Cuando los estados piden perdón


¿Qué hacer para que los pedidos de disculpas históricos tengan un impacto real?


A veces los Estados piden perdón. Lo hacen para reconocer su responsabilidad en el trato oprobioso que se dio a grupos de ciudadanos en algún periodo determinado, y buscando cerrar capítulos de la historia que generan especial vergüenza. A este ejercicio se le suele denominar “disculpas históricas”. 

            Existen numerosos pedidos de disculpas históricas que pueden ser resaltados. Hay varios realizados por países europeos por hechos ocurridos durante la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. En nuestro continente también se han dado diversos casos. Estados Unidos ha realizado más de un pedido de perdón, por ejemplo, al ahora estado de Hawaii por el derrocamiento de su reina local en 1893, que llevó luego a la anexión de las islas. También al pueblo afroestadounidense por la terrible historia de esclavitud y las posteriores leyes de segregación racial, entre otros casos.

            Canadá, por su parte, ha brindado tres disculpas históricas, las tres bajo el gobierno del primer ministro Justin Trudeau. La primera, por las políticas migratorias racistas que trataron de impedir la llegada de inmigrantes asiáticos e indios. La segunda, ante las naciones indígenas, por el internamiento forzoso de miles de niños en residencias escolares durante tres décadas. Y la tercera, a la comunidad LGBT+, por las campañas de represión que por décadas se realizaron contra personas de la comunidad que formaban parte del servicio público y las Fuerzas Armadas.

            En el Perú se han emitido disculpas históricas en dos ocasiones, ambas durante el segundo gobierno de Alan García. En 2009, el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables emitió una resolución que pedía perdón al pueblo afroperuano por el legado de esclavitud y largo abandono. Y en 2011, el propio presidente pidió perdón a la comunidad nikkei por las vejaciones que se cometieron en su contra en 1941, durante la Segunda Guerra Mundial.

            Al mismo tiempo, también hemos sido receptores de pedidos de disculpas. En el 2010, la entonces presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner pidió perdón al Perú por el tráfico ilegal de armas al Ecuador llevado a cabo por el gobierno de Carlos Menem en la década de los 90.

            Lo simbólico tiene poder, pero también limitaciones claras: cada vez que se plantean pedidos de disculpas, renace el importante debate sobre el alcance de estas. ¿Qué deben incluir para que cumplan su objetivo? Considero que para que estas disculpas sean realmente significativas y no queden en un gesto protocolar, tienen que constar de cuatro elementos:

1) El reconocimiento de que se hizo algo malo.

2) La aceptación de responsabilidad por haberlo hecho.

3) Una expresión de pesar y remordimiento tanto por lo hecho como por el daño generado.

4) Acciones concretas de reparación y compromisos hacia el futuro.

            Normalmente, los estados asumen los primeros tres puntos sin problema. Las cosas suelen entramparse con el punto 4. ¿Qué tipos de reparaciones deben aplicarse para estos casos? ¿Cómo calcular los daños en casos tan graves de impacto humano? ¿Y qué acciones concretas deben tomar los estados para garantizar que algo así no vuelva a ocurrir?

            En el caso peruano, los dos pedidos de disculpas –a la comunidad afroperuana y a la comunidad nikkei– no vinieron acompañados de reparaciones o planes específicos para enfrentar el legado de ambas problemáticas. Y, como nos lo recuerdan los recurrentes casos de racismo en nuestro país, el problema que hizo posible los agravios objeto de disculpas sigue presente en nuestra sociedad.

            El caso de Canadá es más dramático. El pedido de perdón a las naciones indígenas se dio formalmente en el parlamento canadiense en el 2017. Pero cuatro años después, hace pocos días, se ha hecho un descubrimiento espeluznante: fosas comunes con cerca de mil tumbas clandestinas de niños y niñas indígenas en antiguos internados. Un hallazgo que da cuenta de una política del estado canadiense de entonces, que ha sido calificada por la Federación de Naciones Indígenas Soberanas como genocida. 

            Esto ha generado un nuevo pedido de disculpas por parte del gobierno de Trudeau. La respuesta de Greg Rich, líder de la nación Innu, uno de los principales pueblos indígenas de Canadá, ha sido contundente:  «Nuestros ancianos no están listos para aceptar una disculpa realizada solo sobre una pequeña parte de nuestra experiencia(…) Realmente no pienso que Canadá está verdaderamente preparada para disculparse con los innu si no incluye el reconocimiento de otros daños sufridos por nuestro pueblo. No estoy convencido de que Canadá comprenda todavía lo que ha hecho a los innu y lo que sigue haciendo».

            Esto último señalado por el líder innu es particularmente relevante: “lo que sigue haciendo”. ¿Se puede pedir disculpas cuando el agravio se mantiene, o cuando éste sigue generando consecuencias negativas? 

            Hace poco en Estados Unidos se ha realizado un ejercicio de reparación histórica que resulta interesante. El distrito de Evanston, en Chicago, ha aprobado un programa de reparaciones para los residentes (y descendientes) que sufrieron las documentadas políticas de vivienda racistas durante el siglo XX, que tenían por objeto excluir de la ciudad a la población afroamericana. Evanston es consciente que su comunidad afro sigue sufriendo las consecuencias de ello, por más que las prácticas ya no estén vigentes de forma legal. La forma de reparación –ayudas económicas para asuntos vinculados a la vivienda– fue previamente consultada y consensuada con los potenciales beneficiarios. Si bien las propias autoridades reconocen que se trata de una medida limitada, no deja de ser algo histórico: esta es la primera vez que una ciudad de Estados Unidos realiza una acción concreta de reparación a las víctimas del racismo.

            El Perú en pocos días llegará al bicentenario de su historia republicana. Muchos de los traumas de exclusión y violencia siguen muy presentes en nuestra sociedad. ¿Cuántas disculpas históricas aún debe nuestro Estado y qué hacer para que tengan un impacto real? Creo que lo principal es entenderlas, no como un acto puntual, sino como un proceso más complejo. Se debe trabajar directamente con la población afectada, construir juntos qué se entiende por desagravio, qué se debe hacer para que no se repitan en el futuro, y cómo solucionar las consecuencias negativas que se mantienen en el tiempo. 

2 comentarios

  1. Hola, buenos días
    El remordimiento debe ser reemplazado por el arrepentimiento, que significa hacer un cambio de actitud frente al agravio cometido y ejecutar una acción que lleve, como bien dicen en el texto mencionado, a ejecutar lo que sea necesario y al lado del agraviado, los mecanismos que resuelvan o modifiquen el daño y dejen en claro sobretodo que esa acción de reparar, permanecerá en el tiempo para evitar futuros de olvido, segregación y/o discriminación hacía el prójimo y sus necesidades para vivir amparado en sus derechos y deberes según lo dicta la ley y la constitución.
    Es difícil por no decir imposible que el ser humano adulto responsable como autoridad, cambie sus posiciones frente a su comunidad, si estás son malas claro está.
    Educar desde niños y jóvenes en valores y principios nos augura en buena medida, un adulto digno de elegir a representarnos como autoridad, gente proba debe ser preparada desde su niñez.

  2. Luis Cáceres Alza.

    Cuánto avance podemos lograr con sólo ofrecer una disculpa de corazón , q a su vez conlleva las otras 3 acciones mencionadas x De Belaunde.
    Excelente artículo. Muchas gracias x compartirnoslo.

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