Una arista poco discutida de la violencia contra la mujer
En muchas ocasiones hemos escuchado a agresores, policías y hasta ministros itinerantes decir que la violencia contra la mujer es un problema familiar. Algo que se resuelve de la puerta de casa hacia dentro. Estas excusas intentan minimizar esta violencia específica como un conflicto familiar o personal, cuando realmente cada uno de estos casos es parte de un problema social con implicancias para la comunidad, la economía y la salud.
La violencia contra la mujer, especialmente la ejercida por una pareja íntima, no constituye solamente un tema de derechos humanos: es también un problema de salud pública. Según la OMS, la violencia afecta a la salud física, mental, sexual y reproductiva de las mujeres y estas afectaciones tienen efectos a corto y largo plazo. Además, afectan la salud de los niños. Algunos de sus impactos devienen en desenlaces mortales, como el homicidio o el suicidio, heridas graves, embarazos no planificados, enfermedades de transmisión sexual y complicaciones en el embarazo. Las víctimas de violencia también tienen mayor disposición a desarrollar depresión, estrés postraumático, ansiedad, trastornos alimenticios, problemas con el alcohol, dolores crónicos, entre otras afectaciones relacionadas con una mala salud. Además, todas estas implicancias pueden significar un factor de riesgo asociado a otras condiciones médicas que pueden experimentar las mujeres.
Por sus implicaciones para la salud de las mujeres y la salud pública, erradicar la violencia hacia las mujeres y las niñas forma parte de los objetivos de la Agenda para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Concretamente, el punto 5.2 se centra en la violencia pública y privada hacia las mujeres y plantea que el reto inicial es conocer cuán prevalente es la violencia a la mujer en cada país, y qué avances se logran con la implementación de medidas públicas.
En este aspecto, la semana pasada se publicó en la revista médica The Lancet el estudio más extenso sobre la prevalencia de la violencia íntima hacia la mujer. El estudio fue realizado con la colaboración de diferentes organismos internacionales y universidades, y estuvo liderado por la Organización Mundial de la Salud. Esta investigación es la más grande elaborada hasta la fecha, ya que se realizó una revisión literaria de más de 360 estudios que suman a más de 2 millones de mujeres encuestadas entre el año 2000 y el 2018. En total, la muestra del estudio incluye a más de 160 países y abarca a un 90% de la población mundial.
La recolección de estos datos arroja que un 27% de mujeres entre 15 y 49 años a nivel mundial ha experimentado violencia física o sexual, o ambas, por parte de sus parejas. Ya que el estudio recoge información de más de 160 países se puede comparar estas estadísticas por regiones y por naciones. En el caso del Perú, estamos tristemente muy por encima de la media mundial, ya que en nuestro país un 38% de mujeres entre 15 y 49 años indicar haber experimentado violencia, y un 12% afirma haberla sufrido en el último año. Esta cifra nos coloca en el segundo grupo de países donde las mujeres experimentan el mayor porcentaje de violencia por parte de sus parejas junto a países como Camerún, Angola, las Islas Marshall, y por encima de la India y Zimbabue.
Aunque el estudio constituye una herramienta fundamental para diagnosticar la violencia contra la mujer, debemos saber que presenta limitaciones. En este caso, los investigadores consideran que afirmar que casi 3 de cada 10 mujeres ha experimentado violencia por parte de sus parejas es una cifra conservadora. La realidad es que esta cifra es aún mayor, puesto que no todas las mujeres cuentan con las herramientas para denunciar a sus agresores, ni tampoco se tiene un sistema de recolección de datos estandarizada para cada país. Además, el estudio no recoge los casos de violencia psicológica que experimentan las mujeres, pues, como indican, las variaciones en la medida de este concepto son muy amplias.
Otro dato importante es que este estudio solo recoge datos entre el 2000 y el 2018, es decir, antes del inicio de la pandemia del COVID 19, una situación que ha producido un incremento en la violencia hacia la mujer, especialmente en ambientes privados.
Las propias limitaciones de este estudio, como la falta de conceptos universales sobre la violencia contra la mujer y las herramientas para medirlos, ilustra parte de la problemática que trae no identificar este tipo de violencia y no contar con mecanismo para registrar los abusos y también castigarlos. Conocer que casi 4 de cada 10 mujeres en el Perú sufren de violencia por parte de sus parejas nos debe llevar a preguntarnos cómo podemos identificar y denunciar estos casos no solo en nuestra sociedad, sino también en nuestros círculos cercanos.
Es claro que la alta prevalencia de la violencia hacia la mujer en nuestro país se ve reflejada en nuestros medios de comunicación y en nuestras conversaciones. Sin embargo, cuando los agresores y las autoridades se refieren a estos casos, es poco probable que se los cuestione por su capacidad de minar la salud de las víctimas. Estudios como el publicado en The Lancet ilustran las experiencias descritas por las víctimas de violencia por parte de sus parejas, y también nos permiten conocer cuán lejos estamos de reconocer que la violencia que se produce en ambientes privados afecta a la vida pública de las mujeres y a toda la sociedad.
Gracias Alejandra por no dejar que se nos olvide que es tema pendiente y responsabilidad de cada desde el rol que asumimos construir una sociedad sin violencia y si la hubiera , en términos de Gustavo no caer en el “quechuchismo” …
Recordar mi esencia y lo valiosa que soy es lo que me permitirá ver al otro como yo…
Finalmente,
Tú en mi y yo en ti.
Linda semana