Con mi porno no te metas 


Un aspecto de la guerra que Putin quizá haya menospreciado 


Hace cerca de veinte años, cuando en el Perú corría casi sin oposición el discurso de una apertura incondicional a las inversiones extranjeras, una modesta campaña brotada en una zona rural de Piura llamó la atención de muchos citadinos. En Tambogrande, orgullosa tierra productora de limones, aparecieron pancartas y afiches con el lema: “Sin limón no hay cebiche. No a la explotación minera”. Este hecho fue muy comentado por entonces. La atención originada por esta campaña levantacejas* fue uno de los obstáculos para que Manhattan Minerals pudiera lograr lo que hoy se conoce como licencia social y, un tiempo después, abandonó el proyecto. 
Es interesante observar que en un país centralista como pocos, donde los limeños tienden a ignorar los dramas que ocurren a 100 kilómetros de sus trayectos, aquella vez los capitalinos le prestaran especial atención a las protestas de unos agricultores anónimos y lejanos. El enlace con la cotidianidad, por supuesto, fue la clave: si la encomiada gran minería –que según los capitanes de la empresa privada aseguraba un desarrollo sin bemoles– se interponía entre mi cebiche y mi cerveza, quizá podía considerar dejar de defenderla por esta vez.
La sabiduría popular tiende a empaquetar de manera sencilla las creencias universales.
“Ojos que no ven, corazón que no siente” podría ser el epígrafe de una tesis sobre la campaña que he mencionado y, también, de las recientes sanciones económicas de Occidente a Rusia por la invasión a Ucrania.
Una gran diferencia entre los conflictos entre países de la primera mitad del siglo XX y este en el siglo XXI es la existencia de botones nucleares en las principales potencias: cuando la desaparición masiva entra en juego, los tanques y aviones calientan motores en neutro. Además, en este siglo de impresionante interrelación económica entre naciones, hay daños que pueden infligirse sin necesidad de pólvora. Es sabido que la camarilla de oligarcas rusos que rodea a Putin se ha convertido en uno de los blancos de la comunidad internacional que apoya la soberanía de Ucrania. El hecho de que la Sociedad para la Intercomunicación Bancaria haya decidido apartar a los bancos rusos del acceso al sistema SWIFT de transferencias internacionales es una demostración de ello, no menos singular que la decisión de Suiza de congelar los activos de los oligarcas, empresas y bancos rusos –aunque sin comprometerse a la apertura del secreto bancario–, o la mediática sanción en Reino Unido a Roman Abramovich, propietario del Chelsea F.C. 
Sin embargo, ya que la distancia que existe entre la cotidianidad de esos billonarios y la del ciudadano ruso promedio puede ser tan grande como la que media entre un limeño acomodado y un agricultor de limones en la sierra, son las recientes decisiones de ciertas transnacionales las que podrían ayudar a hacer una mayor mella en la popularidad de Vladimir Putin. ¿Qué sentirá el millón de hogares rusos suscritos a Netflix al saber que no pueden seguir accediendo a la serie que los tenía enganchados? ¿Qué sentirán los jóvenes que habían hecho de Starbucks parte de su rutina? ¿Y los adictos a Mac Donalds y a la Coca-Cola? ¿Los que compraban por Amazon? ¿Quienes pagaban con Visa o Mastercard? ¿Los que se dividían entre Microsoft y Apple? ¿Cómo tomarán los rusos que su selección de fútbol no sea parte del mundial y perderse esa emoción que podría haber inundado sus casas? ¿No es una gota más en el proceso de sentir que tu país se va convirtiendo en un paria? Y aunque no es oficial que el servicio haya sido cancelado por decisión corportiva, ¿cómo tomarán los usuarios de Pornhub el hecho de que su interés más íntimo se vea afectado por una guerra que ocurre a miles de kilómetros de su papel higiénico?
Lo que no te afecta, no te moviliza. Uno puede tener sentimientos pacifistas y, aun así, tolerar una guerra lejana mientras el día a día nos va absorbiendo. Es el consistente minado de los beneficios y placeres que dábamos por hechos los que pueden llevar a una acción.


La propaganda oficial en Rusia, sin embargo, no es para minimizar.
Nadie puede asegurar que estas sanciones que afectan el consumo de las generaciones surgidas después de la Perestroika no vayan a convertirse en alimento de un nacionalismo del tipo “nosotros contra el mundo” en ciertas mentalidades nostálgicas, con brisas de afiebrada grandeza imperial procedente de la época de los zares y de los soviets. 
Toda guerra se pelea en frentes que exceden al de las armas, y mi versión prudente exige esperar algún tiempo para saber hasta qué punto esta sombra sobre las rutinas cotidianas de los rusos incidirá en la popularidad de un ególatra que no ha sabido adecuar su ambición a los nuevos códigos internacionales.
Mi yo vehemente, sin embargo, se atreve a vaticinar que serán los rusos más jóvenes, esas mentes que crecieron en un mundo interconectado que era impensable para sus padres, los que acentuarán esa máxima geopolítica que indica que a mayor interdependencia entre los países, menos posibilidades habrá de una guerra.

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(*) Esta campaña fue también una razón adicional para que quien escribe llamara a su conceptualizador, Sandro Venturo, para asociarnos por entonces en una central de comunicadores llamada Toronja.

8 comentarios

  1. Jesús Ferreyra

    Ahora en Tambogrande hay un barrio que se llama Manhattan , y también minería ilegal ….no tengo info de que tanto está minería contamina los limones cevicheros, ni cuánto lo hubiese hecho la minera formal .
    Muy buen artículo Gustavo !

    • gr

      Jesús, gracias por ese dato.
      Mientras escribía el artículo encontré información contradictoria sobre la existencia de minería ilegal, ¿conoces alguna fuente confiable?

  2. Alfredo

    Ok, entonces falta averiguar cuál es el limón del ceviche para los rusos.
    El ceviche lleva además pescado, cebolla, ají, etcétera. Pero creo que todos asociamos el sabor del ceviche al ácido y al picante.
    Otro tema: ceviche o cebiche?

    • gr

      Parece que ambas formas son aceptadas.
      Yo prefiero con b, pero es un tema personal y muy aleatorio.

  3. Araceli castro

    Interesante articulo… La mano q mece la cuna del mundo apunta a que el ruso promedio se canse y sasue a putin sin embargo la sociedad rusa está acostumbrada sufrir carencias y sanciones y eso los une más…. Ojalá haya paz muy pronto y que el gran hermano deje de desestabilizar el mundo.

  4. Paul Naiza

    Buen artículo, solo falta saber si los rusos acompañan ese ceviche con «clarito»…

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