Decir adiós


No actualizar los protocolos frente al Covid perjudica nuestra salud mental


Al inicio de la pandemia se contaba con muy poca información sobre el Covid-19 y cómo era que uno podía contraerlo. Por ello se adoptaron una serie de medidas extremas de prevención, tomando como referencia otras enfermedades altamente contagiosas. Era acertada la lógica de que mejor resulta ser precavido frente a las amenazas que no terminamos de conocer hasta contar con mejor información. 

Finalmente, la información llegó con diversos estudios sobre las posibilidades y riesgos de contagio en diferentes situaciones. Aun así, muchas de aquellas viejas medidas que debían desaparecer siguen presentes en nuestra vida cotidiana: dudosas mediciones de temperatura al entrar a un local, cajas con desinfectante para las suelas de nuestros zapatos, mucho plástico y alcohol en spray para nuestros deliveries, y  tantas otras acciones que no nos protegen en absoluto frente al virus.

El problema no es solo la inutilidad de ellas y el desperdicio de recursos, sino que además generan una falsa sensación de seguridad y nos distraen de las verdaderas medidas de protección que deberían estarse implementando. De nada sirve que ese supermercado te llene de gel desinfectante si al mismo tiempo es un local absolutamente cerrado. Está plenamente demostrado que la ventilación es una de las principales armas contra el Covid-19, infinitamente más que la desinfección de las superficies. Pero los “protocolos de bioseguridad” vigentes de la gran mayoría de locales comerciales o restaurantes parecieran indicar lo contrario. 

Y esto sucede no solo en el sector privado, ocurre también con las medidas establecidas por el Estado y que tienen un impacto directo en nuestra vida. En un reciente artículo publicado en el portal Sudaca, Michele Panduro, Coordinadora General del Comando Covid-19 del Hospital de Tingo María, hace un recuento de las desfasadas directivas del sector Salud sobre la gestión de los cuerpos de las personas fallecidas por esta enfermedad. Lo que más llamó mi atención fue lo relacionado a los velorios.

Según las normas vigentes, si una persona fallece por Covid-19, no se permite que su familia pueda realizar un velorio. Distinto es el caso de las personas que fallecen por cualquier otra causa. Ahí sí está permitido un velorio con aforo limitado. ¿A qué se debe esta diferencia?

Al inicio de la pandemia no se sabía si los cuerpos de las personas fallecidas por coronavirus podían generar contagios. Lo que me indican desde el sector Salud es que se siguió la recomendación de la Organización Mundial de la Salud, que era aplicar los protocolos que se siguen frente a virus como el Évola. Medidas extremas frente al peligro desconocido. Ello implicaba desinfectar la casa, cremar el cadáver del paciente y prohibir cualquier tipo de interacción de las familias con el cuerpo de su familiar. Conforme se tiene mayor información, esos protocolos se deben ir modificando, como corresponde. 

El problema es que en este caso las modificaciones han sido insufientes, pese a la evidencia con la que contamos. Hoy sabemos que los cadáveres no transmiten Covid. ¿Por qué, entonces, aún no se permite tener velorios con aforo limitado, como en el resto de los casos?

Este no es un tema anecdótico o menor. Tiene un impacto directo en la salud mental de cientos de miles de compatriotas que han visto partir a familiares y amigos por culpa de esta pandemia.

Conversé sobre la importancia de los velorios con Elena Sipan, directora de la Fundación Elisabeth Kübler-Ross Perú, a quien deben recordar por el interesante Caiguazoom que tuvo con Gustavo Rodríguez hace unas semanas sobre la pérdida y el duelo. Elena me comentó que los velorios son piezas clave dentro del proceso de duelo de las personas. Como todo ritual, permite tener cierto predictibilidad en un momento de cambio brusco e indeseado. Nos crea un orden lógico de acciones para la despedida y nos ayuda a procesar lo que está pasando. Se forma una suerte de comunidad de contención emocional, donde está permitido llorar, estar triste, consolarse mutuamente. Es la oportunidad para hablar de quien falleció de una manera que no se volverá a dar después. Los velorios y sus dinámicas tienen un momento específico y son irrepetibles. Se trata de la oportunidad para comprender lo que ha pasado y asimirlarlo mejor, en compañía de otros que también se encuentran afectados.

Evitar los velorios le quita a las personas esta oportunidad y afecta su proceso de duelo. ¿Cuál es la lógica para ello? La mayoría de países cuenta con protocolos claros que nos dicen qué hacer cuando una persona fallece de Covid, incluyendo el número máximo de personas que pueden asistir a su velorio. El nuestro es uno de los pocos que sigue con prohibiciones draconianas. 

Las medidas contra el Covid tienen que protegernos en todos los sentidos. Eso conlleva también usar la nueva evidencia disponible para actualizarlas como corresponde, y permitirnos llevar con normalidad actividades que sabemos que no representan el riesgo que se temía inicialmente. Las consecuencias de no hacerlo pueden ser mayores de lo que estamos imaginando.

4 comentarios

  1. Fernando Meléndez

    Absolutamente de acuerdo con lo manifestado por el autor de la nota. Hoy por hoy, esas medidas, que de “bioseguridad” no tienen mas que el nombre, ademas de ridículas y desfasadas para lo único que “sirven” es para que la gente gaste dinero que no tiene.

  2. ELAR

    Gracias Alberto. Se tiene que reconocer el esfuerzo de las autoridades para extremar medidas, pero a la vez se debe exigir que estas vayan acorde a las evidencias científicas y no se esté privando innecesariamente a la personas de aspectos esenciales para la salud mental.

  3. Gonzalo Quijandria

    Interesante y muy importante tema. Muchas personas no envían a sus familiares contagiados con Covid a hospitales por temor a no volver a verlos nunca más si el desenlace es fatal. Y otro tema relacionado es la medida estatal que mantiene por 18 meses la falta de educación presencial o semipresencial en la mayoría de escuelas en el país, lo que ya afectó y sigue afectando la calidad de la educación, la salud mental de los niños y muchos otros problemas relacionados. Estudios en todas partes del mundo y con las diversas variantes existentes (incluidas realidades tan precarias como nuestras escuelas públicas) indican que el contagio de niño a niño, y de niño a adulto, es muy bajo, pues son los adultos quienes representan el mayor foco de contagio. Con la vacunación de docentes iniciada el pasado viernes (recién!) se debería retornar a clases, al menos semi presenciales, en todas las escuelas del país.

  4. Sandra Iju

    Es válido tu análisis y concuerdo pero yo trabajo en servicio Funerario y lamentablemente las personas no utilizan los protocolos, nuestro país no está preparado para acatar normas básicas de convivencia, siempre pensamos en nosotros mismos antes que en los demás. He visto lo duro q es no poder despedir al ser querido, pero también he visto como no se cumple con los protocolos en un velorio, por mas que se diga q es aforo restringido la gente le saca la vuelta a la norma.

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