Una oda a las primeras veces y a las mujeres pioneras en el Perú
Cerca a mis cuarenta años de edad –expresión que me encanta utilizar pese a que acabo de cumplir 38– encuentro que hay pocas cosas realmente grandes y significativas que haya experimentado recientemente por primera vez. Tal vez me equivoco, pues ya me han comentado que a los cincuenta uno sigue experimentando primeras veces –valga el guiño a Natalia Sobrevilla–, pero encuentro menos instancias de lo que podría llamar “hitos” en mi historia personal.
Sin embargo, en unos días más estaré experimentando uno que me permito compartir con ustedes: estaré presentando mi primer libro en la Feria del Libro de Lima. Este es, ciertamente, un hecho de suma importancia para mi vida académica, además de profundamente significativo en la historia de mi vida. Trabajar Reflexiones sobre el Perú: Más Alla de su Bicentenario ha sido una labor extremadamente interesante, además de retadora y desafiante; cuyo producto ha logrado reflejar mi apuesta personal por hacer un análisis del país amplio y comprensivo, que involucre múltiples voces –académicas y de sociedad civil–, y que incluya temas poco explorados en el análisis político. No pretendo con mis columnas, ni ahora con el libro, que usted esté de acuerdo conmigo o convencerle de nada –algo que anuncié en mi primer artículo de Jugo de Caigua–, sino presentar una perspectiva adicional o darle un poco de luz a algún punto que tal vez no consideró inicialmente respecto de los temas tratados. Mi motivación final, que espero se evidencie a través de mis textos y mi trabajo docente, es invitarle a repensar nuestra realidad política y social y nuestro rol, personal y colectivo, en el desarrollo del Perú, buscando un aporte a las viejas conversaciones que tenemos sobre el país y generando nuevos diálogos donde no los hay.
Al pensar, sin embargo, en mis motivaciones para este trabajo también me he preguntado cuáles serían las de algunas mujeres para quienes sus primeras veces no solo fueron un hito en su historia personal, sino en la historia del Perú. ¿Sabrían que cuando abrían esa puerta, o pasaban ese umbral, efectivamente nos abrían la puerta a todas nosotras? ¿Sería este un efecto nada más, o seria parte de sus objetivos de vida? ¿Sabrían que su historia de vida seria parte de la historia del Perú?
Pienso en mujeres como Miriam Schenone, primera ministra de la Mujer; en María Bonilla de Gaviria, designada primera directora de la Biblioteca Nacional en 1973; en Juana Ubilluz de Palacios, Manuela Billinghurst López, Lola Blanco Montesinos de la Rosa Sánchez, María Mercedes Colina Lozano de Gotuzzo, Carlota Ramos de Santolalla, Matilde Pérez Palacio Carranza, Alicia Blanco Montesinos de Salinas y María Eleonora Silva y Silva, que fueron las primeras mujeres electas como diputadas de la República en 1956, donde además la última fue la más joven. Pienso en Irene Silva Linares de Santolalla, nuestra primera mujer senadora, y en Ilda Urízar, la primera ministra de Salud en 1987. Pienso en Dora Narrea Valdivia, primera mujer en postular a la presidencia de la República en 1990, y en Beatriz Merino, la primera defensora del pueblo que tuvo el Perú y primera premier en Latinoamérica; así como en Delia Revoredo Marsano de Mur, primera jueza mujer del Tribunal Constitucional; en Delia Zamudio, primera mujer secretaria general de la CGTP en 1975; en la embajadora Carmela Aguilar Ayanz, primera mujer inscrita en el escalafón del servicio diplomático de la República y primera mujer en llegar al cargo de embajadora en 1972; y en las señoras Paulina Arpasi, María Sumire e Hilaria Supa, primeras mujeres representantes –aimara la primera y quechuas las siguientes– en el Congreso de la República. Y aunque seguro se me olvidan muchas mujeres más, no podría dejar de mencionar a Lourdes Barriga Abarca y María Dibós Mori, las primeras mujeres coroneles del Ejército Peruano, ascendidas en 2018; a Ángela García Estación y María Elizabeth Hinostroza Pereira, primeras mujeres generales de la Policía Nacional del Perú, ascendidas en 2017; y a Nuria Esparch, primera mujer ministra de Defensa, designada en el 2020.
Nuestra historia está compuesta de muchos varones a quienes recordamos constantemente y que están inmortalizados en nuestros libros de Historia; así como de algunas mujeres cuyo coraje no podía ser negado o escondido en esos mismos textos. Mientras tanto, y sin embargo, muchos de nuestros logros, aunque significativos para la historia del país, quedan en manos de las y los investigadores curiosos que, como quien escribe, tienen interés en rescatarlas o poner una luz sobre ellas. Hay muchas formas en que lo personal se hace político. Quizá debamos mirar un poco más allá. A lo mejor identificamos a nuestro alrededor, y a través de nuestra propia curiosidad, que muchos otros momentos políticos también son históricos.
Buen artículo, Mariela. Muchas de las nombradas son políticas; y ojalá entren más mujeres en ese ámbito a ver si solo por probabilidades, bajamos los niveles de corrupción en el país. Sin embargo, tenemos las juristas que escalan posiciones a punta de esfuerzo y excelentes hojas de vida y a todas las anónimas emprendedoras, impulsoras de comedores, del vaso de leche, entre otros colectivos, mujeres a las que se les confía encargos mucho más relevantes para la salud y economía nacional. Me quedo con excelentes personajes como Delia Revoredo, Marianella Ledesma y sumo a ellas a María Elena Moyano. Y seguro podemos seguir comentando sobre muchas más.