Un post, una sanción y una lección


¿Qué nos enseña el caso del futbolista Cavani sobre empatía y sensibilidad?


Colegas y amigos han pedido mi opinión sobre el caso de Edinson Cavani, el futbolista uruguayo del Manchester United, sancionado por postear “Gracias, negrito” en Instagram. Durante semanas he evitado esta conversación porque la pregunta subyacente suena a: ¿está bien o está mal que sancionen a alguien por usar la palabra “negrito”? Se trata de una pregunta con trampa, porque se construye sobre la empatía hacia Cavani y el escepticismo hacia la (hiper) sensibilidad de aquellos que rechazan el uso de etiquetas raciales. 

           Luego de oír una noticia, lo que se queda con nosotros es una representación de la misma. No acumulamos toda la información que recibimos, sino una impresión de ella. Teun A. Van Dijk, pionero en el análisis crítico del discurso de la prensa hispanoamericana, entiende estas impresiones como modelos mentales. Según esta aproximación, desagregamos la información en elementos como circunstancias, participantes y acciones.  Es así como almacenamos los aspectos relevantes de nuestra interacción con una noticia o titular. Por un lado, los modelos mentales son representaciones personales de los eventos; es decir, cada persona recordará la noticia de forma diferente, dependiendo de su historia personal y experiencia. Por otro, estos modelos son producto del conocimiento y creencias que compartimos con nuestro entorno. 

           Dicho esto, podemos hacer un ejercicio con quienes leyeron la noticia de Cavani en las semanas anteriores. ¿Cómo la recuerdan? ¿Qué sintieron cuando la leyeron y con qué la conectaron? ¿Quién hizo qué? ¿Hay víctimas? ¿Hay perpetradores? Por lo que observé del debate, la noticia se centró en la sanción a Cavani. Para algunos estaba justificada, para otros era excesiva. 

           En el caso de quienes justifican la sanción, Cavani debería saber que usar “negrito” (públicamente) está mal en cualquier contexto. En el otro, el futbolista sería la “víctima” de una decisión discriminatoria y etnocéntrica de la Asociación del Fútbol de Inglaterra[1] (FA). La diferencia entre una y otra perspectiva está en el sujeto de nuestra empatía. 

           Cuando nos enfocamos en la sanción a Cavani, es fácil solidarizarnos con él. Una suspensión por tres partidos y una multa de 100 mil libras es un precio alto para una práctica social común. Para aquellas personas que usan etiquetas raciales para referirse a la gente (con cariño o por ausencia de este), el caso de Cavani sienta un precedente aterrador. No queremos que se sancione al futbolista, porque entonces tendrían que sancionarnos a todos. En contraste, nos suenan bien argumentos como: “en la variedad del español uruguayo, decir negro/a o negrito/a no tiene que ver con el color de piel del aludido”. Es cómodo conectarlo con otras creencias peruanas como “yo le digo negra de cariño a mi amiga”. 

           Quienes tienen experiencias con la discriminación, tal vez empaticen con el gran grupo ausente en el debate. El grupo de personas a las que históricamente nos hemos referido como negros y negras con varios objetivos. Mediante el lenguaje, la sociedad les recuerda su supuesta inferioridad y marginalidad, les criminaliza, e incluso hace valoraciones estéticas sobre sus cuerpos. Con ese grupo es usualmente más difícil tener empatía porque reconocer sus experiencias atenta contra el “libre uso del lenguaje”. 

           La institución reguladora que emitió el castigo no encasilló a Cavani como racista. Según la FA, el comentario de Cavani incumplía las normas porque se refería de forma explícita o implícita a un color, raza u origen étnico. La intención con la que se usa actualmente en Uruguay no logra borrar la historia global del término. Usarla a pesar de eso, es racialmente insensible para la FA. 

           Me resulta interesante el accionar de la FA y el discurso detrás. En el fútbol las etiquetas raciales están ampliamente naturalizadas y esta es una forma de romper círculos viciosos que perpetúan el racismo al interior del deporte. No sé si es la mejor forma, o la más efectiva. En todo caso, me alegra que la discusión ya no gire en torno a si una actitud es racista o no, para comenzar a discutir las acciones “inocentes” que contribuyen a reproducirla (sin querer queriendo). 

           A través de la figura de modelos mentales, puedo explicar la trampa de la pregunta inicial. Las creencias predominantes en nuestra sociedad sobre las etiquetas raciales hacen más fácil percibir la noticia de Cavani como algo desconcertante. Puede que no sea un ejercicio consciente, pero sucede. Desde esa perspectiva, la lección que aprenderíamos de la sanción a Cavani es que no debemos usar la palabra “negro” por temor a la hipersensibilidad de algunas personas o instituciones. Propongo otra lección: cuando no usamos el lenguaje empáticamente, corremos el riesgo de reproducir la opresión. 


[1] De hecho, hay otras interpretaciones posibles, pero presento dos por practicidad. 

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