Tantas veces Pedro


Una defensa de nuestro derecho a las fantasías 


Cada cierto tiempo, el rockero peruano Pedro Suárez-Vértiz publica en sus redes sociales alguna reflexión que marca tendencia por su posición conservadora. Por ejemplo, mientras escribo estas líneas circula –medio en broma, medio en serio–, una petición pública llamada “Quítenle el celular a Pedro Suárez-Vértiz”. A mí no me quita el sueño que alguien sea más conservador que yo y lo airee. En el caso del músico, lo que alguna vez sí llamó mi atención fue esa contradicción con lo que para mí era la relación entre una estrella de rock y un entorno mojigato. Al final, concluí que soy un iluso que también cae en sus paradigmas. Sin embargo, por alguna razón que no termino de digerir, una reciente publicación suya continúa haciendo bis en mi mente a pesar de los días transcurridos. Refiriéndose a una señorita que desde hacía algún tiempo admiraba en la televisión, el músico escribió: “Me parece la chica más bonita de la televisión peruana. No la miraba con deseo, ni mucho menos. Pero hacían una buena conducción con ‘Choca’. La veía todos los sábados, pero ya no. He dejado de verla. Ya no me parece la más linda. Se me cortó. ¿Por qué? Yo nunca he podido decirle a la pareja de ningún amigo ‘Que guapa está tu chica/esposa/mujer’, como me lo dicen, como muchos se lo dicen a sus amigos. Hasta se considera un gesto de cortesía. Simplemente no puedo siquiera mirar a la mujer de un hombre que yo conozca o admire”.

            Como lo adelantó Suárez-Vértiz en su confesión pública, no es que él se hubiera enterado de que la guapa señorita era la esposa de un amigo: “Entonces una mañana viendo el programa, apareció esta chica Vértiz junto a su esposo. Yo no sabía nada de la vida de la chica. Ni siquiera sabía su nombre. Pero su esposo era nada más y nada menos que Yaco Eskenazi. Un actor que me cae increíblemente bien, por su sencillez y aspecto de hombre noble y bonachón. Motivo suficiente para sentirme incómodo viendo a su esposa en la televisión”.

            Quizá lo que me chirría es el parche que Suárez-Vértiz propone: si miraba a la señorita sin deseo, ¿por qué se sentía incómodo con su esposo? Si no existían ansias de posesión o una curiosidad fantasiosa, si tan solo era el inofensivo embeleso ante una expresión de belleza, ¿cuál sería la fuente de la incomodidad? ¿Que exista,  tal vez, alguien con más derecho para apreciar esa belleza y que por eso sienta que ha traspasado una línea?

            Tal vez sea eso lo que me inquieta: que era necesario que aparezca en escena un hombre para cortar el placer de admirarla. ¿Qué tanto abona el comentario de Suárez-Vértiz a la noción de que cuando dos personas se convierten en pareja, una le pertenece a la otra? Si es de él, ni la miro: un objeto con certificado de propiedad.

            Pero no. Creo que no es eso exactamente lo que me irrita.

            Tal vez sea que su extraña confesión pública haya revivido esa educación atada a la culpa que me atosigó de pequeño; esos gestos y admoniciones sobre lo que se debe pensar o sentir porque existe un gran padre juzgándote, tan bien expresados en el Éxodo –»No desearás a la mujer de tu prójimo»–  o en Mateo 5-28 –»El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón»–.

            Si el compositor de Degeneración actual se sentía mal mirando a la señorita Vértiz sin desearla, ¿qué le espera, entonces, a quienes sí la admiran con fantasía? ¿Qué infierno aguarda a quien sí se imagina un idilio con ella? Cierta vez, en la oficina en que trabajaba, los chismes me trajeron el caso de un ejecutivo que al enterarse de que su pareja había tenido un sueño romántico con alguien que no era él, le había armado un pleito escandaloso. Los hombres nos reímos, claro, pero por dentro sabíamos que en el fondo, bien adentro, todos aspirábamos a domar ese aspecto de lo incontrolable.

            Los sueños y las preferencias no se buscan a propósito. Aparecen. En la enorme mayoría de los casos y descartando las psicopatías, tratar de ponerle una carga a quien ve entrar una fantasía a su mente es cruel y ominoso: se trata del mismo mecanismo de ponerle un impuesto moral extraordinario a quien no puede decidir su color de piel o su orientación sexual.

            ¿Y qué si dentro de la caja fuerte de mi cerebro deseo a la pareja de alguien?

            ¿Y qué si mi novia tiene fantasías con alguien que ambos conocemos?

            Negarnos una vida interior en la que se cumplen los hechos que no se realizan en el exterior es impedirnos el derecho a ser humanos. Es privarnos de la literatura misma en todas sus expresiones y de las historias que nos permiten ser otros. ¿Qué sería de nuestras vidas sin las incontables oportunidades en que nos entregamos a un relato oral, textual o cinematográfico y nos ponemos en los zapatos de un donjuán o de una asesina vengadora?Es usual discutir sobre la represión de las dictaduras políticas y de sus consecuencias, pero deberíamos hablar más seguido de esas dictaduras morales donde se nos imponen silicios que debemos apretar en nombre de la culpa. Si como alertó Freud, lo reprimido se sintomatiza y puede transformarse en angustia y ansiedad, no quiero ni imaginar el daño invisible, pero real, en una sociedad que esté de acuerdo en que está mal admirar a una chica bonita porque su esposo es buena gente. 

14 comentarios

  1. Paul Naiza

    Estimado Gustavo, me uno a la campaña corten sus megas a Pedrito, Lol. En estas epocas si alguien confieza su admiración hacia Sharon Stone luego de su actuación con Michael Douglas, y pregunto, ¿los dogmáticos como lo tomarían?. Comparto lo indicado sobre: «… imaginar el daño invisible, pero real, en una sociedad que esté de acuerdo en que está mal admirar a una chica bonita porque su esposo es buena gente» . Bueno me despido con el fondo musical » Mi auto era una rana».

    • Gustavo Rodríguez

      Un abrazo, Paul, y un saludo a la Sharon de tu mente.

  2. Susana Matute

    También me hace pensar en la vulnerabilidad a la que están expuestas las mujeres «bonitas» cuyos esposos no son «buena gente», así sean conocidos tuyos o… a los infinitos prejuicios que tienen que pasar las mujeres real, imaginaria o literariamente por qué se supone son una motivación.

  3. Margarita Gonzalez

    No más PSV en un país de DanielF.

  4. Orlando

    Tu nota es un ejemplo y la perfecta explicación de cómo se genera un trauma.

    • Gustavo Rodríguez

      Gracias por el comentario, su ambigüedad lo hace digno de un interés especial.

  5. Rodolfo

    Excelente artículo …y es cierto a veces Pedro escribe cosas que creo ni el mismo entiende y se contradice mucho …es un buen músico …pero cuando se pone a filosofar se pierde un tanto !

    • Gustavo Rodríguez

      Muchas gracias, Rodolfo, por el comentario.

  6. Gloria Dunkelberg

    Prohibida la fantasía..
    .Yo conocí la represión y la culpa en un colegio de monjas..».
    Por mi culpa, por mi culpa. por mi grandísima culpa» dándonos golpes en el pecho con la mano en puño y mirando el piso.

    «…pero deberíamos hablar más seguido de esas dictaduras morales» Qué bueno sería…

  7. Lucho Amaya

    Le expreso mi acuerdo… ¡Qué sería de mí sin mis fantasías!… Yo, soltero viejo (y hasta allí nomás)!
    (¿Le saldrá un Puma a PSV?)
    (Pos… yo pensé que era sobre Castillo… !!)
    🙂
    Perdón por la informalidad, en caso falte con ella.

    • Gustavo Rodríguez

      Jajajaja, ¡un abrazo, Lucho!

  8. Ana Ibarra Pozada

    Jaaaaa…me encantó, la verdad que la culpa no lleva a nada, peor aún nos reprime, quien no ha tenido sueños con un futbolista, actor, etc.. o un amigo muy guapo, viril…No, por favor, ya tenemos bastante con la pandemia, seres queridos muertos, amigos, incertidumbre política, déjennos fantasear, la imaginación es infinita.

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