Un encuentro de lenguas


¿Por qué nuestra cultura general no es tan general?


Era una noche de otoño, años atrás, en una biblioteca antigua con paredes cubiertas de madera, grandes estanterías y decorada con estatuas antiguas. La razón de la visita era un taller sobre lenguas y literaturas indígenas y participábamos varios estudiosos de las lenguas náhuatl, maya, mapudungun, guaraní, y quechua. Si apenas un encuentro sobre una lengua originaria ya era algo bastante insólito, este espacio multicultural era verdaderamente un momento especial.

Mientras nos conocíamos, también aprendíamos mutuamente sobre lo que cada uno estudiaba. “Mari, mari!” significa “hola” en la lengua de la comunidad mapuche. “Piyali” también es otro saludo, pero en nahuatl, y por mi parte les compartí a todos el equivalente en quechua: “allillanchu”. Y si bien disfrutaba de estos nuevos saberes, de pronto pensé, ¿por qué estas palabras en lenguas americanas se sienten más foráneas que otras lenguas europeas? En contraste, un “ciao”, “bonjour” o “hello” —saludos en italiano, francés e inglés—, se asumen como requisitos para cualquier persona que se jacte de una mínima cultura general. Frente a esto, reflexioné sobre lo poco que sabemos del resto de América y que no era una casualidad: en América Latina misma se arman currículas escolares que obvian estos saberes. 

Esto que cuento podría quedar en una anécdota curiosa, pero recordé además que apenas un año atrás, mientras un político peruano era entrevistado en un programa televisivo de noticias en Lima, este se despidió agradeciendo en quechua: “añay”. La reacción del periodista fue creer que esta persona había lanzado un insulto. La ignorancia del periodista también revelaba un prejuicio: ¿habría reaccionado igual si un alemán le hubiera dicho una palabra en su idioma? Seguramente, no. Y seguramente, a pesar de no hablar alemán, sabría que “danke” significa “gracias”.

Pero volvamos a aquel encuentro de lenguas: una profesora de mapudungun, lengua de la comunidad mapuche, se encontraba entre las participantes. Ella daba clases en la Universidad de Santiago de Chile y había viajado varias horas en avión para el encuentro. Elisa era su nombre. La doctora Elisa Loncón. Muy amablemente me contó sobre su larga experiencia como lingüista, pero sobre todo de las luchas de su pueblo mapuche por ser reconocido en la sociedad chilena. Habiendo tantas necesidades territoriales, económicas y de derechos, trabajar en una lengua en peligro de extinción podría sentirse como un acto de menor prioridad, pero Elisa creía firmemente en el poder de las lenguas para portar saberes y, sobre todo, para expresar presencias en una sociedad que aún se niega a escuchar otras voces. La lengua es también nuestro territorio, enfatizaba.

Años después, ella fue elegida presidenta de la Convención Constitucional de Chile en medio de un accidentado proceso. Entre sus primeros actos, ella ofreció un histórico discurso en su lengua mapudungun. Algunas personas reaccionaron con molestia —como el periodista ya mencionado—, simplemente porque no entendían. Pero muchas otras al oírla se emocionaron y comprendieron que a veces también está bien no entender, porque eso puede abrir una grieta para expandir nuestra noción de cultura general y empatizar más allá de los prejuicios. Recordé entonces las palabras de la doctora Loncón y cómo en ese momento se estaban ganando espacios mediante la lengua. Con esto va una invitación, ¿cómo desde nuestros espacios podemos expandir el concepto de ‘cultura general’ que también incluya la diversidad de nuestras culturas americanas?


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1 comentario

  1. moira

    Hermoso texto! Claro, neto y bien formulado!

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