El otro Oppenheimer 


El tío de la bomba atómica cambió cómo enseñamos la ciencia


Hoy iré a ver Oppenheimer y hay varias temáticas que espero encontrar en la película: los conflictos internacionales como motor científico, el poder destructivo de la ciencia, el arrepentimiento de Robert Oppenheimer, entre otras cuestiones frecuentes en conversaciones sobre la historia de la ciencia. Pero también tengo un interés particular: ver si la película nombrará al otro Oppenheimer. A Frank Oppenheimer. 

El hermano menor de Robert Oppenheimer compartía más que el apellido y una generosa herencia con el creador de la bomba atómica. Los dos eran físicos, los dos fueron parte del Proyecto Manhattan, los dos tenían relación con el Partido Comunista estadounidense y los dos abogaron por el uso pacífico de la energía nuclear después de los bombardeos atómicos de que causaron daños irreparables a las comunidades de Hiroshima y Nagasaki. Pero el lugar en la historia de Frank Oppenheimer se debe más a su labor en la enseñanza y divulgación de las ciencias, como la creación del museo Exploratorium de San Francisco. 

Siguiendo el consejo de su hermano mayor, Frank Oppenheimer estudió Física en la Universidad de Johns Hopkins. Esto lo llevó a tener una estancia de investigación en el laboratorio Cavendish en Cambridge, Reino Unido, que es uno de los laboratorios de Física más prestigiosos del mundo. Completado el doctorado y su estancia postdoctoral, Frank se uniría a diferentes laboratorios que fueron parte del Proyecto Manhattan, que dirigía su hermano. Estos incluyeron su participación en la Prueba Trinity, la cual fue la primera detonación de un arma nuclear estadounidense, en Nuevo México, que probó la efectividad de la bomba y que también afectaría a la población latina y de nativos americanos que habitaban en esa zona. 

En los años siguientes a la guerra, Frank Oppenheimer se uniría a su hermano en el activismo por el uso pacífico de la energía nuclear. Su carrera como investigador y docente prosiguió en la Universidad de Minnesota. Sin embargo, solo duró dos años, pues el Washington Times Herald reportó su afiliación y la de su esposa en el Partido Comunista. Al inicio, Frank negó las acusaciones, pero finalmente terminó renunciando a su posición de docente y se recluyó con su esposa en un rancho de 600 hectáreas en Colorado. 

La compra del rancho es en sí un dato curioso de la historia de la ciencia. Los esposos Oppenheimer, desterrados por su participación en el Partido Comunista, lograron comprar el rancho gracias a que vendieron un cuadro de Van Gogh que era parte de la colección de arte heredada de los padres de Oppenheimer. Este es un dato curioso que dio lugar a un hecho transformativo. En el rancho de Colorado, Frank Oppenheimer empezaría a cuestionarse sobre cómo interpretamos y enseñamos la ciencia. Sus caminatas por la naturaleza serían la inspiración para una nueva forma de enseñar las ciencias, que pudo materializar años después cuando se relajó su persecución política y pudo convertirse en el profesor de la escuela local. 

Siendo el único profesor de ciencias de la secundaria Pagosa Springs de Colorado, Oppenheimer iniciaría sus primeros experimentos con la divulgación. Gracias al apoyo de otros físicos, dejaría la enseñanza secundaria para volver a la enseñanza universitaria, donde pudo construir la “Biblioteca de Experimentos”, una colección de cien modelos de laboratorio diseñados para escolares. Esta pequeña colección no solo fue el primer resultado del interés de Oppenheimer por la divulgación, sino que también se convertiría en el precursor del museo interactivo de ciencias más importante del mundo: el Exploratorium de San Francisco. 

Después de una estancia de investigación en Europa, Frank Oppenheimer volvió a Estados Unidos convencido de dos cosas: se necesitaba asegurar las siguientes generaciones de científicos y se necesitaba nuevos espacios para lograrlo. Uno de estos espacios eran los museos de ciencia inspirado por los museos europeos. Oppenheimer creía que la enseñanza de la ciencia debía responder a las necesidades de las siguientes décadas: necesitaban un museo para prepararse para el futuro, no para entender el pasado. Esto lo llevó a rechazar un trabajo con el Smithsonian en Washington y a empezar el “San Francisco Project”.

Tras una campaña de recaudación de fondos y de apoyo político y social, Frank Oppenheimer inauguró por fin el Exploratorium de San Francisco, un espacio cuya placa inaugural prometía “un museo comunal dedicado a la conciencia”. En 1969, el “Exploratorium de Frank” —como lo menciona la web de este museo— abriría sus puertas con un nuevo formato de enseñanza de las ciencias. Atrás quedaban los objetos históricos para dar lugar a una colección creada para despertar el interés de los visitantes que jugaban, aprendían y se emocionaban con las ciencias. Como aseguraba la mente de su creador, un lugar para que visitantes de los 0 a los 99 años descubrieran la belleza del conocimiento científico. 

Sin duda, el Exploratorium es un experiencia diferente, divertida e inolvidable. No obstante, el impacto del museo de Oppenheimer no solo se ha medido según las impresiones de sus visitantes. Cuando el Exploratorium abrió sus puertas, la enseñanza de la ciencia no se veía como algo especialmente divertido, ni tampoco se centraba en los niños, como ahora sí ocurre. El interés por la experimentación y la experiencia del público que promovía el Exploratorium se replicó en museos alrededor del mundo, desde museos tradicionales que han incorporado colecciones interactivas, como el Museo de Tecnología de Berlín, hasta museos interactivos como el Museo ITINTEC, que fuera creado en Lima en 1979 por Jorge Heraud y José Castro Mendívil, nuestro Oppenheimer nacional. 

La fuerza transformadora del Exploratorium también ha sido revisada por historiadores de la ciencia, quienes reconocen el carisma y talento de Oppenheimer para la enseñanza de la ciencia y, al mismo tiempo, explican el contexto en el que creó su proyecto. Cuando el Exploratorium abrió sus puertas, el interés por las nueva generaciones de científicos respondía, en parte, a la tensión creada por la Guerra Fría, la cual dio también un empuje al interés en la divulgación y enseñanza de las ciencias. Historiadores como Rodney Ogawa, Marcel LaFollete y Melvin Kranzberg han señalado que el interés por crear museos de ciencia donde esta se presenta como ganadora, dejando a lado las controversias científicas y el poder destructivo de la misma, también estaba influenciado por los años post bomba atómica en Estados Unidos. Aunque el contexto bélico ha cambiado, y hasta se ha olvidado su influencia en estos museos interactivos, aún se mantiene la forma en que la Guerra Fría cambió la divulgación y la enseñanza de la ciencia para hacerla más interactiva y centrada en las vocaciones científicas. 

Tal vez todas estas interpretaciones y datos curiosos sobre la vida de Frank Oppenheimer no aparezcan en la película que lleva su apellido. Tal vez su nombre no sea mencionado en tantos libros de texto de ciencias o en museos de ciencia como el de su hermano Robert. Sin embargo, no es descabellado asegurar que cada libro y museo de ciencias en la actualidad llevan el sello y sueño intelectual de Frank, el otro Oppenheimer.  


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