El mayor consejo que he descubierto para los jóvenes indecisos
Para muchos alumnos, la etapa en que deben plantear su tema de tesis es un momento de cambios y definiciones. En Economía esto suele ocurrir hacia el séptimo ciclo, cuando se está más cerca de terminar los estudios y ya se tomaron los llamados cursos fundamentales, usualmente aprendidos a través de clases de explicación de modelos, teoremas y muchas prácticas dirigidas y calificadas.
De un momento a otro, por lo tanto, la línea de cursos básicos se desvía a una ruta distinta que implica plantear un tema de investigación, aplicar el método científico y escribir una tesis. En muchas universidades, muy poco —o nada— de la formación de los cursos entrena para ello. Desde el punto de vista de los estudiantes, este momento suele estar acompañado de mucha ansiedad. Y desde el punto de vista de los docentes, bueno, les contaré mi experiencia.
En los últimos seis años he tenido a mi cargo el primer curso de esta secuencia y he encontrado a todo tipo de estudiantes: desde aquellos que ya tienen todo definido y encaminado, hasta los que solo te piden que les recomiendes un tema, porque no tienen ninguna idea o preferencia; y todas las combinaciones que uno podría pensar. Para cada caso existe un abanico de recomendaciones, pero por sobre todas se alza una principal.
El consejo más importante que podría decirle a cualquiera en ese trance es que tiene que enamorarse de su tema. Es decir, que el tema le genere curiosidad, le entusiasme, le suscite ganas de pasar tiempo con él —leyendo, pensando, conversando, etc.— y todo lo positivo que uno puede asociar al enamoramiento. Pero es bueno recordar que, como en toda relación, habrá momentos de decepción (“no sirve, porque todos han investigado lo mismo”), de tristeza (“no encuentro nada”) y hasta ganas de terminar (“no hay datos”, o “lo mismo que quería hacer, ya lo está haciendo otro”). Cuando se superan las ganas de cambiar el tema (“terminamos”) por el entusiasmo de vencer el reto, el mismo que crecerá con las horas dedicadas, se está en buen camino.
Pero enamorarse del tema también significa que ningún docente puede decirte cuál elegir. Es como preguntarle a tus padres con quién te debes comprometer para casarte. En nuestra sociedad eso ya es impensable y, hasta ahora, ninguno de mis estudiantes ha dejado de sonreír cuando les he preguntado si su padre o madre eligen novia o novio por ellos.
Sin embargo, los docentes sí podemos ayudar a que nuestros estudiantes elijan entre varias opciones. Lo que suelo hacer es preguntarles cuál tema les entusiasma más de los varios que tienen en cartera. La otra consulta que les hago es que recuerden cómo así se motivaron por los temas sobre los cuales tienen dudas. En esos recuerdos suele haber una motivación que trasciende lo académico. A mi memoria viene un estudiante que llegó a la primera sesión diciéndome: “Profesora, ningún tema de Economía me interesa”. Mi respuesta fue: “Pero algún tema de la vida debe entusiasmarte”. “Claro”, fue su respuesta, “Alianza Lima”. Entonces, conversamos sobre cómo llevar la teoría económica al fútbol. En otro caso, la conversación inicial fue parecida y luego me enteré de que el joven futuro economista era escritor de comics: excelente, pensé, porque es un tema subestudiado en Economía y puede servir para evaluar las políticas públicas sobre las industrias culturales y su desarrollo en un país de ingreso medio como el Perú, o el ecosistema de formación artística, solo para mencionar algunos posibles temas de tesis alrededor de una inquietud creativa.
El mensaje de esta entrega es, pues, sencillo: tiene que haber una motivación emotiva, una apelación al lado derecho del cerebro, un llamado a lo emocional para elegir un tema de tesis en una ciencia social como es la Economía. Sin esa emoción, el camino será cuesta arriba.
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Muchas gracias por la reflexión, estoy en esa etapa donde las dudas están por todos lados y de alguna forma, sus recomendaciones me dieron más seguridad :).