La humanidad anónima del conflicto
El último atentado en la zona del VRAEM ocurrido el domingo pasado ha ocasionado conmoción y no es para menos. Un grupo armado, sin motivo aparente ni identidades definidas, acribilló a 16 personas en el Centro Poblado de San Miguel del Ene. La masacre, atribuida a remanentes de Sendero Luminoso[1], ha sido rápidamente instrumentalizada para polarizar aún más a la población en torno a nuestra segunda vuelta presidencial.
El Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro es, desde hace más de treinta años, un área de conflicto difícil de entender para quienes somos ajenos a esa realidad. Narcotráfico, terrorismo, asesinatos, violaciones, secuestros y esclavización son palabras utilizadas para describir lo que ahí sucede. Aunque las víctimas de estos hechos son seres humanos, el discurso prevaleciente los deshumaniza.
Por ejemplo, luego del último atentado, algunos medios de comunicación y la opinión pública se apresuraron a atribuir el ataque a uno de los dos postulantes a la presidencia. La muerte se ha banalizado como un recurso de (anti) campaña electoral.
Las décadas de conflicto y sus múltiples consecuencias han sido encapsuladas en un acrónimo –VRAEM– que, irónicamente, insiste en abreviar el tiempo que dedicamos a este problema. Son cinco letras que encierran al unísono la zona con mayor producción de hoja de coca del Perú y el escenario de la masacre más sangrienta de poblaciones indígenas de los últimos años. Las violaciones de derechos humanos en el VRAEM solo importan cuando sirven para criticar al gobierno de turno, o al que está por entrar. El atentado de la noche del domingo no ha sido la excepción.
La tarde del lunes oí a mi hermana menor preguntar: “¿Y quiénes viven en el VRAEM?”.
Nacida en el siglo XXI, ella probablemente ha visto las noticias en TikTok. O tal vez se haya informado mediante la radio siempre encendida de mi casa. Tanto el medio “nuevo” como el tradicional han fallado en explicarle a quién impacta directamente el asesinato de todas esas personas. No creo que mi hermana sea la única que ignore quiénes habitan el VRAEM y lidian con tanta barbarie en lo cotidiano.
Por ello decidí escribir con un acento en las personas.
Lo que conocemos como VRAEM es más que un espacio geográfico. El gobierno trabaja en esa zona mediante una estrategia de intervención e influencia que lleva ese mismo nombre y abarca 69 distritos. De acuerdo al último censo, el 59.7% de la población en la zona de intervención vive en áreas rurales. La principal actividad económica desarrollada es la agropecuaria, dominada por tres cultivos: el cacao, el café y la hoja de coca.
Las comunidades nativas de las etnias Arawac (asháninkas, matsiguengas y shipibos) se replegaron hacia la margen izquierda del río Apurímac o hacia el norte, en el valle del Ene, debido a la migración a mediados del siglo XX. Desde entonces, el VRAEM tiene una considerable población migrante. De cada 100 personas en el área, 10 nacieron en otro departamento o en otro país. Las comunidades indígenas, sin embargo, continúan siendo el grupo predominante del territorio.
El 33% de la población pertenece al grupo de edad entre 0 y 14 años. Los niños, niñas y adolescentes que viven en el VRAEM son vulnerables a ser reclutados para combatir en las filas subversivas o en el Ejército, según un informe de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos. Las operaciones de rescate que intentan paliar esta violencia pueden romper sus vínculos sociales y familiares al extraerlos de su lugar de origen. Secuestrados desde muy pequeños, muchos no cuentan con un documento nacional de identidad. Para fines legales, son ciudadanos inexistentes.
Un grupo considerable de adolescentes son “mochileros”. Esta es una técnica de transporte de pasta básica de cocaína consolidada en el territorio. Un reportaje de la BBC narra la historia de Daniel, un joven contratado para trasladar a pie a través de la Amazonía una mochila con el producto ilícito. Les pagan dos mil dólares por viaje y varios de ellos lo hacen para ir a la universidad. Aunque la situación ha mejorado en los últimos diez años, el 14.4% de la población del VRAEM no tienen ningún nivel de educación formal. El 6.3% accede a educación universitaria.
A diferencia del resto del país, las mujeres en la zona del VRAEM son menos de la mitad (49.5%). Las mujeres embarazadas, particularmente, corren el riesgo de ser secuestradas por las filas subversivas. Testimonios de mujeres sobrevivientes revelan haber tenido hasta siete hijos y nunca haberlos conocido.
Es imposible encerrar en un texto la diversidad de experiencias de vida en la zona de conflicto: todo resumen corre el riesgo de “esencializar”. Naturalmente, las personas afectadas por el conflicto los 365 días del año tienen sueños, alegrías y nostalgias. Ignorarlas el resto del año y traer su desgracia a debate solo para polarizar es irrespetuoso e inhumano, por decir lo menos.
[1] Los atentados se atribuyen específicamente al grupo liderado por los hermanos Quispe Palomino, antes vinculados a Sendero Luminoso. En el 2003, durante el secuestro de casi 70 personas, anunciaron públicamente su ruptura con Abimael Guzmán y el camarada ‘Feliciano’. De hecho años atrás, Jorge Quispe Palomino, camarada “Raúl”, ayudó al Ejército peruano a capturar a este último (Mendoza y Leyva 2017). Desde el 2010 es considerado una organización narcoterrorista por la Policía Nacional y la Agencia antidrogas de EE.UU. (OjoPúblico).
Esta afirmacion, por lo menos la referida al EJERCITO es grave. Debiera sustentarse o desmentir
….. El 33% de la población pertenece al grupo de edad entre 0 y 14 años. Los niños, niñas y adolescentes que viven en el VRAEM son vulnerables a ser reclutados para combatir en las filas subversivas o en el Ejército…..
Estimado Jaime,
Gracias por leerme. De hecho es una afirmación muy grave. Me sorprendió leerla en el Informe Anual 2011 de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos. En la sección sobre Derechos Civiles y Políticos mencionan lo siguiente sobre los niños, niñas y adolescentes en el VRAEM: «Pocos años antes, en el 2009, la CNDDHH junto a la organización internacional Save the Children se ha pronunciado de manera contundente acerca de la información de niños, niñas y adolescentes combatientes en las filas subversivas, condenando este hecho de manera enérgica. Lamentablemente, el mismo año, también se reportó la muerte de un menor perteneciente al Ejército Peruano, menor que habría sido reclutado bajo la modalidad ilegal de leva. Esta situación despertó la condena internacional y el inicio de acciones para frenar la inclusión de menores en los combates armados. Sin embargo, esta problemática desapareció del debate público con el pasar de los meses de dicho año sin que se tomaran las acciones necesarias para frenarla, quedándose en la incertidumbre y el desconocimiento». (pp.32)
La información completa está en el link al cual vinculé la afirmación inicial, que consigno aquí también: http://derechoshumanos.pe/informe_anual_2011_12/Situacion%20en_el_Valle_de_los_Rios_Apurimac_Ene_y_Maranon_(VRAEM).pdf
Asimismo, el 25 de agosto de 1997, el Ministro de Defensa, General César Saucedo Sánchez declaró ante la Comisión de Defensa y Orden Interno del Congreso que la leva de jóvenes para enrolarlos en el SMO se encuentra prohibida.
Agrego:
Según el almirante José Cueto, jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, desde que el servicio militar dejó de ser obligatorio en el año 2000, disminuyó de manera drástica el número de soldados.
Asi las cosas, no todo lo que publican esos grupos es cierto. Creo se debio tener mas cuidado al publicar lo que le señale. Nada mas
Gracias
Permiso para compartir el siguiente artículo, con datos igual de esclarecedores e importantes sobre el VRAEM y su etbografía.
https://elcomercio.pe/somos/firmas/vraem-vivir-de-espaldas-por-jaime-bedoya-vizcatan-del-ene-ffaa-sendero-luminoso-terrorismo-segunda-vuelta-noticia/
La cuota de humanidad que le faltaba al tema! Me encanto!