Un matri (in)usual en Lima


Retos de una pareja gay que celebró su amor en el Perú


Daniel Raa Ortiz es abogado litigante, maestro en derecho procesal, investigador RENACYT,  docente universitario. Exvicepresidente de la Comisión Ad Hoc de Devolución del FONAVI. 

Percy Mayta Tristán es médico, docente universitario, editor científico, investigador RENACYT nivel distinguido, y el 2023 figura entre el 2 % de científicos más citados del mundo. 

Están juntos desde el 26/7/2008 y se casaron en Estados Unidos en la misma fecha, pero de 2023.


Teníamos la esperanza de poder casarnos en Perú, hasta que el resultado de las elecciones de 2021 dejó en claro que eso sería imposible en un mediano plazo, pues tanto el Legislativo y el Ejecutivo elegidos resultaron ser predominantemente conservadores. Es por ello que a fines de 2022, aprovechando nuestro decimoquinto aniversario, decidimos casarnos legalmente fuera del país: fue una ceremonia que duró apenas 5 minutos y con solo la presencia de nuestros testigos —que son nuestros mejores amigos— y un par de amigos que residían cerca, ya que el municipio permitía el ingreso de solo seis personas.

Ello, sin embargo, nos iría a generar un problema de índole emocional: queríamos celebrar y compartir con la familia y los amigos cercanos que nos han acompañado en esta aventura juntos. Obviamente, era muy complicado lograr que todos viajen, así que se nos ocurrió hacer una celebración en Lima.

Lo primero que nos preguntamos es si iba a ser una reunión, una fiesta, o un “matri” con todas las de la ley. Nunca habíamos ido a un “matri” igualitario y, de hecho, habíamos ido a pocos matrimonios heterosexuales, ya sea porque cuando nuestros amigos se casaban andábamos in closet, o porque cuando por fin salimos del clóset nuestros contemporáneos estaban en plan de divorcio.

Hacer “un matri” implicaba ya de por sí un conflicto, pues nosotros mismos no teníamos claro que eso se podía hacer en Lima y, además, tuvimos que diferenciar algunos temas. Primero, que la ceremonia con valor jurídico es el matrimonio civil, es decir, el reconocimiento de los derechos y deberes legales ante la sociedad. Otro tema es el aspecto ritual, es decir, la ceremonia donde una pareja declara ante quienes comparten sus creencias y valores que son una nueva familia y que se han unido voluntariamente para seguir creciendo. En ello caben los diferentes tipos de ceremonias vinculadas a distintas religiones, pero también están las andinas y amazónicas, con participación de chamanes o apus. Otro grupo de rituales son las ceremonias llamadas simbólicas, como las del vino, la arena, la luz, la pintura, entre otras. En todos los rituales el valor está en función de las creencias de la comunidad que acompaña a la nueva familia.

Pero, independientemente del tipo de ritual o ceremonia que la pareja decida ejecutar, existe la celebración o fiesta, más conocida como boda o “matri”, que tiene múltiples tradiciones tradicionalmente vinculadas a parejas heterosexuales —no ver antes a la novia, lanzar un ramo de flores, usar algo azul, algo nuevo, algo viejo, algo regalado y algo robado; los discursos, los bailes, entre otros—.

Toda esta situación era novedosa para casi todas las personas que nos acompañaron en el proceso —y a quienes agradecemos su paciencia y apoyo total—, incluyendo a la organizadora de bodas, a los encargados del local, la empresa de “la hora loca”, el coro, los profesores de baile, el fotógrafo, entre otros: para todos ellos se trataba de su primera boda gay.  

Para el “matri” decidimos realizar un ritual asociado al vino, en aras de simbolizar la unión de dos personas y su fusión en una nueva familia. Para ello utilizamos dos vinos: uno espumante, que refleja la alegría y entusiasmo que caracterizan a Percy —se nos disculpará aquí el uso de la tercera persona—y un vino tinto que aporta la seriedad y la actitud reposada de Daniel. Ambos se complementan y su mezcla manifiesta lo que somos en nuestra relación. 

Pero un aspecto no menos importante que el legal y el ritual es el del reconocimiento social. Y es que luego de regresar de nuestro matrimonio civil en el extranjero, sucedió algo impensado: nuestras familias nos decían “oficialmente yerno”, “oficialmente cuñado”, “oficialmente primo”, y es que el hecho de casarse, aunque este acto no sea reconocido legalmente en Perú, tiene un valor social que otorga la comunidad. Nuestros amigos y conocidos ya no nos preguntaban “cómo está tu amigo”, o “tu pareja”, o “tu novio”, sino “cómo está tu esposo”. 

Aquello significó una alegría que asumíamos esquiva para siempre. Desde niños sabíamos que éramos homosexuales y que el sueño de la boda nos estaba vetado y, sin embargo, la realizamos ante familiares y amigos que compartieron nuestra felicidad.

Hace poco, una de nuestras primas colgó parte del matri en TikTok. Enorme fue nuestra sorpresa cuando uno de esos cortos videos pasó del millón de vistas en menos de una semana. La mayoría de los comentarios fueron bonitos, los que se esperan de una pareja enamorada que cumple ese sueño, pero, como era de esperar, también llegó el hate homofóbico: “Cómo es posible que hagan esto”, “están degenerando el matrimonio”, “van a ir al infierno”, “dónde está la novia”, “les deseamos muchos hijos”, entre otros.

Quizá sea el momento de recordar que en el Perú, las parejas y familias homosexuales no tenemos ningún derecho ni protección legal; ni siquiera somos reconocidos como tales en los censos nacionales que realiza el INEI. Además, el Tribunal Constitucional ha rechazado todos los casos de reconocimiento de matrimonios de parejas del mismo sexo celebrados en el extranjero, a pesar de que existen obligaciones internacionales por las que el Perú debe eliminar las restricciones y prohibiciones que hoy nos pone por delante.

Pero eso no significa que se nos niegue la posibilidad de celebrar nuestros “matris”. Celebrando y visibilizando también se protesta, pues el amor es solo uno y no conoce género ni orientación sexual. Esperamos que más pronto que tarde se logre el matrimonio igualitario en el Perú, porque hasta que no exista una regulación legal efectiva en el Perú que permita a las parejas LGTBIQ+ acceder en plena igualdad y sin discriminación a los mismos derechos y obligaciones que otorga el matrimonio en parejas heterosexuales —como lo hacen varios países del mundo—, seguiremos siendo ciudadanos de segunda en el país que amamos y al que contribuimos con nuestro trabajo día a día.

Hasta que ese momento llegue, sigamos celebrando nuestros “matris”: no hay algo más bello que celebrar tu amor y felicidad con quienes te quieren y comparten la visión de que hemos venido a este mundo a ser felices. Y eso es algo que ninguna ley, ni religión, ni persona nos puede quitar.

Post data: Aquí, un video y parte de nuestros votos leídos aquella hermosa tarde:

“Prometo seguir impulsando y apoyando nuestros proyectos, porque tus metas son las mías, y luchar para que nuestra familia sea reconocida realmente en nuestro país”.

“De niño pensé que no era posible ser feliz por mi orientación sexual, pues era lo que la sociedad me mostraba: que la soledad era el camino más probable. Restringí mi felicidad a los logros académicos y profesionales… hasta que te conocí”.


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1 comentario

  1. Ruben Mayorga

    Ambos son líderes y ejemplos de la comunidad, ¡larga vida y felicidad!

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