Pisando tierra 


Algunas preguntas para los entusiastas de una Asamblea Constituyente


Hace ya varios años que algunos sectores progresistas vienen impulsando una Asamblea Constituyente en el país. Consideran que ni el texto original de la actual Constitución, ni las múltiples reformas constitucionales realizadas en democracia —mediante diferentes congresos, referéndums e interpretaciones del Tribunal Constitucional— son suficientes y que debe pensarse en un texto nuevo que reemplace al actual. Constitución que, por cierto, lleva 30 años de vigencia, con 23 de ellos en democracia.

Entiendo que la idea, en abstracto, pueda resultar atractiva. Toda Constitución es un texto perfectible, y creo que cualquiera puede pensar en mejoras a realizar, por ejemplo, en materia de representación política y balance de poderes. Pero estos temas no deberían ser vistos en abstracto, sino ser aterrizados a nuestra realidad concreta. Por ello, quisiera hacerle algunas preguntas a las personas que, de buena fe, imaginan que en la actual coyuntura se podría conseguir una mejor Constitución.

El Congreso de 2006 se consideraba el peor de nuestra historia reciente, hasta que se eligió al Congreso de 2011, y de ahí vino el Congreso de 2016. ¿Lo recuerdan? A la sazón se nos dio la posibilidad de cambiarlo antes… y elegimos al Congreso de 2020. Y luego de ese, vino el actual. Entonces, si cada Congreso que votamos consigue el improbable mérito de ser peor que el anterior, ¿cómo así la Asamblea Constituyente sería distinta? ¿Cómo se espera que sea un espacio alturado, serio, democrático, representativo y que busque el interés común, si durante años deseamos lo mismo para nuestro Congreso y fracasamos en cada elección?

Si la misma encuesta que nos muestra que el 69 % de los peruanos quiere una Asamblea Constituyente (IEP-LR, enero 2023) señala que las personas esperan que ese texto incluya el servicio militar obligatorio, establezca la pena de muerte, no permita la despenalización del aborto en los primeros meses de embarazo, y no legalice el matrimonio entre personas del mismo sexo, ¿qué nos están diciendo esas cifras? ¿La población espera una Constitución progresista y liberal, o ultraconservadora?

Tomando en cuenta el amplio rechazo que en sectores de izquierda y derecha de los últimos dos congresos tuvo el Acuerdo de Escazú —tratado internacional para fortalecer la institucionalidad ambiental del país, el nulo interés que muestran los candidatos presidenciales y la mayoría de candidatos congresales en la defensa de nuestro medio ambiente, ¿qué piensan que ocurrirá con las propuestas ambientales en una nueva Constitución?

Considerando las iniciativas económicas que hemos visto en los últimos tres congresos —varias de ellas frenadas por el Tribunal Constitucional—, ¿estamos seguros de que el capítulo económico de la nueva Constitución defenderá la autonomía del Banco Central de Reserva, la estabilidad fiscal y aquellos elementos que han permitido el crecimiento económico del país, o se buscarán aquellas propuestas que suenen bien, generen aplausos y alimenten los sueños políticos de los constituyentes? 

En la coyuntura actual, ¿los representantes de la derecha en la Asamblea Constituyente serían socialcristianos y liberales, o ultraconservadores y religiosos nacionalistas? ¿Existiría una representación importante de una izquierda moderna o solo de la izquierda populista? En la actual polarización, ¿habría centro político o algo parecido a ello? ¿Podría generarse espacios para buscar consensos, o el maximalismo y la confrontación lo consumirían todo? Retrocedamos un paso: en la coyuntura actual,  ¿podremos asegurar que todos respeten el resultado de la votación y el proceso mismo?

En este panorama, ¿qué sucedería con nuestra participación en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos? Recordemos que en el actual Congreso, cinco bancadas de izquierda y de derecha han propuesto expresamente el retiro del Perú de dicho sistema. La actual Constitución tiene un candado importante: el artículo 57, el cual señala que para denunciar un tratado internacional de derechos humanos —que es lo que habría que hacer para dejar el sistema interamericano— se requiere que la iniciativa sea del Ejecutivo y luego sea confirmada por el Congreso. Hasta ahora no han coincidido el Ejecutivo y el Congreso en esa decisión, que evitaría que muchos ciudadanos que no consiguen justicia en el país puedan conseguirla en la Corte Interamericana de Derechos Humanos. En una Asamblea Constituyente, bastaría con que se ponga una disposición transitoria expresa en la Constitución para obligar al Estado a denunciar la Convención y que ya no estemos bajo la competencia de dicho sistema. Tomando en cuenta el ánimo de las principales fuerzas políticas del país en este momento, ¿están seguros que algo así no sucederá?

Hay quienes dicen que la solución es tener una Asamblea Constituyente que no se base en la representación a través de los partidos, sino que se busque de frente una representación directa de la ciudadanía independiente. Algo parecido se intentó en Chile y ya vimos el resultado. Además, ¿alguien puede sostener que existe en el Perú un sistema de partidos políticos? Lo que hay, con discutibles excepciones, son agrupaciones de independientes que, en la mayoría de los casos, están unidos por un logo partidario para postular, pero que así como fueron elegidos hoy por A, podrían haber sido elegidos por B, antes de ser elegidos mañana por Z. 

Una Constitución no debe representar un determinado momento político, ni hacer eco de la polarización que consume al país. Por el contrario, debe ser una herramienta que ayude a la búsqueda de consensos, a limitar el poder, a avanzar en la agenda de derechos de las mayorías y de las minorías, como corresponde a una democracia. La “casa de todos”, como se decía durante el reciente debate constitucional en Chile, donde los maximalismos queden de lado y se busque un compromiso nacional a largo plazo. En la coyuntura actual, ¿es posible aspirar a algo así? ¿Contamos hoy con la capacidad y madurez para asegurar una buena Constitución? 

Y, finalmente, agrego una pregunta para los sectores que se encuentran —nos encontramos— en contra de una Asamblea Constituyente. ¿No se debería estar proponiendo algo alternativo que canalice el actual descontento ciudadano con lo que ocurre en el país? El simple rechazo a la propuesta constituyente claramente no es suficiente. La gente necesita ilusionarse con propuestas de cambio muy concretas que permitan soñar con un mejor futuro. ¿Qué paradigma de desarrollo se está ofreciendo? Recordemos que los cantos de sirena siempre resultarán más atractivos que el silencio. 


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3 comentarios

  1. Lucho Amaya

    Lo que no llego a entender es, y no sé ya si emplear signos exclamativos, es porque hay que estar recordándole a la gente lo que usted nos detalla, por ejemplo, sobre lo mal que vamos con nuestros congresos… Entiendo que puede por falta, excusable, de información en casos, pero uno se encuentra con gente que posee toda la información al respecto pero que, sin embargo, prefiere ignorar ese conocimiento y persistir en esa irrazonable exigencia (asamblea constituyente). Gente que sabe muy bien lo que ha sucedido en los países vecinos con sus constituciones o proyectos de constituciones, pero… ¿Qué ocasiona ese no querer ver?
    Bueno, sí, siempre será necesario decir lo que en su artículo nos dice.
    … y, perdón por decir lo siguiente, sí debo pedir perdón, ese porcentaje al que llega IEP, es reflejo, creo, de lo mal que analizamos la cosas, políticas en este caso, lo muy mal que las analizamos, y que a su vez pueden llevarnos a lo que hemos llegado, estamos llegando, y no se sabe hasta dónde más llegaremos.
    Saludos.

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