Un recuento para rebelarse


Porque repasar las noticias quizás sirva para no caer en la costumbre


El domingo pasado, tras escuchar en su versión pódcast el valioso artículo de nuestra Natalia Sobrevilla que denuncia el abandono del Archivo General de la Nación, no pude sino recordar un análisis que parecía frío pero que ahora tomaba temperatura en las palabras de nuestra juguera: a inicios de año hice un largo ejercicio en cuatro capítulos, compartido en esta plataforma, que mostraba que lo que las entidades del sector público habían previsto gastar para el año 2024 había sido puesto de cabeza por los representantes del pueblo en el Congreso.
Entre los datos que compartí se encontraba, precisamente, el presupuesto que este año tendría el Archivo General de la Nación: solo 26 millones de soles. Ello contrasta con los 10 millones de soles que se gastará este año —aproximadamente— tan solo en el archivo del Congreso. Y contrasta mucho más con los más de 300 millones de soles que el Congreso logró aumentarse por todo concepto, principalmente para remuneraciones y otros gastos.
Ya solo en estas cifras se puede constatar la escasa importancia que nuestras fuentes históricas tienen para los representantes del pueblo. 

Al día siguiente amanecimos con una noticia agridulce: Ana Estrada, la gran luchadora por la dignidad, había decidido someterse a una eutanasia. Su libertad para ejercer el derecho a una muerte digna había sido respetada y eso, en una sociedad tan autoritaria como la nuestra, es un hecho trascendental. Fue, sin embargo, un proceso cuesta arriba y muy doloroso, porque no faltaron quienes pensaban diferente y decidieron no ejercer su derecho a quedarse callados con respecto a las decisiones de vida de otra persona. 

Durante esos días también se alzaron voces, pero con grandes críticas al Ministerio de Economía y Finanzas: el todopoderoso MEF, del que, por cierto, ya queda solo el recuerdo. Varios periodistas económicos han puesto el dedo en la llaga de la actual debilidad del único contrapeso a una representación nacional que piensa que la única manera de contrarrestar su escasa aprobación es minar los fundamentos de la actividad económica. Incluso El Comercio, decano de la prensa nacional, se sumó a las críticas a la debilidad mostrada. 
Sirva para recordar que en aquel artículo publicado en Jugo el 17 de enero ubiqué al MEF como el gran mochado de la puja política que en el Congreso representó la aprobación del presupuesto 2024.

Pero como no todo lo que consumo es economía, también me enteré de tres buenas noticias: la peruana Kimberly García ganó una medalla de oro en una competencia mundial de atletismo; las jóvenes de la selección sub 20 de fútbol lograron ingresar al hexagonal clasificatorio al Campeonato Mundial Femenino de la categoría, y la karateca Alexandra Grande ganó una medalla de bronce en El Cairo.

Por esos días también nos enteramos de la víctima de dos sicarios en una céntrica discoteca de Barranco; de más novedades sobre las joyas hasta ahora sin sustento que la presidenta ha usado, según ella, “para representarnos mejor”, de nuevos accidentes de tránsito en las carreteras por imprudencia, y de más jóvenes desaparecidas que son buscadas por sus padres. Sobre ellas, me pregunto: ¿esperarán sus familias más de 30 años para encontrar justicia, como lo siguen haciendo las mujeres de las comunidades de Manta y Vilca que fueron violadas por fuerzas estatales durante el conflicto armado interno?

Finalmente, para cuando esta modesta catilinaria esté en sus manos, sabremos el resultado de otra noticia agridulce: la gran movilización en Argentina en defensa de la educación pública. Era claro que Argentina debía iniciar un proceso de sinceramiento de cuentas fiscales —se puede vivir fuera de las posibilidades por un tiempo, pero no siempre—. En el camino del ajuste fiscal, los recortes presupuestales a la educación han estado acompañados de diatribas del Poder Ejecutivo contra la educación pública, gran orgullo nacional. Ello ha sublevado a muchos estudiantes y docentes, quienes convocaron a una gran jornada de movilización para el 23 de abril, Día del Libro. 

Como ven, lectores y lectoras, esta semana me ha abrumado particularmente. Y si he listado sus principales novedades sin orden aparente, es para repetirme que constituyen parte de una cotidianidad a la que no quiero acostumbrarme.


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