Perdón: me voy a equivocar


Las columnas políticas en campaña son lo peor del universo. ¿Por qué entonces tengo una?


Es la primera semana del 2021, año electoral, y los años electorales son pródigos en columnas políticas idiotas. Para los columnistas de política son el equivalente a las bolsas de basura para los perritos callejeros: puedes agarrar cualquier cosa y salir contento. Ya tengo tema, me voy con mi hueso. Guau.

           Y eso me incluye, por supuesto. Por eso, quiero hacerles una advertencia anticipada: 

           Es altamente probable que en los siguientes meses escriba cosas erradas, banales o de sentido común. Y desde ahora les pido disculpas. 

           No es broma, en absoluto. Explico mi argumento en ocho puntitos:

           1.Hay una frase común en el Perú político: “aquí siempre ocurren cosas”. Por ende, un columnista nunca está desprovisto de temas. Caen de los árboles, están en las esquinas como las bolsas de basura, guau.

           2.Es cierto. Ocurren. Pero son las mismas cosas, repetidas una y otra vez. Y un columnista promedio no señala ningún patrón, no aventura una hipótesis. Por lo general, el columnista promedio describe: pase largo, el 9 no llega a tiempo, saque de meta. Y eso lo vende como si fuese una gran excepcionalidad, la reconfiguración de las fuerzas políticas de cara a la siguiente pandemia: gracias Dios por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina 2 Inglaterra 0.

           3.¿Debe un columnista señalar patrones? ¿No es esa, justamente, la labor de los académicos? Sí, es cierto. Pero la producción académica en el Perú no es mucha. Las razones son varias (ausencia de recursos, dejadez pública, ceguera privada), pero la conclusión es una: la poca producción académica ayuda a que las columnas —y los columnistas— sean mediocres. A la vez, la pequeña comunidad académica en Ciencias Sociales (son poquitos) no alcanza a cubrir los variados temas que podrían llenar en los medios de comunicación (asumiendo que estos fueran responsables y los llamaran). En Estados Unidos es una obscenidad: para cada tema hay una persona que lo estudia, y aparecen citados en los reportajes o notas de los diarios y revistas. Además, muchos académicos se esfuerzan en traducir sus temas de estudio hacia un público más grande (pienso en el New York Review of Books). Acá no hay muchos académicos, y la plata para investigar es poca; por eso, hay muchos temas donde no hay especialistas. 

           4.Paréntesis televisivo. Esos temas sin especialistas, estos pampones del conocimiento, se vuelven el espacio predilecto de los Ánteros y los Rospigliosi: los viejos lesbianos de la nada que comentan en televisión la primera pelotudez disfrazada de sinapsis que les atraviesa el cerebro. Como no hay especialistas, siempre habrá alguien lo suficientemente desvergonzado para hablar en público de un tema del que no sabe un carajo. Por supuesto, esto se da en complicidad con los productores de algunos canales, quienes los llaman pese a su visible inutilidad (Canal N a las 7 de la noche, por ejemplo) y alimentan así la mediocridad del país rumbo al Bicentenario.

           5.En el periodismo escrito, estos temas sin especialistas son el arrabal del columnista político promedio, guau, como este servidor. Allí donde hay un tema sin estudiar, que es casi todo, aparece con su texto semanal a decir que el nuevo gabinete no es político, sino técnico; que debemos renovar a la clase política, que el presidente necesita escuchar a la gente.

           6.Maticemos el punto 1: ¿realmente no ocurren cosas? Bueno, a veces sí. Por ejemplo, las marchas de noviembre del 2020, que devolvieron finalmente al Perú al cauce democrático del que se había salido. ¿Cuándo más? En elecciones. 

           7.Ahora bien, hace buen tiempo que en el Perú no sabemos ni mierda de qué pasará en las elecciones. Ni mierda. Nada. Todos especulamos, y algunos especulan con más precisión que otros. Así es. C’est la vié

           Entonces, para cada analista lo suficientemente sensato como para no tener una columna, las elecciones son una sorpresa constante. Cada semana pasan cosas que uno no espera, y sus hipótesis van cayendo como la aprobación de Sagasti: mira la intención de voto en el sur, mira lo que hace el sector D, de verdad Forsyth podía terminar una oración. Y me parece perfecto: son revelaciones íntimas, son sorpresas privadas.

           El problema es que, quienes tenemos columnas, solemos tener esas mismas sorpresas de manera pública, escrita, y quedamos realmente como tetudos. Nuestro público puede ser pequeño, pero no importa: allí está la versión impresa, allí está el link. La sorpresa es pasajera, pero el ridículo es inmortal.

           8.En suma, amable lector: es altamente probable que me equivoque en esta temporada y haga el ridículo. Lo sé. Le pido perdón desde ahora. A mi favor, debo decir que he sido lo suficientemente honesto como para explicarlo en ocho puntos.

6 comentarios

  1. zeta

    Me he reído con ganas gracias por la sinceridad!

  2. Patricia

    Felicitaciones, de lo mejor que leo en estos tiempos y con sonrisa. Te perdono por no escribir mas seguido.

  3. Tania Cárdenas

    Quedas disculpado desde hoy… y para adelante te seguiré leyendo!

  4. Javier Mendoza Castro

    Hola Carlos … te leo por primera vez … y seguiré el hilo de tu pensamiento … es algo reconfortante … un fuerte abrazo.

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