Paterson, el Perú de hoy


Invitación a un peculiar viaje a los años 90


Hace algunos años, el escritor y editor Omar Guerrero publicó una novela sobre un niño que migra a Paterson, la ciudad más peruana fuera del Perú, en el estado de New Jersey, Estados Unidos. Antes de continuar, me permito una breve descripción del lugar: la zona peruana de Paterson está compuesta de un denso barrio lleno de calles con restaurantes peruanos que no solo sirven los más turísticos cebiche y lomo saltado, sino también patita con maní, cuy al horno y pancita. Ahí también se dan desfiles de Fiestas Patrias, masivas celebraciones del Señor de los Milagros con picaroneras por las calles, elencos de danzas folklóricas, e incluso se puede oír quechua entre las multitudes. A primera vista, todo tiene similitud con un mini-Perú; algunos incluso lo comparan con el distrito limeño de La Victoria dada su estructura urbana e industrial. Lo mismo pensé la primera vez que visité la ciudad: al bajarme del bus, lo primero que encontré fue a un ambulante que vendía camisetas de la selección peruana y a un heladero en una esquina. Sin embargo, Guerrero revela muy bien en su novela —Paterson City— un detalle importante: que toda esta peruanidad imaginada está atrapada en una cápsula del tiempo.

Esto lo pude comprobar al ingresar a una emblemática tienda peruana de Paterson: la venta de productos como Kiwigen y Kola Inglesa, el afiche de un próximo show de humor del comediante Tulio Loza, y fotos de equipos de la liga peruana de fútbol, el Sport Boys y Alianza Lima de, al menos, 20 años de antigüedad. En cierto modo, todo esto tiene sentido: la peruanidad en el extranjero está construida sobre la nostalgia y en la imaginación del momento en que los migrantes dejaron el país. En el caso del Perú fue principalmente en los 80, 90, e inicios del 2000. Ello crea dinámicas curiosas, como la popularidad de productos peruanos noventeros, del uso de jerga de esa época entre peruanos en la diáspora, entre otros detalles. Guerrero, por ejemplo, comparte cómo algunas celebridades de la farándula que en Perú pasaban al olvido, de pronto encontraban especial acogida con los peruanos en el extranjero, y conseguían trabajo en el microcosmos peruano de Paterson. En mi caso, cuando viví en Miami, recuerdo haber visto colgados volantes de Ana Kohler, la cantante del grupo amazónico de tecnocumbia, que tocaba casi todos los domingos en algún evento de la comunidad de migrantes en Florida. Pero no solo se trataba de músicos, sino también de futbolistas, vedettes, e incluso políticos. En las últimas elecciones presidenciales peruanas de 2021 me tocó votar en Paterson, y en el centro electoral estaba la comitiva fujimorista con su popular tecnocumbia noventera ‘El ritmo del Chino’, y fotos de su líder preso y de su hija Keiko en clara violación de la normativa electoral.

Lo que era un viaje a la peruanidad noventera desde Paterson y Miami, parece que ahora también es la realidad nacional. Fujimori fue recientemente liberado de prisión mediante un controversial indulto rechazado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), periodistas afines a su régimen han reaparecido y, con ellos, farándula local y operadores políticos que también contribuyeron al aparato de propaganda de su régimen. La conductora Magaly Medina sigue en la televisión, el cardenal Cipriani reaparece desde la clandestinidad para enviar mensajes de Navidad, y los cientos de familiares de desaparecidos y muertos por el régimen, treinta años después, aún persisten en reclamar justicia. 

El Perú se ‘patersonizó’, finalmente, y un círculo perverso parecería haberse cerrado.


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