La discriminación como la cara más triste de la educación infantil
Ricardo Morán Vargas es autor, productor, guionista y director de cine, teatro y televisión. Ha dirigido obras teatrales como «Tus amigos nunca te harían daño», «Doce hombres en pugna», entre otras. Escribió, produjo y condujo el programa de ciencia para niños «Mad Science» y es el responsable de otros programas exitosísimos como «El Otro Show», «El Último Pasajero», «Yo Soy» y «La Voz». Es autor de los libros «Todo está bajo control» y «Yo soy tu padre».Aún así, dice no saber qué hacer con su vida.
Cuando en marzo de 2015 hablé en público sobre mi orientación sexual, la respuesta masiva estaba claramente dividida en dos bandos: aquellos que felicitaban mi ‘apertura’, y los que la repudiaban con múltiples motivos. La mayoría de estos motivos son harto conocidos por las personas que elegimos vivir nuestra vida fuera del closet:
— “Dios perdona el pecado, pero no el escándalo” (es decir, puedes ser LGBTIQ+, pero no debes decirlo, ni vivir tu vida abiertamente, o en libertad).
— “Eso es una enfermedad” (la cual, aparentemente, puede ser contagiada por el simple hecho de estar expuesto a actos de amor homosexuales, como un beso en el parque).
—“El reino de Dios no es para ustedes. ¡Arrepiéntanse!” (cosa que, aparte de no importar a los ateos como yo, solo afecta a los que profesan una religión).
Y finalmente, el consabido “¿Qué les voy a decir a mis hijos si veo a dos hombres (o dos mujeres) besándose/abrazándose/dándose afecto en la vía pública?”. “¿Alguien puede pensar en los niños?”. Esta frase en particular es el caballito de batalla de aquellos que se quedaron solo con odio y sin argumentos. Los niños como carne de cañón de la sociedad heteronormativa y patriarcal, cuyas frágiles mentes se debe proteger de una posible ‘contaminación’ LGBTIQ+.
Voy a hacer un aparte aquí porque lo que me provoca responder ante esto último es, simple y sencillamente, que no es nuestro trabajo educar a sus hijos acerca de la universalidad del amor y el respeto a las diferencias. Que tu rol como padre incluye enfrentar situaciones así, y no pasarle la responsabilidad de tu falta de capacidad a las verdaderas víctimas de la discriminación, las cuales, aparte de lidiar con todo lo que enfrentamos día a día, resulta que también tendríamos que explicarte como ser padre o madre.
Pero no tomaré ese camino (hoy estoy de buen humor).
Se estima que entre el 8 y el 10% de la población mundial es LGBTIQ+. Este porcentaje incluye a las personas intergénero, a las que les fueron asignados géneros incorrectos al nacer y emprendieron una transición, las no binarias, las que tienen orientaciones sexuales diversas, y aquellas con expresiones de género que no corresponden con lo normalizado socialmente.
Todas estas personas fueron, en algún momento, niñes.
Cuando yo era niño y empecé a sentir los llamados hormonales de mi cuerpo, noté que estos estaban claramente dirigidos hacia personas de mi misma identidad de género. En el Perú de 1985 eso era una tragedia. Educado en un colegio exclusivamente de hombres, machista, religioso y tremendamente homofóbico, cada día (y noche) era un ejercicio de cómo tratar de sobrevivir al trauma que causaba la censura a mi orientación sexual.
Mis noches de insomnio venían acompañadas de llanto, culpa y miedo. Rezaba mucho pidiendo misericordia a Dios (aún no era ateo) para que me cambiara, para que no me enviara al infierno, para que me volviera ‘normal’.
Las reuniones familiares estaban llenas de chistes homofóbicos. En ellos el ser penetrado analmente era un acto de humillación que solo sufría lo peor de la sociedad (¿qué pensarán de sus parejas los hombres que hacen bromas sobre esto?). Miraba a mi alrededor buscando tan solo un referente en que me viera reflejado de manera positiva, y no lo encontraba.
La televisión era igual o peor. En los sketches de los programas cómicos el gay o el trans eran siempre los remates del chiste, los personajes ridículos, desprovistos de toda dignidad, siempre dedicados a la prostitución, perseguidos por la policía, o ‘usados’ por el machito para satisfacer deseos sexuales, cumpliendo la función de un objeto. No había ningún referente positivo de alguien que se pareciera a mí.
Hoy día, en algún hogar de este país, un niño es molido a golpes por sus compañeros de clase o del barrio por tener una orientación sexual diferente.
Hoy día, una niña es arrojada de su casa, bañada en orines por haberse armado de valor y haber contado que tiene una novia. O peor aun, será encerrada en su casa junto a su primo mayor por su propio padre para que la someta a una ‘violación correctiva’ y aprenda a ser una ‘mujer como se debe’.
Hoy día, al terrapuerto de Lima Norte llega una niña trans expulsada de su casa en provincia, buscando refugiarse en la capital. Terminará sometida a la explotación sexual antes de los 15 años, viviendo en refugios tugurizados. Será presa de un sistema que no la acogerá, que no le permitirá estudiar, y no conseguirá trabajo y se dedicará a la prostitución, objetualizada por hombres cisgénero que ejercerán su poder sobre ella.
El premier Bellido deliberadamente decidió omitir nuestra existencia en su discurso frente al Congreso, incapaz de nombrarnos. Les dijo a todos los niñes de este país que ellos no existen para el gobierno, y que seguirán a su suerte.
Entonces, más que preguntar qué debes decirles a tus hijos cuando presencian amor floreciendo en el más agreste desierto, pregunta qué decirle a les niñes que no tienen ningún futuro en esta sociedad.
Gracias x tu conmovedor relato Ricardo y disculpas x ntra ignorancia como sociedad.
Sigamos sembrando semillas de apertura, respeto y Amor, por todos lados. Los frutos llegarán.
Gracias x las muchas tuyas, especialmente la de hoy.
Gracias Luis.
Interesante artículo Ricardo, acabo de ser mamá de un hermoso bebé de 9m. Es claro que esta en nosotros guiar a nuestros hijos a tener valores y principios, respetando la decisión que tomen y evitar que sean parte de esa escoria social que sólo se dedica a hacer daño, sólo será cuestión de tiempo que nuestra sociedad acepte y respete la preferencias de los demás, saludos.
¡Muchas gracias!
Me encantó bendiciones
Gracias Leonor
Comparto tu sentir y lamento por todo lo que haz pasado, ni debió ni debe ser así, lo que no comparto es el hecho de los términos «les niñes» pienso que ridiculizan lo que según la comunidad no quiere que se ridiculice y empeoran el asunto de poder tomar en serio todo ese problema social por falta de cultura. Es mi opinión. Saludos y los mejores deseos en todo ese largo camino.
Gracias. A mi me parece correcto no asumir nunca si una persona prefiere ser identificada como el o ella o elle (no binario) Así como preguntamos ¿le puedo tratar de tu/usted? Lo correcto es usar un LO QUE PREFIERA LA OTRA PERSONA. No lo que yo quiera imponerle. Es más respetuoso.
Siempre he pensado lo que refieres “que decirle a les niñes “ que decirle a los niños que llamamos “con habilidades especiales “ también marginados por la sociedad, soy madre de 3 hijos , abuela de 5 niños , mi trayectoria profesional es en el campo de bienestar social, he visto muchos casos de agresión familiar y social , se logrado una apertura sin embargo sigue siendo hipócrita e insuficiente para una respuesta sincera y de aceptación ante las interrogantes de los niñes y niños.
Gracias. Tienes razón. Hay mucho que avanzar en nuestro país. Y cada uno lucha las batallas que puede.
Bien Ricardo ! Mi respeto y admiración por un testimonio genuino que ojalá mueva conciencias promoviendo una apertura necesaria frente a tanto caso de falta de humanidad!
Gracias por tu comentario. Poco a poco hay que avanzar.
Le expreso mi solidaridad total, Ricardo Morán, y a la vez también mi felicitación por haber logrado superar las experiencias traumáticas que padeció. Debió, debe ser terrible, muy terrible, vivirlas.
Sin embargo, solo un detalle, que viene de nuestra ¡bendita! gramática, y el signo de exclamación es porque soy consciente de mi impertinencia al decir lo siguiente, o preguntar… ¿No existirá palabras mejores que «les niñes»?
No, sé… digo… O tal vez solo sea cuestión de tiempo para que nuestros oídos, mis oídos, se acostumbren a escucharlas y luego nuestros labios, mis labios, a pronunciarlas
Saludos. Un corazón.
En realidad, es mi manera respetuosa de referirme a personas que no se identifican con los géneros del lenguaje. Recuerden que el lenguaje de transforma con el uso. Y que lo que no se nombra no existe. Respetar a las personas que necesitan ser nombradas es un gesto de respeto y humanidad. Ninguna regla o uso está por encima del respeto.
Muy bien ,me parece que ya es hora que nos libremos de tanta hipocresía y expresemos lo que sentimos y demostremos quieres somos, , es muy lamentable que no se nos reconozca en esta sociedad machista , pero no hay que bajar la guardia hay que seguir adelante y luchar por nuestros derechos.
Gracias. Para atrás, ni para tomar impulso.
Gracias por haber hecho las cosas un poco más fáciles para las siguientes generaciones. Queda mucho por hacer. Aquí estaremos listos para luchar o para simple estar ahí para esa niñez LGBTIQ+.
Tú mensaje me llena de esperanza. Hay mucho por hacer. Pero ahí vamos.
A pesar de no ser partidario del «lenguaje inclusivo», se entiende que detrás de sus formas está la necesidad de terminar con la «binarización» de una sociedad que, en pleno siglo XXI, se resiste a dejar de sostener el intransigente modelo ultraconservador teo-machista. La comprensión de la diversidad no solo es necesaria sino saludable, si lo que se quiere es construir un lugar civilizado en este mundo. Los diferentes relatos expresados aquí son de gran dramatismo y reflejan una realidad injusta y abusiva que deberá cambiar cuando la educación se separe definitivamente del dogmatismo, terminando así con la errónea idea de la religión como única fuente de valores, y nos forme entonces como mejores ciudadanos.