¿Otra vez con el racismo estructural?


Porque aquello que callamos nos es devuelto a gritos


Cuando te dedicas al análisis social, el estudio y observación de tu tema de especialidad es una cotidianidad que normalmente disfrutas. Aun cuando te desborde por momentos, le tienes cariño, pasión, camote a tu tema. Y si, además, es uno del que se habla regularmente en el debate público puedes participar de conversaciones interesantes, productivas o intelectualmente retadoras. ¡Golazo! Pero cuando es medio complicado o tiene aristas donde normalmente la opinión general forma bandos ardorosos aunque poco informados —asuntos como medio ambiente, derechos de los animales, derechos humanos o desigualdades, por ejemplo—, ese tema que te apasiona puede volverse también una carga pesada.

Hace algunas semanas participaba en un evento académico sobre la pertinencia o no de seguir hablando de racismo en el Perú. Como en toda actividad de ese tipo en la que intervengo, tocó prepararme. Volver sobre las notas, los principales conceptos, revisar las imágenes que utilicé para explicar ciertas ideas y seleccionar las que funcionaron mejor, entre otros. Al final del día, las conversaciones académicas que se dan frente al público deben tener una aproximación que permita la divulgación de información de calidad para que redunde en una mejora del debate público y mayor aprendizaje colectivo. Mi postura al respecto es más que conocida: es importante seguir hablando del racismo porque los problemas de los que no se habla no se resuelven. Y el racismo estructural es un problema en nuestra sociedad.

Como suele suceder, recibí preguntas malintencionadas. Y para sorpresa de algunos, supongo, las respondí. Yo no suscribo la cultura de la cancelación o la idea de ignorar al troll cuando este tiene una audiencia o hace una pregunta abierta. Creo que es posible que tu respuesta no le interese, pero esta siempre puede valer para el tercero oyente. Acabado el evento, sin embargo, olvidé un poco la cuestión, pero luego llevé algunas de las ideas expresadas a Twitter. Y sí, ni siquiera tiene que decírmelo, amable lector, sé que Twitter no es el lugar ideal para aprender nada, pero sí el foro donde muchos se informan.

Luego de varios hilos, explicaciones e idas y vueltas infructuosas con algún troll que, como ya mencioné, serán importantes para alguien en la audiencia de esos intercambios, el balance es la reafirmación de que hay que seguir hablando del tema. Aunque canse ese nadar contra la corriente, aunque duela o se reciban siempre las mismas preguntas (la más cotidiana en nuestro país es la del racismo inverso).

En suma, se trata de una conversación inacabada que rara vez se quiere tener, pero que es cada vez más necesaria y urgente en vista de los acontecimientos políticos recientes y adónde nos llevan estos. Con ocasión del Día Internacional para la Eliminación de la Discriminación Racial, el 21 de marzo, participé en una conversación radial el domingo último. Una charla interesante; corta, pero robusta. El resultado tangible es una foto donde se ve a tres mujeres afroperuanas sentadas juntas, sonriéndole a la cámara (como dice una de ellas, Ana Lucía Mosquera Rosado, tres mujeres negras simplemente existiendo). Yo sé que queremos creer que somos mejores, y que el país va por buen camino, pero esa foto recibió dos comentarios que me llamaron la atención:

  1. Depórtenlas a Senegal. Ahí van a estar felices
  2. Buenas recetas

Y no, no me estoy victimizando. Estoy, como hace varias columnas, compartiendo un poco de mi experiencia con usted. Por más incómodo que esto le sea. 

Para ser honesta, sospecho que podría ser más feliz en Senegal, y la cocina no se me da mal. Pero creo que ya entendimos que ese no es el punto. Y siempre podemos decir que estos comentarios no son reflejo de la sociedad sino de un par de personas poco adaptadas. Lo cierto es que estos comentarios, o los sentimientos detrás de ellos, no son aleatorios. Lo es esta columna. Le estoy contando una incidencia dentro de las muchas que suceden con ocasión de un evento, un comentario, una foto, un artículo de diario, un caminar por la calle, un existir.

Y si usted llego hasta aquí y pensó: ay, Mariela, tú puedes, el problema está en ellos; o alguna variación de esta idea, le recuerdo que no hablar del problema, minimizarlo o personalizarlo (en vez de reconocer su naturaleza estructural) es precisamente el problema. Eso de lo que no hablamos (o minimizamos) no se resuelve. 

Y el racismo estructural es un problema en nuestra sociedad.


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2 comentarios

  1. jorgelortega2055

    El racismo es un problema social y cultural que necesita una receta variada para combatirla. El principal ingrediente es la educación, pero sin otros componentes como gestión, progreso, legislatura apropiada, entre otros, el cambio será muy lento.

  2. Juan Carlos Tarazona Catacora

    Basta saber que Obama el expresidente de Estados Unidos es afrodescendiente, que el famoso decimista peruano Nicomedes Santa Cruz era afroperuano, que el famoso líder expresidente sudafricano Mandela era afrodescendiente. Creo que el racismo es un problema de países subdesarrollados también, porque vemos que hoy los países más desarrollados son los más cosmopolitas con población afrodescendiente, asiática, árabe, blanca anglosajona, etc, que convive pacíficamente.

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