Reunión bilateral en Quispicanchis


Una caminata y una presidenta nos revelan los mundos paralelos que habitamos


En las faldas del Ausangate, la quinta montaña más alta del Perú, una escuelita rural pública para 60 estudiantes apenas contaba con dos profesores. La Unidad de Gestión Educativa Local (UGEL) llevaba tiempo diciéndole a los padres de familia que pronto mandarían un par de profesores más para cubrir la demanda, pero lo único que llegaba era el invierno con sus fuertes y fríos vientos, también conocidos como chiri wayra. Ante este silencio, era momento de enviar algún representante de la comunidad en busca de una reunión bilateral que pudiera hallar una solución.

Las familias y las comunidades campesinas afectadas juntaron fondos, pero esta persona que enviaban nunca era recibida por el funcionario de la UGEL. Hasta que un día, durante una asamblea comunitaria, se tomó otra decisión: “Tenemos que ir todos”, pero pronto quedó claro que era muy caro pagarle un pasaje de bus a cada uno. Fue así que desde aquella pampa ubicada a más de 4 mil metros sobre el nivel del mar, niños y adultos partieron a pie y a caballo por varias horas hasta la pequeña ciudad de Urcos, provincia de Quispicanchis, región Cusco, en busca de una solución. Llegaron luego de varias horas dramáticas y, ante la presencia de los campesinos y la prensa local, fueron finalmente recibidos. Cuando parecía que la única demanda se iba a concretar, el funcionario indicó: “Déjennos evaluarlo por unos días, pero no se preocupen, porque ya pudimos reunimos”. Pero para los reclamantes, la reunión en sí era lo menos importante: lo que ellos querían era una promesa escrita de que al menos un profesor más sería asignado a la escuela de Ausangate. “Señor, ya hemos esperado mucho, no nos vamos a ir hasta que por escrito nos confirmen lo que pedimos”. Y así fue: el funcionario tuvo que ofrecer una resolución impresa, asignando un maestro para la escuela. 

En otras latitudes y contextos, hace poco vimos a la presidenta del Perú, quien recientemente se ha hecho célebre por unas accidentadas ‘reuniones bilaterales’: odiseas de Dina Boluarte pidiéndole permiso al Congreso para llegar al Vaticano, las Naciones Unidas o la Casa Blanca, sin mayor meta que la reunión en sí, incluso cuando apenas consistieron en un cruce de palabras en los márgenes de los eventos. Viajes, comitivas de funcionarios, miles de dólares de viáticos, e incluso la renuncia de una ministra y un embajador para lograr una foto con el papa o el presidente de Estados Unidos, al contrario de los comuneros de nuestra historia, que buscaban lo relevante en vez del souvenir: un contraste que nos habla de un país que mediante estos gestos expone desigualdades y niveles de importancia para la ciudadanía. El caso de Quispicanchis lamentablemente no es único, y la superficialidad de los gestos de la presidenta tampoco. Es una historia que ya Arguedas, Ciro Alegría e incluso Guamán Poma nos vienen narrando desde hace décadas e incluso siglos. ¿Cuándo caeremos en cuenta del abismo social que se avala desde el poder?


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2 comentarios

  1. Lucy Flores Lazo

    Que buen artículo. Una realidad qué cada día nos golpea más.

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