Te copio tu vacuna


Sortear las patentes para democratizar la salud 


“La imitación es la forma más sincera de halago”, dice el refrán, pero no aplica cuando hablamos de patentes científicas.  En este caso la imitación puede ser el inicio de una demanda, pero recientemente algunos equipos de científicos han dejado de lado el miedo a ser perseguidos por las farmacéuticas y se han embarcado a replicar las vacunas para el coronavirus. Esta semana, el primero de estos equipos comunicó haberlo logrado. 

Específicamente, la compañía sudafricana Afrigen Biologics and Vaccines ha sido la primera en reproducir la vacuna de Moderna contra el coronavirus. Este proceso no ha sido de transferencia tecnológica, es decir, la farmacéutica no ha compartido con Afrigen la información para producir la vacuna. Tampoco los ha ayudado enviándoles muestras del material necesario. El logro ha sido obtenido mediante ingeniería revesa, un proceso por el cual se parte desde el resultado final, en este caso una vacuna de ARN, para descubrir paso a paso cómo ha sido creada. 

Para que las vacunas contra el coronavirus se aprueben se publica información sobre qué contienen y qué procesos han sido necesarios para su creación. Compartir información de una tecnología nueva es riesgoso, pues el balance está en compartir suficiente información para demostrar que la tecnología es segura y efectiva —como ocurre con estas vacunas—, pero resguardando la información en forma de patente. 

Cualquier persona puede acceder a la información sobre qué contienen las vacunas para el coronavirus y cómo han sido obtenidas. Pero de la misma forma que cuando seguimos una receta, no basta solo con saber los ingredientes, hay que conocer el orden de los pasos. 

La vacuna sobre la cual se tiene mayor información de acceso público es la de Moderna. Es decir, no solo se conocen los ingredientes, también la información clave para replicar los pasos. Esta es una de las principales razones por la cual el equipo de Afrigen escogió esta vacuna para intentar descifrarla. 

Haber realizado este proceso de ingeniería reversa no ha sido solo un reto profesional para los científicos de Afrigen, ni tampoco solo un logro científico. Este primer resultado es parte de una iniciativa de la Organización Mundial de la Salud para desarrollar un centro de transferencia tecnológica para que países de bajos y medianos ingresos desarrollen y produzcan sus propias vacunas. En este reto, la OMS ya ha desistido de incluir a las farmacéuticas, quienes se han negado a participar a pesar de los múltiples llamados de la entidad. 

En el caso de la vacuna de Moderna hay otro detalle por el cual ha sido escogida para ser replicada: fue desarrollada por la compañía Moderna y por el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos, conocido como NIH, es decir, parte de la producción de esta vacuna se debe a fondos públicos. Esta colaboración en sí es un poco complicada, puesto que es difícil delimitar quién produjo qué parte del conocimiento, lo cual se está viendo en las disputas sobre qué investigadores son incluidos en las patentes que ha producido el desarrollo de la vacuna de Moderna. La parte pública de la vacuna —el NIH y el gobierno de Estados Unidos—, han abogado por no ejecutar la patente, es decir, sí han obtenido las patentes pero no las van a aplicar si es que alguien la reproduce, por lo que la amenaza de una demanda es menor, aunque no imposible. 

Además de las patentes y del acceso a la información existe otro factor que ha ayudado a alcanzar la copia de esta vacuna: el apoyo de la comunidad científica. 

Tras la vacuna de Moderna existen cientos de científicos que han participado de forma directa o indirecta en los procesos necesarios para producirla. Y el número podría ser de miles si contamos a todos los involucrados en la investigación básica necesaria para producir la vacuna final. Muchos de estos científicos han visto lo desbalanceada que ha sido la distribución de las vacunas, como es el caso de Moderna, donde el 70% de la producción ha ido a países ricos. Para ellos, una forma de colaborar es liberando su conocimiento. 

Los investigadores de Afrigen reconocen haber recibido ayuda y muestras de laboratorio de científicos de los diversos centros de investigación relacionados con la vacuna de Moderna. Gracias a esta colaboración desinteresada y un poco riesgosa es que los científicos sudafricanos han logrado replicar sus partes fundamentales. Por ejemplo, han logrado obtener la molécula de ADN que sirve de molde para la molécula de ARN que va dentro de la vacuna. Esta secuencia es parte de la patente de la farmacéutica, pero un grupo de investigadores de Stanford la publicaron en una base de datos online el año pasado. Además, Afrigen casi ha logrado replicar los otros componentes de la vacuna, como el mix de lípidos que protege al ARN para que pueda ingresar a nuestro cuerpo. 

Obtener la copia de la vacuna es solo el inicio de su desarrollo. A pesar de ser una copia exacta de una vacuna ya aprobada, esta vacuna también deberá pasar por todos los procesos de investigación antes de ser utilizada en seres humanos y validada como segura y efectiva. Técnicamente es una vacuna de Moderna, pero en la práctica es una vacuna de Afrigen. Durante el tiempo que tome el desarrollo de la vacuna, los científicos sudafricanos y la OMS esperan que las farmacéuticas se vuelvan más laxas con las patentes y las liberen para alcanzar el objetivo de vacunar a la mayoría de la población de todos los países, no solo los de altos ingresos.  Sin patentes liberadas y con el riesgo de aparición de nuevas variantes, la imitación de las vacunas deja de ser solo un halago: es, más bien, una herramienta de sobrevivencia.

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