Siete contra el matrimonio igualitario


Revisemos los argumentos que se oponen a la igualdad 


Recuerdo en el 2005 haber seguido con gran interés el debate por la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo en España. Por ese entonces no se usaba tanto el concepto de matrimonio igualitario y eran solo dos los países que contaban con la figura ya regulada: los lejanos Países Bajos y Bélgica. Así, en España se daba el primer debate que sentía más cercano a mi realidad, un estudiante universitario peruano de 19 años que todavía luchaba con sus temores para salir del clóset. Lo sentí cercano por el idioma común o el pasado compartido o, simplemente, por la necesidad de ver que un mejor futuro era posible. 

Seguí ese proceso con fanatismo. Ver a gigantes como Pedro Zerolo debatir con tanta lucidez y valentía hacían que me sintiera validado luego de una adolescencia donde la mayoría de referencias que escuché sobre la homosexualidad fueron negativas. Creo que para mi generación, la aprobación del matrimonio igualitario en España fue el primer mensaje que recibimos de que una mejor vida era posible más allá de nuestros sueños.

Han pasado 17 años desde ese momento y 29 países han seguido el mismo camino que España. En todo ese tiempo he visto cómo los argumentos para oponerse se repiten una y otra vez, ad nauseam. Esta semana volvió a ocurrir, cuando un congresista conservador peruano usó uno de ellos para agitar las redes y generarse un poco de atención.  Usando este hecho de excusa, aprovecharé este espacio para comentar los siete argumentos que suelen usarse para oponerse a lo que a todas luces es un avance social que nos permitiría ser una sociedad más justa y libre.

Uno. “El objetivo del matrimonio es la reproducción, por ello, solo debe ser para parejas heterosexuales”

¿Según quién? Porque si revisamos la Constitución, las leyes y los tratados internacionales, en ningún lado se establece que ese sea el objetivo. Si así fuese, entonces el Estado solo debería permitir el matrimonio de personas en edad reproductiva, o previo examen de fertilidad. O debería ponerse como causa de nulidad el hecho de que un matrimonio decida no tener hijos. ¿Se imaginan lo absurdo? El objetivo del matrimonio es darle mayor fuerza y compromiso al proyecto de vida en común, reconociendo los derechos y obligaciones que se desprenden de él, asegurando el reconocimiento por parte del Estado y la sociedad. 

Dos. “Históricamente, el matrimonio ha sido entre un hombre y una mujer”. 

Sí, y las cosas cambian con el tiempo, adaptándose y evolucionando para responder a lo que la realidad pide de ellas. Y vaya que el matrimonio lo ha hecho. Porque sino, existiría como requisito para el matrimonio heterosexual el consentimiento de los padres de los novios, o se eliminaría la figura del divorcio para asegurar que la unión sea hasta la muerte de uno de los cónyuges. El matrimonio es una institución social y, como tal, va variando de acuerdo con el contexto en el que se desarrolla. Toma en cuenta la tradición, pero también se va adaptando a las nuevas expectativas de la sociedad.

Tres. “El país no está preparado para el matrimonio entre personas del mismo sexo”

¿Qué implica “estar preparado”? Pareciera que el argumento toma como supuesto que el reconocimiento de derechos implica que la mayoría de los ciudadanos en el país estén de acuerdo con ello. Y eso iría en contra de un principio básico de cualquier democracia: el gobierno de la mayoría respetando a las minorías. Imaginemos las grandes injusticias sociales de la humanidad, como la esclavitud de personas negras: a nadie le parecería moralmente válido el haber sometido la abolición a una consulta, pues se entiende que el ponerle fin a algo tan injusto no debería depender de los votos o la popularidad de la causa.

Dicho sea de paso, en todos los países donde se ha aprobado el matrimonio entre personas del mismo sexo, el nivel de aprobación social a la figura no ha hecho sino crecer en los años siguientes. La gente se dio cuenta de que los temores eran infundados y que la vida seguía su curso sin ninguna dificultad nueva.

Cuatro. “Hay otros temas más urgentes que legislar”

Este argumento lo escuché mucho cuando era congresista, y detrás hay dos ideas equivocadas. La primera de ellas es la insinuación de que por debatir y aprobar el matrimonio igualitario, no puedes seguir debatiendo y aprobando otros temas importantes. Esto no es así, ni como institución ni como congresistas. El Congreso aprueba un promedio de siete normas en cada sesión. La segunda idea equivocada es que esa afirmación implica una jerarquización hecha sin criterios claros. ¿Quién determina los elementos objetivos para hacerla? Si no existen dichos elementos, lo que prima en esa valoración es la propia subjetividad; y en dicha subjetividad la persona no suele ser consciente del lugar de enunciación donde se encuentra. Un lugar de privilegio: no es urgente para ella porque no le afecta, pues, al ser heterosexual, su unión sí está reconocida por el Estado y la sociedad.

Cinco. “El matrimonio es una institución religiosa, y mi religión no aprueba a las parejas homosexuales”. 

La regulación del matrimonio igualitario se aplicaría exclusivamente al matrimonio civil y no al religioso. El matrimonio civil es una institución social y depende del Estado, mientras que el matrimonio religioso depende de lo que cada religión decida de manera autónoma. Además, en temas de interés público, la religión individual de un grupo de ciudadanos resulta irrelevante, incluso si son mayoría. ¿Tu religión no permite matrimonios entre personas del mismo sexo? Entonces tienes dos opciones: o no te casas con alguien de tu mismo sexo, o te buscas otra religión, pero no es una alternativa válida buscar imponer tus creencias a terceros.

Seis. “Se está promoviendo la homosexualidad”

Esto parte de la idea equivocada de que la orientación sexual es una opción y que, como tal, puede ser promocionada para captar más adeptos. Algo así como el veganismo, la cientología o el crossfit. La orientación sexual es algo inherente a la persona, no algo por lo que se opta. Reconocer derechos a minorías sexuales no significa una promoción de determinada orientación sexual, lo que sí implica es la promoción de la igualdad y respeto, valores necesarios en toda sociedad democrática. 

Los homosexuales estamos aquí. Somos sus vecinos, sus amigos, sus primos, sus hermanos, sus compañeros de trabajo. La aprobación o no del matrimonio igualitario no va a cambiar eso, aquí seguiremos. Lo que sí puede cambiar es la posibilidad de que nuestro proyecto de vida en común con nuestra pareja tenga la misma protección y reconocimiento de la que gozan las parejas heterosexuales.

Siete. “Atenta contra la familia”

Existen dos ideas equivocadas con este argumento. La primera es creer que solo existe un tipo de familia (la de papá, mamá e hijos); y, la segunda, que el reconocimiento del matrimonio igualitario afecta a otras familias de alguna forma. 

Sobre la primera idea, la idea de “familia clásica” queda completamente desfasada por la realidad que nos muestra una gran diversidad de tipos de familia: mujeres que solas sacan adelante a hijos, abuelos que se encargan de los nietos, parejas sin hijos, hermanas viudas que se acompañan en la vejez, y un largo etcétera. Sobre la segunda idea, no existe nexo causal que explique por qué el reconocimiento de un tipo de familia afectaría a otro. No se está proponiendo quitarles los derechos a unos para dárselos a otros, o señalar que solo existe un tipo de familia posible. El reconocimiento de familias distintas se da dentro de la idea de que existen muchos tipos de familia en nuestra sociedad y que todas, sin exclusión, merecen ser protegidas.

Como vemos, no existen argumentos válidos contra el matrimonio igualitario. Se estaría legislando a favor de parejas que ya existen, permitiendo que tengan los beneficios y protecciones con los que cuentan las parejas heterosexuales; además, esta aprobación no afecta a terceros ni genera efectos negativos en la sociedad. 

La sentencia de la Corte Suprema que legaliza el matrimonio igualitario en todo Estados Unidos indicaba que “la historia del matrimonio es una, tanto de continuidad como de cambio”. Y no le falta razón. Continúa la celebración del amor, el fortalecimiento de un compromiso mutuo, el reconocimiento de derechos y obligaciones. Cambia la valoración social de los individuos que pueden integrarla y del rol que ahí cumplirán, buscando mayor justicia en su regulación. 

Esperemos que esa búsqueda de justicia haga que pronto este debate también sea superado en nuestro país. No hay argumentos válidos para seguir demorando lo que tarde o temprano será una realidad.

1 comentario

  1. Christian Vargas

    Lo expuesto por el escribiente de este escrito (Belaunde), tan sólo es la misma repetición de lugares comunes y trillados, no existen argumentos sólidos y bien fundamentados. Yo comparto la propuesta del reconocimiento de derechos por parte del Estado a la comunidad LGTB, sin embargo, este escrito no dice nada de por qué es inaplazable y absolutamente necesario el reconocimiento del matrimonio igualitario, tan sólo se limita a hacer ciertos comentarios superficiales: todos saben que hay diferentes tipos de familia, todos saben que la sociedad y la cultura cambian, todos saben (solamente lo olvidan adrede) que la homosexualidad es común, todos saben que la religión cristiana está absolutamente cargada de posturas absurdas y lacerantes; empero, lo necesario en este caso es argumentar, exponer razones fundadas, no hacer una simple interpretación vacua de las Constituciones, porque al fin y al cabo las Constituciones reflejan la óptica cultural de una época, en otras palabras, es producto de la cultura y la civilización (que no siempre son «justas»).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

5 × tres =

Volver arriba