¿Puede la música alterar tus genes?
“Escucho música clásica: Domingo y Pavarotti”, confesó el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelenskiy, cuando un periodista británico de The Guardian le preguntó, el viernes pasado, cómo se relajaba al final de sus largos y tensos días después de dos años de guerra contra Putin.
Todos tenemos diversos métodos para bajar nuestra ansiedad o tensión y, probablemente, la música sea uno de los más efectivos. De hecho, ya existe una base sólida de evidencia científica sobre cómo la música puede influir en los procesos fisiológicos y metabólicos de nuestro cuerpo. Una buena canción libera neurotransmisores y, con ellos, genera sensaciones de placer y recompensa, el mismo estimulo que producen la comida y el sexo. Una melodía armoniosa incrementa la producción de endorfinas, promoviendo una sensación de euforia. Si es relajante, la música reduce los niveles de cortisol, la hormona del estrés, disminuyendo la ansiedad, el ritmo cardiaco y la presión arterial. Según su tono, ritmos y tempo, la música también puede ayudarnos a regular la respiración, el sueño y el funcionamiento del sistema inmunológico. Por lo tanto, escuchar buena música es una forma eficaz y agradable de mejorar la salud y el bienestar general sin recurrir a fármacos.
Recientemente, los científicos se han aventurado más allá de la psicología y las neurociencias, concretamente hasta la genética, para comprender los efectos de la música sobre nuestro cuerpo y mente. Se han preguntado: ¿Cuáles son los mecanismos moleculares y las vías biológicas que condicionan los efectos de la música? ¿Puede la música afectar la expresión de nuestros genes?
El primer estudio de música y genómica fue realizado en 2015 a cargo de un grupo de investigadores de la Universidad de Helsinki, quienes analizaron células sanguíneas de humanos antes y después de escuchar música clásica. Encontraron que la música estimula los genes responsables de los neurotransmisores, así como los receptores de glucocorticoides –hormonas clave en la adaptación del cuerpo a situaciones de estrés– que son vitales para el sistema inmunitario en la lucha contra la inflamación. Así, demostraron que escuchar música clásica provoca cambios en la expresión génica, afectando genes involucrados en varios procesos neuronales y fisiológicos.
Los roedores también se han visto envueltos en estudios musicales. Una investigación de la Universidad de Minas Gerais, publicada en 2018, expuso un grupo de ratones machos adultos a ocho sesiones de la sonata para dos pianos de Mozart (K. 488). Al analizar los cerebros de los animales después de las sonatas, se encontraron concentraciones superiores de dopamina y serotonina en los ratones expuestos a músicas en comparación con el grupo control, demostrando cómo la música melódica tiene un impacto directo en la actividad neuroquímica de regiones cerebrales específicas.
Los investigadores Sebastián Ramírez-Rivera y Giuliano Bernal de la Universidad Católica del Norte, en Chile, llevaron a cabo el primer estudio sobre los impactos de la música como moduladora de la expresión génica en células cancerosas. Sometieron a dos grupos de células cultivadas in vitro de cáncer gástrico, llamadas células de adenocarcinoma gástrico humano (AGS), a la escucha de música de Beethoven y death metal durante doce horas continuas y verificaron el cambio en la expresión de diversos genes. Descubrieron que la proliferación de células cambiaba en respuesta a la música: aumentaba cuando se las exponía a música metal, pero no cuando eran expuestas a música clásica. Atribuyeron esta diferencia a las dispares frecuencias de las ondas de sonidos en los dos géneros musicales.
Más recientemente, el Instituto de Investigación Sanitaria (IDIS) de Santiago de Compostela y la Real Filharmonía de Galicia (RFG), en España, organizaron una serie de conciertos para poder evaluar el impacto de la música en la expresión de los genes. Recogieron más de tres mil muestras de sangre y saliva procedentes de asistentes sanos, pacientes de Alzheimer y personas con condiciones como el trastorno de espectro autista (TEA), síndrome de Down, discapacidad visual, parálisis cerebral, acompañantes, además de los músicos y la población control, antes y después de escuchar piezas de Mozart, Strauss o Vivaldi. Los investigadores comprobaron que, tras la escucha de la música, los genes se expresan de una manera mucho más exagerada en las personas con dolencias neurodegenerativas, y además lo hacen en el “sentido contrario” a su habitual devenir, como si la melodía causara un “efecto compensatorio” de los mecanismos propios de la enfermedad.
Actualmente, siguen investigando el impacto de la música en las enfermedades neurodegenerativas y han propuesto una nueva disciplina denominada “sensogenómica” para explorar cómo los estímulos sensoriales, entre ellos la música, repercuten en nuestro patrimonio genético, buscando las bases moleculares que subyacen a la activación –y expresión– de nuestro ADN.
¡Una fabulosa noticia! Si quieres experimentar, en primera persona, la modulación de tu genoma a través de la música, podrás hacerlo con los trece conciertos de música de cámara que la Filarmónica de Lima tiene programados este año. Estos contarán con el virtuoso violinista italiano Giuseppe Gibboni, la reconocida soprano Maia Aramburú y el prestigioso Cuarteto Wiener Musikveiren, entre otros talentos internacionales[1]. ¿Quién sabe? Al igual que Zelenskiy o los roedores brasileños, quizá descubras que esta experiencia musical podría tener beneficios sorprendentes para tu salud y bienestar.
[1] miabono@sociedadfilarmonica.com.pe o WhatsApp 994 108 758
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