Trieste, Perú y el fútbol inglés


Últimas noticias sobre las amenazas a la libertad de opinión en el mundo


Me encuentro en Trieste, la ciudad norteña más oriental de Italia; el antiguo puerto del fenecido Imperio austrohúngaro, ciudad refugio de príncipes fracasados en ultramar, de escritores errantes, de eslavos en busca de una salida al Adriático y centro de acogida de judíos dedicados al comercio y de todos aquellos a quienes les enamora la idea de estar en un lugar “que no parece pertenecer a ninguna parte”.

Esta ciudad fue así descrita por el poeta vienés Hermann Bahr, quien al llegar aquí en 1909 declaró que se sentía como suspendido en la irrealidad, como si no estuviera en ninguna parte. Por su lado, James Joyce le escribió a su esposa Nora que en esta ciudad, donde se hizo adulto y vivió por casi 16 años, había dejado su alma.

Trieste es un espacio liminal. Desde aquí se embarcaron Maximiliano de Habsburgo y su esposa Carlota para convertirse en emperadores de México: el moriría fusilado en Querétaro y ella enloquecida en un castillo cerca a Bruselas. Fue a ese mismo palacio, Miramar, donde llegó el cuerpo del  archiduque Franz Ferdinand, asesinado en Sarajevo y gatillador de la Primera Guerra Mundial, y fue allí donde recaló en los años 30 el príncipe Amadeo de Aosta, quien luego sería virrey de Etiopía, donde encontraría la muerte en 1942.

Durante la Segunda Guerra Mundial los judíos de la ciudad lograron mantenerse hasta 1943, cuando finalmente los nazis los llevaron a los almacenes de arroz cerca a las dársenas. A los que no expulsaron a Auschwitz, los asesinaron allí mismo: perecieron unas 5.000 personas. 

Después de la guerra, el puerto quedó suspendido en el limbo. Yugoslavia lo quería, Italia no tanto, y los aliados lo ocuparon y convirtieron en un estado libre manejado por las Naciones Unidas. Entre 1947 y 1954 fue uno de los epicentros de la Guerra Fría para, finalmente, ser incorporado a Italia y ocupar un espacio de frontera más cerca de Eslovenia y de Libliana que de Roma.

Pablo, mi compañero de viaje, lleva al igual que yo muchos años en el Reino Unido. Nos une el interés por conocer el mundo y sus avatares presentes y pasados. Estando aquí hablamos sobre los acontecimientos de la semana, principalmente el reciente escándalo en Inglaterra que ha llevado a que la BBC, una de más instituciones más veneradas del país, caiga en desgracia.

El martes pasado el futbolista Gary Lineker escribió un tuit que criticaba la política migratoria del gobierno conservador comparándola con lo que hicieron los nazis en los años 30. Dijo que era inaceptable que se pretendiera anunciar que el país estaba sobrepasado de inmigrantes y que desde ese momento no se aceptarían más arribos. La realidad es que el Reino Unido es el país que recibe menos refugiados en la región y se beneficia de ser una isla. Los conservadores insisten que es un problema mayor. No es poca cosa, tampoco, que tanto el primer ministro, como la ministra del interior, responsable de la política, sean hijos de inmigrantes y asilados.

Pero el tema pasó a mayores cuando la BBC, respondiendo a la presión del gobierno, suspendió a Lineker de su labor como presentador del programa de fútbol más importante en la semana. La corporación, que se financia de una manera pública con un pago por parte de todos los televidentes, debería ser imparcial, y dijo haber suspendido a Lineker por ir en contra de lo que ellos consideraban este principio.

De inmediato, los demás presentadores del programa se negaron a participar en él y el impacto ha sido tan grande que no se ha podido transmitir hoy, y no hay quien quiera ir a hablar a la televisión. Hasta la radio se ha abstenido de comentar los partidos. Por su parte, la Asociación de Fútbol les ha dado permiso a los jugadores de no dar entrevistas si no quieren. Esto es algo nunca antes visto. Hoy sábado, en el partido al que acudió Lineker, se vieron carteles dándole apoyo a él y a los migrantes.

Los conservadores dicen tener la razón y, de paso, han logrado que el programa de otra venerada estrella de la BBC, David Attenborough, sea vetado. Al parecer, los insulta que su postura sobre la naturaleza y los riesgos del cambio climático sea transmitida en el canal estatal y ahora solo se verá por streaming. Son tiempos donde la palabra está amenazada.

Todo esto nos ha llevado a Pablo y a mí a hablar sobre cómo también estas amenazas a la palabra se dan en nuestro querido y distante Perú, un país donde una periodista como Patricia del Río puede recibir tantos insultos por decir lo obvio, es decir, que no se puede pedir a jóvenes soldados que se arrojen a un río si antes no se les ha dado el entrenamiento necesario. 

Nos encontramos en tiempos difíciles, en los que la verdad se ve constantemente amenazada, donde la opinión que cuestiona al poder se hace tan incómoda que los poderosos buscan callarla. 

En esta ciudad, que refugió a príncipes, escritores, judíos y eslavos, la historia me interpela sobre cuáles son los riesgos de dejar de decir lo que pensamos porque le resulta incómodo al poder de turno.


Pensar, escribir, editar, diseñar, coordinar, publicar y promover este y todos nuestros artículos (y sus pódcast) cuesta y nosotros los entregamos sin cobrar. Haz click en el botón de abajo para contribuir y, de paso, espía como suscriptor nuestras reuniones editoriales.


2 comentarios

  1. Nancy Goyburo

    ¡Buenísimo artículo! Con Natalia conozco la historia de manera literaria, recoge objetivamente los problemas de la sociedad y nos recuerda que no debemos cejar en nuestra capacidad de respuesta como ciudadanos para enfrentar al poder de turno.

    En el Perú, no sólo pasa con los buenos y decentes periodistas como Patricia Del Río. Los ejemplos de maltrato e ignominia por parte de los medios conservadores concentrados respaldando al poder político son execrables. Felizmente, que se cuenta con algunos medios independientes, a través de los cuales la población puede conocer la verdad de lo que actualmente viene ocurriendo en nuestro país.

  2. Mariano Calderon

    Que fácil e irresponsable es disponer de la plata ajena. El país debe cuidarse como la casa de uno mismo. En UK, Natalia Sobrevilla si es coherente, debería abrir las puertas de su casa a migrantes y que ingresen a vivir con ella, vivir de gratis sin pagar renta ni impuestos, rapidamente colapsarán los baños, la cocina, se quedará sin despensa y el deterioro de su casa será veloz y todo ello correrá por cuenta de Natalia Sobrevilla, porque los ocupantes no le van para nada. Gracias a la izquierda peruana y a Vizcarra, llegaron de golpe a Lima, mas de 1 millon de venezolanos, por eso el trafico de hoy es mucho peor y así todos los servicios se han deteriorado al incrementar a los usuarios de golpe, incluyendo la delincuencia y prostitución.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

4 × tres =

Volver arriba