantas las oportunidades de proyectos y colaboraciones, que uno se arriesga a ser devorado por las reuniones, olvidando la razón por la que vino y los proyectos que pretende defender.
El MIFA tiene un lado poético: es el sitio donde sueños de películas son presentados al mundo, para después ser aclamados o demolidos en el encuentro con los productores. Recorriendo el mercado, descubrí series épicas sobre guerreros araucanos de Patagonia, largometrajes de ciencia ficción sobre luchadores de Camerún y documentales animados sobre familias sobreviviendo al conflicto en Siria.
Esta atmósfera de proyectos por venir es encandilada por una industria en pleno renacimiento, pues son tiempos emocionantes para amar la animación. Desde la aparición de películas como Into The Spider Verse y Pinocho de Guillermo del Toro —que han sabido mezclar los formatos 2D, 3D y Stop-Motion—, los proyectos han redoblado su ambición. Cada año, nuevos estrenos revelan nuevas formas de narrar y crear universos: desde triunfos mainstream como The Mitchells vs. The Machines, hasta sorpresas inesperadas como Deep Sea. No es de extrañarse, por tanto, que los pasillos del MIFA sean recorridos tanto por realizadores ilusionados con sus nuevos proyectos, como por niños con cara de perdidos, maravillándose por esos fragmentos de películas en formación.
Dentro de la delegación peruana estábamos unos cuantos representantes de estudios con recorridos y ambiciones maravillosamente diversas. Los habían antiguos, que venían a presentar sus nuevos largometrajes; otros grandes y exitosos, que firmaban proyectos de series con las mayores productoras del mundo, y también estudios fundados en distintas regiones del Perú, que venían a proponer universos visuales y narrativos que el mundo de la animación aún no había descubierto.
Diagnosticar una industria joven y aún pequeña como la animación peruana es un ejercicio complicado.
Los milenial recordamos que el primer largometraje animado peruano con éxito comercial fue Piratas en El Callao, de Eduardo Schuldt. Su productor, Hernán Garrido Lecca, estuvo presente en el stand para presentar su nueva película, Milagros, una osa extraordinaria. Durante los años 2000, las creaciones de Schuldt dominaron la producción animada peruana, y hasta hoy sigue siendo el autor peruano más prolífico en el formato de largometraje. Sin embargo, la década de 2010 vio el nacimiento de un ecosistema cada vez más sólido de productoras basadas en Lima. Dedicadas a una animación de calidad para fines publicitarios o de “servicios”, algunas han llegado a hacer secuencias para series y videoclips mundialmente conocidos. Hoy por hoy, las productoras limeñas están sin duda conectadas al mercado internacional, disfrutando un notable crecimiento que las está llevando, en algunos casos, a atreverse a la aventura del primer largometraje.
Sería un grave error, sin embargo, hablar de la animación peruana sin mencionar el desarrollo del cine animado en regiones. No en vano, todos los años el prestigioso Festival Ajayu convierte a Puno en el epicentro de la animación peruana. Es el espacio donde se revelan las últimas creaciones animadas nacionales e internacionales, y se recibe a invitados de renombre para enseñar animación a las nuevas generaciones. Encuentros como Ajayu han fomentado el nacimiento de productoras de animación en otras ciudades como Arequipa, Pucallpa, Tacna y Cusco, menos enlazadas con el mercado extranjero, pero con una imparable ambición artística y narrativa.
En estos inicios de década, el dinamismo del cine animado de autor es cada vez más notable. Cortometrajes galardonados y de orígenes diversos como Alba, de Elva Arrieta, Pukito, de Henry Ticona, El motor y la melodía, de Juan Limo Giribaldi, o Hampuy Amta Haru, de Jimi Carhuas, han demostrado la ambición de la nueva generación de animadores de todos los rincones del Perú.
El stand peruano de Annecy fue un espacio para reconocernos entre animadores y, quizás, para pensar en unir fuerzas. Un motivo para entrever nuestros puntos fuertes y débiles, y las oportunidades para crecer juntos. También fue el momento de descubrir a los que habían emprendido su camino prácticamente solos, como los innumerables jóvenes animadores que contribuyeron a proyectos tan grandes como Across the Spider Verse, Unicorn Wars o Star Wars Visions trabajando remotamente desde distintas ciudades del Perú.
Pero, ante todo, el stand peruano sirvió para poner un poquito más a nuestra animación en el mapa mundial. Más de una vez, algún visitante sorprendido nos confesó que no sabía que en el Perú se hacía animación tan bella.
El festival de Annecy terminó el sábado 17 de junio y, aunque han transcurrido varias semanas, no estoy seguro de haber recuperado todas mis energías. No obstante, salí de ese encuentro convencido de que en el Perú está creciendo algo notable. Al conversar con productores peruanos y del mundo, noto que esta industria creativa, movida por el talento de dibujantes y narradores ansiosos de compartir sus historias, reboza de una energía que nada detiene.
¿Cuántas historias nos hemos contado, cuántos paisajes nos han inspirado, que aún no hemos podido llevar a la pantalla ? Confío en que esta delegación peruana será la primera de muchas, y que a cada cita en el verano francés acudiremos con proyectos cada vez más deslumbrantes de este arte que los peruanos estamos empezando a dominar.
Y algún día, quizás, las calles de Annecy celebren la animación de nuestro país.
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Qué buen artículo sobre un arte del que se conoce poco en el propio país.