Marcos Cueto y sus lecciones para enfrentar la investigación histórica (parte 1)
Juan Antonio Lan es autor de Sida y temor (2021) y estudió el pregrado en la PUCP y Maestría en Historia en la FLACSO-Ecuador. Se desempeña como analista de gestión académica en la Universidad Antonio Ruíz de Montoya y administra la plataforma digital El Reportero de la Historia.
Recuerdo como si fuera ayer las clases del pregrado de Historia en la Universidad Católica con Juan Carlos Callirgos. Este profesor, formado tanto en Antropología como en Historia, mencionaba que ambas diciplinas tenían un elemento en común: sus ritos de iniciación eran bastante exigentes. Así, los antropólogos estaban obligados a realizar etnografías, mientras que los historiadores acudían a los archivos a indagar sobre el pasado.
El principal problema era que nuestros docentes asumían que sabíamos los principios básicos para desenvolvernos en nuestros respectivos campos o, en el peor de los casos, que aprenderíamos de forma espontánea a partir de la experiencia; en otras palabras, éramos lanzados a la piscina del conocimiento sin ni siquiera saber qué necesitábamos para no ahogarnos. Felizmente, en los últimos años, han aparecido ‘salvavidas’ que evitan que las nuevas generaciones atraviesen las mismas dificultades que la mía sufrió al momento de iniciarse en la investigación. Por ejemplo, tenemos la Guía para escribir Historia. Reflexiones sobre un oficio desafiante, del reconocido historiador peruano de la ciencia Marcos Cueto, recién publicada por el Instituto de Estudios Peruanos.
Bajo la fórmula “escribir e investigar, investigar y escribir”, Cueto nos enseña, de forma clara y didáctica, cómo podemos construir un proyecto de investigación para nuestros temas de interés. Primero, estamos obligados a conocer lo escrito por otros especialistas sobre el personaje, el período, la región o el problema a ser estudiado; es decir, debemos empezar con nuestro estado del arte identificando qué se ha investigado, cuáles han sido los principales debates entre los expertos y qué no se ha estudiado a profundidad. Todo ello nos servirá para plantear nuevas preguntas, formular interpretaciones originales o buscar fuentes no empleadas. Cueto precisa que estas cuestiones deben ser relevantes para el conocimiento histórico. Adicionalmente, nos recomienda, primero, elaborar marcos temporales que determinen el inicio y el final del proceso histórico que estamos investigando; y, segundo, asegurarnos de la accesibilidad de los documentos.
Así como toda narrativa tiene un inicio, un nudo y un desenlace, lo mismo debemos aplicar a nuestro incipiente proyecto. Para Cueto es importante que realicemos un esquema donde distribuyamos nuestros futuros capítulos. Cuando leí esta parte, me sentí contrariado, dado que mi práctica habitual era recopilar toda la información y luego empezar a organizarla. Cuando continué con la lectura del libro encontré la respuesta: debemos escribir lo más pronto posible con la información que tengamos a disposición. Ello nos ayudará a evitar la mayor cantidad de distracciones, ya sea buscando más documentación o revisando bibliografía que nos desvía de nuestro rumbo inicial. Cueto confía en que, siguiendo esta recomendación, tendremos un esqueleto de nuestra redacción final, el cual se irá alimentando progresivamente con nuestra investigación.
Sobre esto último, el autor afirma, con bastante confianza, que los historiadores también podemos ser catalogados como escritores. Como tales, no tengamos miedo a escribir sin tener todo a disposición; tampoco nos desesperemos si es que lo redactado en días anteriores termina completamente desechado. Por el contrario, la escritura es un proceso que tiene sus idas y venidas: mientras más corregimos, el resultado final estará más pulido. Dicha corrección también nos ayudará a aclarar nuestras ideas, mejorar nuestras interpretaciones y fundamentar nuestros argumentos.
Una vez que tenemos en nuestras manos el resultado final, ¿qué sigue? En el pregrado siempre se nos insistió en que debíamos publicar nuestras investigaciones en revistas especializadas y de alto prestigio internacional; sin embargo, no nos mostraban cómo hacerlo. Cueto, una vez más, tiene respuestas al respecto. Primero, no nos deprimamos si es que nuestro manuscrito no termina publicado a la primera que enviemos. Segundo, recomienda revisar los requerimientos de la revista escogida e identificar sus principales ejes temáticos. Finalmente, estar en constante comunicación con los editores, ya sea para expresar nuestro interés en aportar a su edición o para dialogar sobre los comentarios realizados por los evaluadores anónimos.
Si bien es cierto que las revistas en inglés son las más valoradas, también tenemos, si es que recién empezamos el camino del historiador, alternativas más accesibles tanto en español como en portugués: Historia crítica, de la Universidad de los Andes, en Colombia; e Historia, de la Pontificia Universidad Católica de Chile son algunos ejemplos. Y si todavía no nos sentimos lo suficientemente preparados para un artículo académico, podemos intentar con las reseñas de libros, las cuales son bastantes requeridas por los editores de estas publicaciones.
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Como una historiadora que aún estoy haciendo una investigación, me sirve mucho las metodologías que menciona esta reseña de Juan Antonio Lan. Ahora sí tengo muchas ganas de comprar el libro doctor Marco Cueto, excelente profesor de historia y además un poco excelente historiador e investigador, cuya abundante experiencia sobre cómo convertirnos en un buen historiador e investigador les servirá a todos, tantos estudiantes como profesionales. Merece la pena leer y meditar este libro una y otra vez para que no pierda los tesoros que esconde en este libro y para ser mejor historiador, escritor e investigador en el futuro.
Como una historiadora haciendo una investigación actualmente, me sirve mucho las metodologías que menciona esta reseña de Juan Antonio Lan. Ahora sí tengo muchas ganas de comprar el libro doctor Marco Cueto, excelente profesor de historia y además excelente historiador e investigador, cuya abundante experiencia sobre cómo convertirnos en un buen historiador e investigador les servirá a todos, tantos estudiantes como profesionales. Merece la pena leer y meditar este libro una y otra vez para que no pierda los tesoros que esconde en este libro y para ser mejor historiador, escritor e investigador.
Todo el mundo es buen escritor y historiador siempre y cuando maneje una buena metodología. Este libro es imprescindible para nosotros, sobre todo los historiadores.