Y el consenso que necesitamos sobre la carrera docente
Jorge Sotomayor, “Soto”, vivía como si los objetos matemáticos tuvieran vida. Mientras para nosotros uno, raíz de dos, o pi, “pertenecen” al conjunto de los números reales, para él “vivían” en tal conjunto. Cuando lo conocí, Soto había pasado más años en Brasil que en su Perú natal, así que usaba el verbo en portugués para referirse a ello: para él, los objetos matemáticos “moraban” en conjuntos.
Aún recuerdo cómo me llamó la atención este señor que llegó como profesor visitante a mi universidad con su manera tan particular de vivir las matemáticas. Intrigado, atendí sus charlas y disfruté mucho conocer a alguien que amaba tanto su quehacer. Y lo hacía muy bien, pues sus contribuciones al desarrollo de las matemáticas lo llevaron a ser miembro numerario de la Academia Brasileira de Ciencias y a recibir la Orden Nacional del Mérito Científico en grado de Gran Cruz.
Entré como alumno libre al curso que dictó sobre ecuaciones diferenciales ordinarias durante los meses que nos visitó. Recuerdo que aprendí bastante, aunque probablemente hoy no esté en condiciones de aprobar un examen técnico de aquellos. Pero lo que aún perdura en mí es el recuerdo del maestro que dejó huellas. El recuerdo queda vivo, aunque él haya dejado estas tierras el jueves pasado. Gracias, Soto.
Ahora que pienso en mi profesor Sotomayor, refuerzo mi convicción sobre la importancia de los docentes dentro de los sistemas educativos, en todos los niveles. Ellos son quienes pueden lograr que la educación avance, pese a las adversidades. Obviamente, en políticas públicas, esta convicción se basa en algo científicamente más sólido que una bella anécdota. En las últimas tres décadas ha surgido mucha evidencia que intenta responder a la pregunta sobre lo que funciona (y lo que no) en la mejora de los sistemas educativos. Hoy ya contamos con centenas o miles de estudios hechos para realidades como la nuestra, en países en desarrollo. Esta evidencia ha sido revisada de modo sistemático para arribar a una conclusión: la inversión más efectiva que se puede hacer para mejorar los aprendizajes de los estudiantes está en los docentes y sus procesos pedagógicos.
La evidencia es clara y contundente. El actual momento me recuerda a lo que vivimos hace veinte años, cuando la gran mayoría se convenció, también sobre la base de un cúmulo de evidencia académica, de la importancia de la independencia del banco central y de la disciplina fiscal como condiciones necesarias para la solidez macro. Ya anteriormente he escrito sobre la posibilidad de utilizar esa experiencia exitosa en lo macro para construir alguna nueva en lo micro. En educación tenemos un punto de partida muy importante, pues sabemos bien lo que se debe hacer. De hecho, se venía haciendo desde hacía unos años, pero con este gobierno corremos el riesgo de abandonar esta política de estado. Hay que seguir impulsando la carrera docente, consolidando los consensos.
Necesitamos fortalecer la profesión docente para que le resulte atractiva a las próximas generaciones. Hoy, lamentablemente, no ocurre así. Las facultades de pedagogía reciben a los estudiantes con los puntajes más bajos en los exámenes de admisión. Estos estudiantes, después de graduarse, son los docentes que reciben unos salarios que están entre los más bajos de todos los profesionales y técnicos del país. La profesión docente se encuentra en un círculo vicioso de bajas habilidades y salarios. Quebrar este círculo requiere trabajar simultáneamente en ambos frentes: (i) Aumentando las exigencias para ingresar y ascender en la carrera docente, y (ii) mejorando las retribuciones económicas por su tarea.
Pero mas allá del binomio exigencias-recompensas, se necesita consolidar un sistema de desarrollo docente. Este sistema debería conseguir: (i) Atraer a jóvenes talentosos a las facultades de pedagogía, (ii) seleccionar a quienes hayan aprovechado mejor sus años universitarios para ingresar a la carrera pública magisterial, (iii) formar a los docentes con capacitaciones teóricas y prácticas que fomenten su mejora en el aula, (iv) acompañarcontinuamente a los docentes para que su práctica pedagógica mejore siempre, (v) incentivar a los docentes para que sus mejoras se vean recompensadas, (vi) retener a los mejores para que continúen en la carrera docente y compartan sus saberes con sus colegas.
Insisto en que este sistema venía gestándose, pero corremos el riesgo de retroceder en los avances. Es momento de alinearnos en la defensa del factor más importante del proceso educativo.
P.S.: También me parece importante alinearnos en la defensa del periodismo de investigación. Que el poder político-económico utilice al sistema de justicia para acallar la búsqueda y difusión de la verdad nos hace daño en múltiples sentidos. La de César Acuña y los responsables del libro Plata como cancha no es solo la disputa entre un periodista y una editorial frente a un político y sus abogados. Esto nos atañe a todos, al contrato social y a nuestra posibilidad de construir nación.
Gracias x el artículo. De acuerdo