Crochet electoral


Un tapete caprichoso a dos semanas de las elecciones


Mi madre se acerca a los 90 años y esta vez no va a votar, lo cual no impide que se asome a la discusión pública. Cuando hace un tiempo le dije que Julio Guzmán era una de mis dos opciones, torció la boca: “Ese es un maricón”. 

            Ella, como muchos, quedó impactada por ese video de vigilancia de hace unos años, donde el hoy candidato huye a paso ligero del incendio en un departamento. Imagino y caricaturizo la película que pasa por la mente de mi madre: la doncella que clama por ayuda en el balcón de su castillo, cercada por las llamas, mientras el caballero la abandona, cuando lo que probablemente se dio fue un acuerdo consensuado entre los amantes luego de medir el peligro y otras implicancias. Guzmán no es un dechado de magnetismo ni de personalidad, dones cruciales para ganar una elección, pero sí ha hecho un extraño trabajo al que los peruanos no le prestamos atención como es debido: mal que bien, apostó por institucionalizar la política. Creó un partido con los estándares debidos y no un cascarón con sus iniciales o el brazo político de una empresa. Solo por eso, que hoy tenga alrededor de un 2% de preferencias no solo es injusto, sino una muestra de que toda elección es una tómbola de ficciones y no un cotejo de hechos demostrables.

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            En el debate organizado por América TV tuve la impresión de que las dos candidatas mujeres –Verónika Mendoza y Keiko Fujimori– se mostraron mucho más preparadas que los tres candidatos varones. Haciendo oídos sordos a la ideología –cada una está en la antípoda de la otra–, ambas respondieron sus preguntas sin evadirlas, sin perder los papeles y sin quedar como improvisadas. ¿Pero no ha sido esa la historia de las mujeres en el ámbito académico y laboral? ¿No suelen ser ellas las más aplicadas y las que suelen tener mejores desempeños, para que sean los hombres los que terminan en las portadas?

            A veces siento que para ser líder de una organización, a un hombre le basta con estar por encima del promedio de la mediocridad. Para ocupar ese mismo puesto, a una mujer le pedimos ser extraordinaria.

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            Si tuviera que darle un consejo, uno solo, a Verónika Mendoza, este sería: sonríe más. En el debate que ya he mencionado se produjo un instante mágico cuando, en la ronda de preguntas no políticas, mencionó a sus hijas, al cuy de su abuela, al Cienciano del Cusco. En mi opinión, Mendoza fue la mejor argumentando y respondiendo aquella noche, pero el factor X de los ganadores no se encuentra exclusivamente dentro de esos linderos. El carisma no se lleva bien con los ceños fruncidos.

            Soy el primero en aplaudir a la izquierda por señalar las injusticias que nos cercan. 
Por otro lado, ¿cómo sonreír mientras se señalan privaciones, desigualdades y crímenes sociales? Quién sabe si tal misión no sea en, el terreno de los gestos, un lastre en cada elección: lamentablemente, el rictus de la denuncia no ayuda a la izquierda a desembarazarse, a mi parecer, de su principal tara: la falta de humor.

            La ceñuda superioridad moral, casi por definición, es antipática.

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            El hecho de que Acción Popular, una mazamorra de caudillos, tenga a la fecha una intención de voto tan apreciable solo evidencia la importancia del valor de una marca. (Coca-Cola, por ejemplo, fabrica agua endulzada, pero su marca es la chispa de la vida). 
Esa lampa asociada a Paniagua es lo único que vale. 

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            No existe palabra más utilizada en las elecciones presidenciales que “cambio”.

            En Perú, pasando revista al vuelo, aparecen Fujimori y su Cambio 90, García y su cambio responsable, Kuczynski y Peruanos por el Kambio. Pero no se trata de un fenómeno peruano o latinoamericano: el ser humano tiende a pensar que siempre puede estar mejor y de ahí las aventuras que nos han llevado a poblar otros continentes o a mezclar mayonesa con ketchup. Sin embargo, en nuestra sociedad, cuando se trata de política, el pedido de cambio se vuelve clamor: será que en este aspecto específico ya le hemos demostrado al mundo que somos un país Hold my beer.

            Intuyo que esa es la sustancia que ha hecho que un muchachote como George Forsyth haya alcanzado tanto protagonismo en esta justa electoral: un exarquero de un club simbólico, que habla algo más articuladamente que los futbolistas que declaran rumbo al camerino, que tuvo una incursión municipal en un distrito emblemático y que es el prototipo de los popularísimos concursantes de Combate o Esto es Guerra. No tendría que repetir mucho su cantaleta de la “mismocracia”: él encarna el “cambio” en sí mismo, tal como Belmont o Fujimori hace 30 años.

            Pero estos son otros tiempos: lo que entonces era el requisito primordial, hoy es uno más de los ingredientes. Todo cansa, incluso los outsiders. Quién sabe si pronto no querramos cambiar ese tipo de “cambio”.

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            Las elecciones son meros concursos de narrativa. Un auditorio enorme y diverso, imbuido de sus propias ideas, ve actuar a un grupo de aspirantes que tratan de hacer creíbles y factibles sus propias narrativas a la mayor cantidad de asistentes.

            Se trata de un remolino de ficciones encontrándose –colisionando la mayoría de veces– hasta que suena una campana y se dan los resultados.

            Sostener una ficción implica sagacidad para que no se vean los hilos, los espejos, los zurcidos en la tela negra. Por ello, una gran cuota de autenticidad ayuda mucho y ahorra decepciones y debacles: cuando un lector nota a un narrador fingir, o a un candidato mentir, el escenario del ilusionismo se desmorona.

            Construir una ficción también equivale a tejer con mucho cuidado: de ahí que los lectores hablemos de tramas, de hilos narrativos, de urdiembre. Este tosco tapete que acabo de armar con parches ha sido un pobre intento por explicarme el caos de estos días.

13 comentarios

  1. Valeria Vela

    Qué dilema es escoger un voto responsable. A pesar de buenas ideas y buen plan de gobierno sino tienes un buen líder a la cabeza no llegas al objetivo. Y por el contrario si tienes un buen partido estructurado y de trayectoria no garantiza que seas un buen candidato. ¿Y ahora por quien valdrá la pena votar?

    • Gustavo Rodríguez

      Por lo menos, por buenos candidatos al Congreso.

    • Migdonio

      La palabra correcta :ficciones. Nos dejamos llevar por nuestras ideas, y esas ficciones proyectadas por los «neo-mesías» políticos que cada tanto prometen cambio o mejora. ¿Quién no quiere mejorar?. Somos humanos y nos abrazamos al cualquier atisbo de cambio, a veces cambio para uno mismo y su entorno cercano nada más. Mucha suerte en estas elecciones y con esta pandemia. Mucha suerte Perú.

      • Gustavo Rodríguez

        Muchas gracias, la vamos a necesitar.

    • Miguel Ángel Guerrero

      Hay un test que anda rodando por la redes sociales para detectar y alinear sus valores e ideales con la oferta electoral. Tómelo y aférrese con valor a sus resultados. Ese es mi mejor consejo.

  2. Wagner Rieti Arias Llallico

    Sólo agregar que el Partido Morado es institucional en Lima, pero en regiones está perdido, creo que el problema radica en que tenemos una realidad en Lima y otras en las regiones en dónde se promete todo lo que del Ejecutivo.
    Nos falta mucha conciencia y conocimento en el tema de la separación de poderes y cómo es que funciona el Estado, además de las implicancias que existe en delitos «Trafico de influencias»
    Tener candidatos no debe ser por la figura popular, sino por las propuestas, pero estamos a años luz de que pase ello, tenemos que educarnos y educar a la población para elevar este debate, saludos

    • Gustavo Rodríguez

      Gracias por el comentario, Wagner.
      Un abrazo.

  3. Ana Ibarra Pozada

    De acuerdo con lo que señalas del partido morado, a Guzmán le falta aplomo, lamentablemente lo del incendio lo arrastra hasta ahora. Con relación al debate Verónica Mendoza fue la mejor, me conmovió cuando habló de la partida de su madre hace 10 años, quien salga elegido/a debe conocer las diversas culturas, idiosincrasias, somos un país multicultural, aunque dos de mis hermanas piensan votar por RLA, me chanco la cabeza, una persona medieval y que le huye al debate The Horror.

  4. Gloria Dunkelberg

    Su comentario sobre el Debate, en canal 7 hoy, ha sido exquisito… La decepción…El Resultado doloroso…Candidatos que no son «héroes creíbles del cambio…» Me conmovió su lenguaje poético. La descripción del discurso de De Soto insuperable. ¿Por qué no es Ud. comentarista de tv, además de escritor, comunicador y editor de Jugo de caigua ?

    • Gustavo Rodríguez

      Estimada Gloria, expresas una generosidad que no merezco.
      Me manejo mejor escribiendo que hablando (en realidad, siempre he escrito para no tener que hablar), pero te agradezco muchísimo ese acto de fe que me ha alegrado el día.
      ¡Un gran abrazo!

      • Gloria Dunkelberg

        Su lenguaje no existe en los medios…por fino, por puro, por honesto…Un abrazo también…y gracias también…

  5. Gloria Dunkelberg

    Eso ! » La ceñuda superioridad moral, casi por definición, es antipática.» Cuando era universitaria, hace 55 años, me sorprendió ver a mi Profesor de Sociología, Abelardo Sánchez León, sonriendo en clase y haciendo bromas…¿Quizás porque era poeta? (Rastro de caracol). Se lo dije y se rió aún más…Los sociólogos, los antropólogos y la izquierda peruana siempre están molestos como Verónica Mendoza…siempre adusta…Al ver su linda sonrisa en el debate, cuando dijo: ¡¡Cienciano papá!!, recordé a mi Profesor de Sociología.

  6. Gloria Dunkelberg

    Sin duda alguna…Julio Guzmán merecía una oportunidad. Creó un Partido coherente y convocó una excelente lista de candidatos al Congreso con gente honesta, nueva, capacitada e innovadora.

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