El capibara no acabará con el crimen


Los videos virales de la Policía nos quieren distraer de un problema profundo 


Cada cierto tiempo vemos en la televisión y las redes sociales peruanas operativos policiales que parecen sacados de un sketch de programa cómico. Un agente vestido de capibara entregando una “sorpresa” de amor para capturar a un microcomercializador. El Grinch deteniendo a una banda días previos a la Navidad. Un policía con traje de pollo amarillo deteniendo a una sospechosa. Un Chapulín Colorado rompiendo una puerta a martillazos o un Spiderman deteniendo al supuesto “Duende Verde” de la droga. Uno detrás de otro, operativos diseñados desde el marketing para garantizar su viralización en redes sociales.

Lo curioso es la naturalidad con la que estos espectáculos se han instalado en nuestra cotidianeidad. No sorprenden. No generan preguntas. Se consumen como contenido ligero, como si la seguridad ciudadana hubiera empezado a funcionar bajo las lógicas de un programa de entretenimiento. 

Pero el problema no es solo la puesta en escena. Es también cómo la prensa la abraza sin resistencia, como si su tarea fuese amplificar lo pintoresco. Los noticieros repiten la historia con tono jocoso y nadie se detiene a preguntar lo básico: ¿era necesario el disfraz? ¿Se trata realmente de un operativo, o es una grabación para cámaras? ¿El resultado contribuye a mejorar la seguridad ciudadana?

Porque no nos engañemos, todo apunta a que se trata de propaganda. No de inteligencia operativa, no de estrategia anticrimen, no de investigación sostenida. Propaganda. Y peor aún: propaganda disfrazada de noticia. Difundida con el aval pasivo de redacciones precarizadas, apuradas, acostumbradas a copiar lo que llega por WhatsApp. La policía pareciera más preocupada por capturar audiencia que por capturar a organizaciones criminales. 

La policía sabe que si ofrece una imagen divertida, la crítica queda desactivada. Sabe que las ansias de viralización reemplazan al análisis crítico. Y así, la institución que debería estar rindiendo cuentas por su ineficacia estructural, por su corrupción interna y por su relación ambigua con el crimen organizado, consigue instalar una narrativa donde se la presenta como ingeniosa, audaz y simpática.

Mientras tanto, la inseguridad continúa siendo una experiencia cotidiana y brutal. Siguen matando a transportistas por negarse a pagar cupos, extorsionando a negocios, depredando impunemente nuestra Amazonía. Emprender, transportarse, proteger el medio ambiente y hasta ir a un concierto se han vuelto actividades de alto riesgo, mientras vemos en nuestras pantallas a un policía disfrazado del personaje de moda. La distancia entre la realidad y el espectáculo es obscena.

Y hay algo importante que recordar: detener a un microcomercializador no afecta la cadena del narcotráfico. Mostrar detenido a un ladrón de poca monta con apodo de “villano” de película no altera la estructura de las organizaciones criminales. La gran mayoría de estos operativos parecen ser golpes insignificantes para las cámaras, no acciones estratégicas para desbaratar las poderosas estructuras de delito que funcionan en el país.

La policía necesita menos escenografía y más investigación, más trabajo de inteligencia para identificar rutas, finanzas, jerarquías y vínculos. Y necesita también enfrentar sus problemas internos, como la desidia y la corrupción, que le quitan efectividad y garantizan el trabajo impune de economías ilegales. 

La prensa debe hacer énfasis en esto y no actuar como pantalla de repetición de estos seudoperativos, celebrando el ingenio del disfraz pero evitando las preguntas incómodas por flojera, por desinterés o por simple hábito. El rol del periodismo no es entretener a la audiencia: es buscar y mostrar lo que en verdad está pasando.  

Y falta algo más. Estos supuestos operativos se vuelven virales porque nosotros los compartimos. Porque nos gustan los memes, los apodos, la historia rápida. Porque en un país cansado, el show es más fácil de digerir que el problema. Así, todos terminamos jugando el mismo juego: la policía monta el show, los medios lo difunden, nosotros lo celebramos. 

Y, mientras tanto, la cifra de muertos generados por el sicariato sigue en aumento. No hay disfraz de capibara que vaya a cambiar eso.


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