Una confederación de tontos


O la permanente lucha contra la locura de hoy


Alejandro Neyra es escritor y diplomático peruano. Ha sido director de la Biblioteca Nacional, ministro de Cultura, y ha desempeñado funciones diplomáticas ante Naciones Unidas en Ginebra y la Embajada del Perú en Chile. Es autor de los libros Peruanos IlustresPeruvians do it better, Peruanas Ilustres, Historia (o)culta del Perú, Biblioteca Peruana, Peruanos de ficción, Traiciones Peruanas, entre otros. Ha ganado el Premio Copé de Novela 2019 con Mi monstruo sagrado y es autor de la celebrada y premiada saga de novelas CIA Perú.


Ignatius Reilly es un ser que parece existir completamente fuera de la realidad, en su nativa New Orleans, ciudad de la que nunca ha salido. Con su aspecto grotesco y descuidado, vestimenta extravagante —largas poleras de franela llenas de manchas de grasa y una gorra verde con orejeras— y apetito pantagruélico, parece condenado a destruir todo a su paso. Su madre, con quien vive, es una anciana a la que le gusta la bebida y no sabe cómo ha podido desperdiciar su vida criando a un hombre que da la impresión de encontrar su destino solo frente a un carrito de venta de hotdogs con el que gana centavos pues se le descuenta lo que come, que es casi todo lo que lleva.

Lo increíble en la extraordinaria e hilarante La conjura de los necios —el nombre de la traducción de A Confederacy of Dunces—es que Reilly cree que el mundo es el que anda mal, y se empecina en cruzadas contra lo que considera de mal gusto, como un grupo de inocentes pintoras que desean exhibir sus obras de manera pacífica; o enfrenta injusticias alas que nadie le ha pedido combatir, como la situación laboral de obreros negros en una fábrica de pantalones, a quienes él mismo denigra por su color y para quienes incluso llega a pensar en encomendarlos con San Martín, el santo afroperuano. Finalmente, desde su carrito de salchichas, confiado en su burdo conocimiento de filosofía antigua y lo que cree es una sabiduría compleja —que le da superioridad intelectual, moral, etc. —, se enfrenta contra los molinos de viento de una sociedad en la que es él, el abominable hombre de los suburbios, quien está descolocado. ¿O no es así?

Quizá usted conozca la trágica historia del autor de la novela, John Kennedy Toole, quien tras muchos intentos de encontrar una editorial para su obra, agobiado en un mundo en que se sentía incomprendido y en el que su humor ácido y sus personajes tampoco parecían entenderse, decidió suicidarse con apenas 31 años, en el lejano 1969, años de jipismoamor libre y Vietnam. Fue su madre quien, once años más tarde, logró que la novela se publicara. Toole ganó el premio Pulitzer póstumamente. 

Más de cincuenta años después de haber sido escrita, en un mundo que aunque con mucha más tecnología y rapidez, parece seguir siendo igualmente absurdo para Reilly como para quienes leemos sus aventuras, esta gran novela americana parece más vigente que nunca. Y sin embargo, al releerla, ya no han surgido en mí tan fácilmente las carcajadas que recuerdo me originó la primera vez que la tuve en mis manos, hace unos veinticinco años. Y me he preguntado por qué.

Lo primero que pienso es que yo mismo ya no soy el joven que leía despreocupadamente una novela hilarante al tiempo que conmovedora y agresiva. Esa puede ser una razón, claro, hoy soy otro lector que se ríe con menos facilidad frente a un personaje gracioso pero que es al mismo tiempo tonto y, quizá bien visto, hasta peligroso. 

Pero creo que lo que más me ha movido es que veo con preocupación que hay demasiados Ignatius Reilly en nuestros días; que hay muchas personas desquiciadas que defienden sus causas absurdas e irracionales con toda la fuerza de que son capaces porque perciben la realidad con los lentes de unas redes sociales que los ubican en espacios acríticos en los que la verdad y la mentira dan lo mismo. Y no me refiero a terraplanistas, por decir algo, sino a quienes, con banderas de supuesta coherencia, quieren imponer su visión y su versión del mundo. Piensen nomás en el intento de tomar la Casa Blanca en enero de 2021 o en inefables acosadores callejeros en la Lima de 2024.

Leer La conjura de los necios hoy es tal vez más necesario para entender las causas de esta violencia que trae la incomprensión moderna, el no-diálogo que nos invade. Es eso o dejar que los Ignatius Reilly del mundo, con sus grandilocuencias y lecturas absurdas de la realidad de hoy, nos embistan con sus carritos de salchichas y le quiten el poco sentido de normalidad que le queda al mundo. O encomendarnos, cómo no, a San Martín de Porres, quien podía hacer que hasta los animales se pongan de acuerdo. 


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1 comentario

  1. Son los sesgos cognitivos que menciona Daniel Kahneman en su libro «Pensar rápido, pensar despacio» donde solo vemos en la información las partes que refuercen nuestras creencias, tomar conciencia de esto y enfrentarse a los conocimientos novedosos de estos tiempos para poder cambiar de idea, son muestras de estar vivo en estos días.

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