¿Se debe negociar con terroristas?


Lo que la historia enseña sobre esta complicada disyuntiva


Uno de los comentarios que recibí a mi artículo de la semana pasada—en el que resaltaba la importancia del diálogo entre adversarios ideológicos—, fue si es posible o aceptable hablar con un interlocutor que utiliza el terror como arma. El comentario se basaba en esa antigua noción popularizada en los medios de que los estadounidenses no negocian con terroristas. Fue Richard Nixon quien dijo la famosa frase en 1973, cuando se tomaron rehenes en la embajada saudí de Khartoum y ciudadanos de su país pagaron con sus vidas. 

En Estados Unidos y el Reino Unido la política de no negociación se mantiene y, en la mayoría de los casos, eso resulta en que los tomados como rehenes no tienen posibilidad de ser liberados. Otros países europeos, entre ellos Francia y España, prefieren negociar y suelen lograr que sus connacionales salgan ilesos. En estos días hemos visto que en ciertas circunstancias la negociación es la única salida posible ante las crisis. Es gracias al trabajo de los negociadores del gobierno de Catar, Egipto e Irán que han comenzado a ser liberados los primeros rehenes que tomó Hamas en su bárbaro ataque del 7 de octubre y en los próximos días más saldrán en libertad. A cambio, también han sido liberadas mujeres y adolescentes palestinos que estaban encarcelados en Israel. Uno, un muchacho de diecisiete años, por lanzar piedras.

Hay quienes opinan que no se debería ceder un solo milímetro ante quienes han decidido infligir tanto daño, pero ante las circunstancias en las que Israel no tiene como estado la capacidad de liberar a los rehenes en Gaza, la única posibilidad es la negociación. No se puede negar que hay algo perverso en ello, pues fue para eso que Hamas secuestró y llevó personas a Gaza: para utilizarlas como moneda de cambio. Se trata, en muchos casos, de personas de edad avanzada, algunas con problemas de movilidad y salud, niños, incluso bebés menores de cinco años, todos inocentes, todos envueltos en una barbarie que no cesa y con el añadido riesgo de ser utilizados como escudos humanos ante el ataque de Israel en Gaza.

Ante escenarios tan adversos, lo que queda es buscar una salida negociada y es en ese momento en que no queda más que hablar con el enemigo, o con interlocutores que puedan hacerlo. En los trabajos teóricos sobre cómo disuadir a los terroristas de seguir utilizando la violencia existe una extensa literatura sobre cómo la violencia y el uso de la fuerza no tienen ningún poder disuasivo sobre quienes han decidido usar la violencia para imponer su visión. En palabras del arzobispo Desmond Tutu de Sudáfrica, tomar represalias contra un atacante suicida no hace más que convencer a más personas de convertirse en atacantes suicidas. Cuando alguien ya está decidido a morir, amenazar a esta persona con la muerte no es realmente una amenaza.

En la primera respuesta de Israel a los ataques del 7 de octubre vimos que toda la fuerza de la rabia y el horror acompañó a las represalias. Las imágenes que nos acompañan de los bombardeos sobre Gaza, los miles de inocentes que han muerto y la desolación ha llevado a que muchos consideren que los ataques no están siendo proporcionales. Las manifestaciones en apoyo a los palestinos ya se han multiplicado en todo el mundo ya que es muy difícil sostener que toda la población de Gaza debe ser castigada por las acciones de Hamas. Pero, desde un punto de vista más bien práctico, queda claro que nada de esto hace más posible la liberación de los rehenes. 

Es ahí donde entran la negociación y la diplomacia. Países como Catar y Egipto, que mantienen cercanía con Hamas por tener también una base en la Hermandad Musulmana —de donde se desprende el grupo palestino—, son quienes han logrado mantener abiertos en todo momento los canales de comunicación ya que también mantienen relaciones con Israel. Irán y Malasia, que no tienen relaciones diplomáticas con Tel Aviv, también han tenido un papel importante en la liberación de los diez tailandeses que se encontraban trabajando en los campos de frutales muy cercanos a Gaza y que terminaron entre los rehenes. Se estima que quedan unos veinte más en cautiverio.

El presidente Joe Biden tiene la esperanza de que estos cuatro días de cese al fuego en la franja de Gaza puedan llevar a una nueva manera de lidiar con el conflicto. En su mensaje de Acción de Gracias del jueves 23 de noviembre dijo que las chances de un cese al fuego más permanente son posibles, y muchos analistas consideran que los países árabes esperan que el presidente estadounidense ejerza presión sobre Israel para que no se mantengan las hostilidades de la misma manera. El problema es que el objetivo de Netanyahu es deshacerse de Hamas, que se calcula en 40.000 personas, y hasta ahora han muerto “solo” unas 2.000. La pregunta ahora es ¿qué sucederá al quinto día?

La historia nos muestra que la única manera de conseguir una paz verdadera es por medio de la negociación. Fue así en Irlanda y en Sudáfrica, donde después de muchos años de buscar acabar el fuego con el fuego, se sentaron en la mesa de negociación quienes habían sido enemigos y se aceptaron como interlocutores a aquellos que habían utilizado las armas del terrorismo. Fue así que en los años 90 terminaron esos dos conflictos que por generaciones parecieron imposibles de solucionar. 

Hay quienes aún consideran a Nelson Mandela un terrorista que no debería ser celebrado como un héroe, pero si esa hubiese sido la única manera de lidiar con él, es posible que el problema del apartheid no hubiera tenido fin. Recordemos que incluso la finada reina Isabel tuvo a bien darle la mano a uno de los lideres de Sinn Fein, la organización irlandesa que mató a su tío Louis Mountbatten.

A veces, la única manera de salir adelante es hablar y negociar, por más difícil que parezca. 


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