Pasaporte al pasado


El gobierno no nos permite viajar al extranjero, pero sí en el tiempo


Jaime Miguel Chincha Ravines (Lima, 23 de diciembre de 1976) es un periodista, presentador de televisión, productor y director televisivo. Empezó su carrera en Canal N, donde acaba de volver para estrenar un nuevo programa de entrevistas.


Allá por los años ochenta, a mi papá le gustaba pasar por la fachada de Migraciones. Quedaba relativamente cerca de la casa de Jesús María en donde nací, en la esquina de 28 de Julio con Vía Expresa, un portón de metal oxidado, una pared entre beige y polvo, y la gente; mucha gente queriendo huir de la desgracia en la que nos estaba sumergiendo el gobierno de Alan García. Mucha gente blandiendo pasaportes, papeles, sobres de Manila y los periódicos con los que se cubrían del sol; el polvo y beige del edificio, un vigilante que respondía balbuceando, una mujer, dos mujeres descargando su frustración con el pobre guachimán que seguía sin decir algo que las tranquilizara, un hombre con su niño en hombros rogando atención, las bocinas desesperadas pidiendo pasar, ambulantes vendiendo lapiceros y algún trámite al paso. Aquel caos lo veíamos desde el auto; había mucha ansiedad y desesperación en esos rostros. Mi padre iba lento por sapo, y porque era mucha la gente en la pista frente a esa vieja oficina de Migraciones que tanto quería mirar papá. 

El recuerdo me saltó como un resorte, en estos días, al ver el desmadre en la actual oficina de Migraciones, ya no beige y polvo, sino azul. Si bien el peruano promedio no tiene las mismas ganas de huir como hace 35 años, sí existe un común denominador que se ha vuelto a gatillar en el Perú de hoy: un Estado que se vuelve a desbarrancar, o que simplemente deja a su suerte a los suyos. La Contraloría acaba de detectar que Migraciones aceptó el pago por 77 mil pasaportes solicitados pese a que no había stock. Son más de 7 millones de soles cobrados a ciudadanos, solo entre enero y febrero, por nada, o para que esperen hasta Dios sabe cuándo. Y es que, igual que hace 35 años, el Perú no es capaz de darle a sus ciudadanos un documento garantizado por la Constitución, con la consabida sensación de que ese mismo Estado le ha vuelto a meter la mano en el bolsillo a quienes debieron, desde siempre, recibir un trato diametralmente opuesto.

El tiempo gira en redondo, dice García Márquez, y aunque el Perú no es todo lo real maravilloso que es el Macondo de los Buendía, la repetición cíclica de adversidades y tribulaciones nos lleva, otra vez, a la sensación de estar al borde del huracán que nos arrase y sepulte. Como hace 35 años, un gobierno nos vuelve a decir que reemplacemos un tipo de carne por otra. Por entonces, era García alentándonos a comer pota en lugar de pescado; hoy es Torres recomendando abastecerse de pescado en lugar de pollo. En 1987, la burocracia contrataba partidarios incompetentes con carné aprista; hoy se hace lo mismo con inscripción escrita a punta de lápiz. No faltan los que hoy andan recordando la retórica de García. Claro, en esos años la crisis se bregaba con estilo, agitando pañuelos blancos y mareando con palabreo a la plaza antes de que nos cayera el paquetazo. García nos decía con elegancia que mañana tendríamos menos para comer, Castillo no sabe si el pollo está vivo o está muerto. He ahí el detalle, joven. Y como en esos años, la institucionalidad, ay, sigue muriendo. El Perú ya parece Melquíades asistiendo, taciturno, a su segundo deceso. 

Como si de un mal déjà vu se tratara, los reportes televisivos vuelven a advertirnos del tipo de cambio, o si podremos comprar tomate, zanahoria, arvejas; nos hemos vuelto a mirar el ombligo y el día a día nos impide, otra vez, soñar con un país diferente; antes nos embaucaron con la carne argentina, hoy nos hacen lo mismo con las vacunas que se vencen; la misma sensación del pasado de no saber si nos abrochamos los cinturones, o si saltamos al vacío cerrando los ojos y que pase lo que tenga que pasar.   

El sótano de ayer se parece al de hoy. Y si bien del sótano siempre se sube, el futuro no puede volver a ser una pared entre beige y polvo. Vamos, todo peruano sabe que la esperanza es lo último que se debe perder.

7 comentarios

  1. José Octavio Ugaz La Rosa

    Felicitaciones Jaime. Muy bien descrito este déjà vu.

    Como decía Quino a través de Mafalda, cuando escuchó en la calle a dos «viejos lesbianos» argentinos describir una de las eternas crisis en su país: -¡Esto es el acabose!

    -No, esto no es el acabose- les increpó ella. -Esto es el continuose del empezose de ustedes.

    Solo saldremos de este «continuose», si respondemos adecuadamente a la pregunta: ¿Cómo llegamos a esto… otra vez?

    • Nancy Goyburo

      El empezose del continuose nuestro, porque es nuestro, radica en no comprometernos con la buena política.

      Es decir, no bregar (y participar como se debe) por constituir buenos partidos políticos que, al fin y al cabo, constituyen el único vehículo para llegar a las instancias de poder político (nacional, regional y local). Optamos por partidos políticos-empresa SIN ideología y SIN líderes honestos, que NO defienden el Bien Común sino sus propios intereses. La cereza de la torta: hace años debemos votar por “el mal menor”. Qué detestable realidad!

      PD: Bienvenido nuevamente a la TV, estimado Jaime Chincha! No cambies el perfil que la mayoría ha reconocido en ti: ser contestario y honesto en tus apreciaciones. Tu influencia periodística contribuye, en medio de tanta mediocridad y manipulación, en el Buen Futuro del país. Un abrazo!

  2. Rodolfo bravo

    Excelente relato de Jaime, súper acertado para el momento actual ..un deja Vu que se repite ya demasiado!

  3. Es una crisis de valores de proporciones nacionales. Lo dijo Keiko y Castillo lo puso en práctica , a mi no me importa si se perjudican 10 mil o 100 mil …

  4. Jaime Chincha

    Muchas gracias a tod@s por tan generosos comentarios!

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