¿Quieres poder escoger lo que sueñas… o que lo escojan por ti?
¿Piensas que los sueños son terreno exclusivo de la interpretación psicológica? Pues piensa de nuevo. Ahora ha surgido una nueva categoría profesional: los ingenieros de los sueños, unos neurocientíficos con habilidades de magos que pueden inducir o manipular el contenido de nuestras exploraciones oníricas. Lo descubrí en carne propia o, mejor dicho, en sueño propio.
Durante una noche de insomnio, decidí matar el aburrimiento de la espera infructuosa a Morfeo escuchando un podcast. Pésima decisión, diría mi maestra ayurvédica, o cualquier médico que valore la importancia del sueño ininterrumpido. Pero, en esta ocasión, la decisión no resultó tan errada.
Elegí —cómo no— un episodio de La Ciencia de A Vivir, en el cual unos científicos españoles, apuestos conductores del programa, dialogaban desde el Museo Smithsonian de Washington DC rodeados de trilobites y fósiles de dinosaurios. El podcast resultó ameno y Morfeo llegó más pronto de lo esperado. Acto seguido (o eso percibí) yo misma me encontraba presente en el museo con todos ellos, paseando entre huellas de fósiles vegetales y pájaros disecados. De repente, me convertía en partícipe de una boda entre sus solemnes paredes, sosteniendo el largo velo blanco de la novia mientras ascendía las escaleras de mármol del atrio principal, mirando de reojo al guapo futuro esposo que la acompañaba de cerca. No recuerdo los acontecimientos que siguieron, tampoco ningún aburrido acto protocolario, el momento del “sí, quiero” ni el beso de rigor; solo que lo que siguió fue una fiesta a ritmo de mambo entre ciervos embalsamados, huesos de ballena que colgaban del techo y exhibiciones de insectos apuñalados por alfileres. Una fiesta de la ciencia y de los sentidos.
Intuyo que me hallaba en la primera fase de mi sueño y que indudablemente ocurrió algo similar a lo que los científicos denominan “fenómeno de inducción de contenidos”, provocado por la estimulante temática específica del podcast. Es esta una técnica utilizada por los “ingenieros de los sueños” mencionados antes, los cuales emplean imágenes, sonidos, olores, palabras y hasta movimientos específicos para inducirnos a soñar con unos contenidos previamente establecidos. Según su corpus teórico, casi cualquier estímulo sensorial alberga el potencial de modular nuestra experiencia durante el sueño.
En los últimos años, esta “ingeniería onírica” ha avanzado considerablemente gracias a un mayor entendimiento de los patrones y funciones del sueño. Ya se reconoce que existen cuatro fases del sueño y que soñamos de una manera distinta en cada una de ellas. En la primera fase, cuando nuestros músculos se relajan, transitamos de la vigilia a un estado mental de sueño ligero (o hipnagogia en la jerga especializada), caracterizado por «microsueños» breves que, por lo general, comprenden eventos reales y recientes, como el aullar del perro o el sonido de una puerta. En la segunda y tercera etapa, los sueños son un poco más extensos, pero aún poco elaborados: en estas fases se cree que soñar permite asimilar los hechos, aprender de las experiencias y reorganizar los recuerdos. Es durante la cuarta etapa, la del sueño profundo de movimiento ocular rápido REM (del inglés «rapid eye movement»), cuando las tramas oníricas se vuelven más complejas y fantásticas.
Manipulando cada fase, se pueden inducir en el durmiente respuestas –o contenidos– distintos. Un estudio científico de 1993, por ejemplo, solicitó a una muestra de estudiantes que pensaran en un problema personal durante quince minutos antes de dormir: alrededor de la mitad de ellos informaron haber tenido un sueño relacionado con su problema, y la mayoría de ellos creían que su sueño contenía una solución a dicho problema. Esta técnica se usa hoy día en la terapia de pesadillas y se denomina “terapia de ensayo de imágenes”. Si sufres una pesadilla recurrente, los científicos te aconsejan pasar de cinco a diez minutos cada noche visualizando un final positivo del angustiante sueño, antes de irte a dormir: los estudios demuestran que este ejercicio puede reescribir el final de la pesadilla.
Pionero en la ingeniería de los sueños, el Massachusetts Institute of Technology (MIT) ha desarrollado dispositivos diversos para manipular el sueño y los sueños. Somnia, por ejemplo, es un aparato que estimula eléctricamente el vestíbulo del oído interno, causando a los soñadores sensaciones de movimiento, como si fueran mecidos para dormir, y esa acción mejora la calidad del sueño y de la memoria. Dormio, una especie de guante equipado con sensores que monitorean el sueño del usuario, utiliza un método de intervención llamado “incubación de sueños dirigida”, basado en la activación de audios reiterados. Una investigación publicada en 2020 reveló que cuando el audio de la palabra «árbol» se repetía sistemáticamente, se podía conducir al durmiente de forma fiable a sueños hipnagógicos relacionados con los árboles: todo un mundo onírico verde invocado en nuestro descanso.
Otras técnicas han utilizado aromas para activar emociones positivas o negativas en los durmientes, así como incidir en el sueño y en el comportamiento humano. Un estudio publicado en Neuroscience hace una década reveló que se podía reducir la compulsión y deseo de fumar de un grupo de voluntarios fumadores cuando, en el transcurso de sus sueños, se los exponía al olor del tabaco combinado con el de huevos podridos: todos los voluntarios destacaron sentir menos ganas de fumar en su vida consciente y la semana siguiente pasaron a consumir un 30 % menos de cigarrillos como promedio, pero no recordaban qué les hizo tomar esa decisión.
De aquí a la manipulación de los sueños para fines más perversos –comerciales o políticos, por ejemplo– el salto es corto. Ya existen experimentos que han demostrado la eficacia de la manipulación de los sueños con el objetivo de incrementar el deseo de golosinas o de cervezas de marcas conocidas. Preocupados por esta deriva inescrupulosa, algunos científicos han suscrito un manifiesto de Etica de la Ingeniería de los Sueños. El primer párrafo dice así: «Tu sueño es tuyo, siempre. No crearemos tecnologías que te digan qué significa tu sueño. No participaremos en la incubación de ningún sueño que las personas no soliciten expresamente y den su consentimiento para soñar».
¿Será eso suficiente para protegernos de los piratas de Morfeo?
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